martes, 1 de enero de 2013

Fiebre. {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: general, slash
Género:  humor
Rating: K 
Resumen: No contaba, de hecho, con que las brisas invernales volverían antes que su gemelo
Notas: Para el intercambio de cartas. Me pidieron un Bill/Tom sencillo.




—No de nuevo, Tom.

—Sí, sí de nuevo y ni se te ocurra seguir quejándote.

—Pero esta es la tercera vez tan sólo hoy ¡Y ni siquiera son las cinco!

—¿¡Y!? Oíste lo que el médico dijo: mientras más veces, mejor. Ahora deja de reclamar y date la vuelta, que ya terminé aquí —Bill refunfuñó pero no dijo nada más, se dio la vuelta sobre la cama para dejar la espalda expuesta a su hermano.

A Bill le gustaba tenderse como lagarto y pasar varias horas bajo el sol, acompañado de un buen bloqueador y algo de música, especialmente cuando su hermano no estaba.
Hace tres días se había ausentado para rellenar la despensa y eso era lo que él había hecho, aprovechando que por fin había sol de nuevo, después de varios días de nubes invernales. Para su desgracia, Tom tardó más de lo convenido entre decidirse por un desodorante nuevo, un mejor limpiador de pisos y el tráfico de un domingo; así que se quedó dormido, tal cual lagarto echado en el jardín, en honor a la vieja tradición de perder el tiempo en los días no laborales. No contaba, de hecho, con que las brisas invernales volverían antes que su gemelo; no con que el sol le siguiera en su maravillosa idea de tomarse un descanso.

Fue muy tarde para él. Cuando Tom regresó, ya había pescado un resfriado.
Por eso ahora tenía el cuerpo lleno de vaporub, una gran taza de té caliente junto a él en cada momento y no se había duchado desde hace un día entero. Realmente había olvidado lo que era pasar un día sin tomar una ducha.

No era que su fiebre fuera peligrosa, sino que simplemente se sentía mejor, más tranquilo y su nariz menos congestionada si se quedaba recostado; pero a Tom le gustaba exagerar, y ya fuera en serio o por molestar, era Tom el que le daba masajes en la espalda y el pecho para hacerlo entrar en calor, que transpirara y la fiebre se fuera de su cuerpo con mayor rapidez. Procuraba mantenerlo caliente todo el tiempo, con mantas, bolsas con agua y té, grandes cantidades de té, de sabores que incluso Bill no sabía que existían.

Se sentaba en la orilla de la cama, con un libro en mano y le leía hasta que alguno de los dos decidía que era buen momento para quedarse dormidos; era eso o simplemente recargarse contra la cabecera, con un brazo sobre sus hombros para que pudiera acurrucarse en su pecho y mirar una película.
No era algo que no hicieran cuando se encontraba sano, pero así, enfermo y friolento como se sentía, le parecía que los abrazos eran aún más cálidos y el cuerpo de Tom cerca del suyo se sentía como toda la cura que podía necesitar.
Aunque también eran días llenos de melancolía. Usualmente cuidaban el uno al otro, desde siempre, incluso desde antes que sus vidas comenzaran; cuidaban el uno del otro pero era poco usual que alguno se detuviera en el transcurso, sólo cuando estaba en cama, Bill podía notar cómo su hermano se detenía a mirarlo, y él se detenía a mirar a su hermano. Y era entonces cuando le parecía que todo estaba bien. Que definitivamente todo lo que pudiera sacrificar valía la pena perderlo si con ello se podía quedar así, con todo lo que ahora tenía. Con Tom.

Era cuando Bill miraba a su hermano que se detenía a meditar, sobre él, sobre sí mismo y sobre el amor que se tenían. Le parecía curioso que la única persona que lo había visto despertar por las mañanas en sus peores momentos, que lo había visto cuando peor lucía y había tenido que soportarlo cuando de peor humor estaba, ese que le conocía cada defecto, fuera también la única persona que realmente lo amara.

—Iré a hacer sopa.

—Tom…

—¿Hum? ¿Qué pasa, Bill, no quieres sopa? ¿No tienes hambre?

—…Hace frío.

Así que Tom regresó a la cama. 

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