domingo, 16 de diciembre de 2012

Mientras dormías. {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: slash
Género: drama
Rating: M
Advertencias: AU, chan 
Resumen: —Tom —sus caderas se movieron hacia adelante y su ingle por fin entró en contacto con algo sólido. No sabía qué era, sólo sabía que se sentía bien —¿Estás dormido, Tom? —el aludido enterró más la cara en su pecho y se encogió hasta que Bill pudo sentir la otra erección rozarle una rodilla y jadeó de nuevo ante la respuesta.
—…Sí
Notas: Este fic fue escrito para el concurso realizado en el blog de Kasomicu sobre su fic Once y su secuela Catorce, del que, por algún lindo motivo resulté ganadora. 



Acarició su cabello con cuidado; estaba hecho una maraña desordenada y aun así se sentía suave y esponjoso. Le gustaba su cabello, tan rubio. Tan rubio como lo había tenido él en algún momento y entonces una idea que pasó por su mente le hizo reír de forma tonta.
Tom suspiró y Bill detuvo sus movimientos con cuidado; no quería despertarlo, no ahora que lo tenía ahí y podía apreciarlo detenidamente sin que nadie se lo pudiera impedir.
Estaba cansado de que las personas intentaran impedirle cosas, porque siempre eran las cosas que lo hacían feliz. ¿Qué estaba mal?

¿Qué estaba mal con él que todo lo que lo hacía feliz le tenía que ser arrebatado porque no era correcto? Era un adulto ahora y no iba a permitir más que le siguieran arrebatando todo lo que…
No era un adulto. Bill sabía perfectamente que él no era un adulto. Pero era lindo pensar que quizá algún día podría dejar de estar equivocado en todo lo que hacía solamente por el privilegio de mezclarse con los mayores; al parecer ellos nunca estaban equivocados, no importando cuán en lo incorrecto pudieran estar.

Su mano se deslizó al cuello del rubio y lo acarició despacio, apreciando el calor que emanaba de ahí y sintió una horribles ganas de acurrucarse pero se contuvo, porque no era él que debía acurrucarse o ser protegido, no ahora que por fin se había convertido en alguien fuerte que podía protegerse a sí mismo. Los chicos grandes no se acurrucan.
Tom se removió y Bill le besó sobre la maraña de su cabeza para asegurarse de que continuara dormido.

Probablemente había estado desconcertado durante mucho tiempo.

—Bill… —la voz del chico entre sus brazos se dejó oír mientras se acomodaba mejor sobre su pecho, guardando toda la tibieza de sus cuerpos.

—Shh, duérmete.

Como si no lo hubiera escuchado, o realmente se encontrara dormido todavía, Tom continúo hablando. —… Te quiero, Bill.

El mayor se estremeció, apretó los puños y contrajo las piernas por instinto. Bajo él, el cuerpo de Tom se estremeció levemente ante el movimiento repentino y un pequeño quejido se escuchó, pero Bill no sabía si había sido él o había sido Tom.
Quiso correr; necesitaba salir huyendo de ahí porque las demostraciones de amor de Tom eran lo único contra lo que no podía luchar. Quizá simplemente no quería hacerlo, pero su excusa era mucho más creíble para su cerebro.

Se movió, intentando sacar la mitad del cuerpo que tenía debajo de donde Tom estaba acurrucado. —Quédate —el rostro de Tom estaba rojo, lo sabía sólo porque sus orejas lo estaban también —. No me dejes aquí como cada vez que te lo digo… —Bill simplemente no recordaba cuántas veces ese niño se lo había dicho, y tampoco estaba seguro de si alguna de ellas había sido respondida como era debido así que no se movió.
El cuerpo del rubio se removió un poco más cerca y entrelazó sus piernas tentativamente; Bill jadeó, pero no pudo hacer absolutamente nada para detenerlo. El calor se sentía tan bien; él de pronto se sentía como si hubiera tenido mucho frío y necesitara de aquello para permanecer con vida. Y le incomodaba la erección que había crecido aprisa sin tener una justificación física que realmente valiera, como si algo dentro de él pensara que realmente tener a aquel niño medio encima y medio entre sus piernas no fuera suficiente, porque sabía perfectamente que no había sido aquello lo que la había ocasionado pero no importaba.

Tom se había quedado quieto de nuevo. Arrastró su mano despacio hasta la espalda baja del rubio en una caricia larga y se aseguró de quedarse quieto él también ahí pero ante el gesto, Tom se movió más cerca; como un gato que está gustoso de ser acariciado y se arrastra por más. —Tom —sus caderas se movieron hacia adelante y su ingle por fin entró en contacto con algo sólido. No sabía qué era, sólo sabía que se sentía bien —¿Estás dormido, Tom? —el aludido enterró más la cara en su pecho y se encogió hasta que Bill pudo sentir la otra erección rozarle una rodilla y jadeó de nuevo ante la respuesta.

—…Sí —le dijo a mitad de un lloriqueo, haciendo un movimiento errático sobre su pierna y sin mirarle, como si realmente se encontrara dormido.  Bill empujó su cadera y la arrastró suavemente sobre lo que fuera que estaba golpeando y Tom empuño sus manos alrededor de su playera, apretándose más cerca.

No estaba seguro de qué era lo que estaba sucediendo, así que dejó que Tom se lo dijera con el cuerpo. La respuesta le llegó en una torpe embestida a su pierna, mientras pequeños pies descalzos se enredaban más firmemente alrededor de ella y el rostro enrojecido de Tom se hundía sobre el colchón.

Se abrazó a él; se abrazó al chico rubio como si de ello dependiera su vida mientras una desesperación horrible le trepaba por la garganta. Eso era todo: era tan estúpido que se iba a poner a llorar como la marica que era.
Se iba a poner a llorar porque mecerse en aquel momento era lo único de lo que se veía capaz; así que se arrastró de arriba abajo sobre el cuerpo de Tom, con aquella barrera que le impedía mover la mano a otro lugar que no fuera su espalda baja, y apretaba ahí para poner sus cuerpos más cerca.

Podía escuchar a Tom a pesar de que intentaba sofocarlo todo entre su cuerpo y la almohada, y apretó los dientes con fuerza y frunció los labios; porque Tom estaba dormido y no debía despertarlo.
Tal vez si lo despertaba se daría cuenta que estaba soñando con ogros y saldría corriendo de ahí muy asustado y no regresaría de nuevo al castillo de la bruja para intentar salvarlo.

Se apretó con más fuerza y gimió ahogado y profundo en un sonido atragantado cuando sintió a Tom tensarse y abrazarse a él con más fuerza. Se había corrido; y justo antes de que la información fuera procesada, su cerebro se desconectó del resto del mundo cuando Tom, entre sueños, volvió a decirle que lo quería.
Intentó levantar el rostro, fingiendo que estaba listo para enfrentar la realidad, pero Bill le puso la mano sobre los ojos; aquella mano que, temblorosa se había movido desde su espalda hasta su cara. —No te despiertes. —fue todo lo que le dijo antes de juntar sus labios en un beso dulce.
Los besos de Bill siempre le sabían dulces, como si estuviera comiendo su helado favorito en una calurosa tarde de verano.
Le mordió la comisura antes de retirarse y Tom sonrió, tal cual si estuviera teniendo el mejor de los sueños en el mundo hasta que una gota húmeda le atravesó hasta el cuero cabelludo.

—Bill… —quería verlo. Tenía miedo de haber hecho algo malo. Pero Bill le besó de nuevo en los labios, esta vez muy despacio y lamiendo con una gentileza que esparció calor por todo el cuerpo de Tom.

—Shh, no te despiertes. —Así que Tom siguió dormido, y antes de acompañarlo, Bill se preguntó desde cuándo las princesas rubias eran las que rescataban a los príncipes.


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