domingo, 18 de agosto de 2013

Anclas sobre hojuelas {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: slash
Género: Romance
Rating: T
Resumen: Tom no dejó que Bill se cortara las uñas durante años. Tampoco pretende cortarse pronto  el cabello.
Notas: Se suponía que esto iba a ser otra cosa pero al final quedó así...
Quería escribir un botTom porque quería ser popular. Nah, mentira. Quería hacerlo porque me molesta el camino por el que llevan el botTom hoy en día; quizá suena dramático, pero me parece una falta de respeto que vayan por ahí diciendo que Tom es gay y pasivo como si fuera la verdad absoluta, porque Tom no ha dicho que sea gay, y claro que podemos especular y lo que sea, pero no decirlo como si todo lo demás fuera un error, considero que es grosero, porque como dijo Adam L. sobre Bill, que él respetaba si Bill decía que era hetero.
Soy de los que consideran a estos dos como un par "versátil", así que no tengo nada contra el botTom o sus teorías de que Tom es afeminado o lo que sea, pero no traten a los que no "lo creemos" como si fueramos ciegos ingenuos, porque al final no somos ellos para saber lo que es real. Todo puede ser y todo puede no ser.
Espero que les guste, es pequeño pero me gustó escribirlo e,e



A Tom le gusta el cabello largo. Se lo dejó crecer porque puede hacer una cantidad de cosas impresionante con él, incluso si lo tiene atado en rastas. Cualquiera podría decir que la "utilidad" del cabello largo ya no aplica con las rastas, pero Tom sabe que están equivocados, él tiene una percepción diferente y, aun si no pudiera hacer todo lo que puede sin ellas, eso no le impide simplemente disfrutar el largo de su cabello.

Aunque la verdad fue hasta la adolescencia que decidió que no quería volver a cortarlo nunca, apenas unos meses después de que su hermano lo besara por primera vez.
Para Tom no fue extraño, en realidad fue como algo que estaba destinado a suceder, algo que debía pasar en algún momento, lo supo cuando sucedió. Era algo que no podía evitar (y tampoco quería evitarlo). Unos meses desupués fue que estuvieron desnudos en la misma habitación después de mucho tiempo, pero esta vez mirándose frente a frente, un objetivo claro en la mirada, una situación peligrosa establecida y una finalidad permanente.
Acababan de salir los trece. El cabello de Bill era corto entonces, pero el de Tom había crecido lo suficiente para que pudiera sentirlo hacer cosquillas en su cuello, enredarse por la fricción contra la almohada, rozar los hombros y las manos de Bill sujetando fuerte desde su cuero cabelludo, mordiendo algunas rastas sólo porque estaban en su camino y entonces Tom se corrió fuerte, tan fuerte que tuvo que morderse la lengua para no gritar y aun así su madre le preguntó por la mañana si había tenido pesadillas. Fue el orgasmo más largo que había tenido hasta entonces. También cuando descubrió que su hermano era igual de salvaje para todo, una bestia indomable y caprichosa que sólo cedía si le placía.

Pero Tom no era miel sobre hojuelas. O quizá sí, con esa apariencia dulce y textura crujiente. O quizá sólo le gustaba demasiado el cereal.
Tom no dejó que Bill se cortara las uñas durante años; no después de la primera vez que realmente tuvieron sexo, a los dieciseis, después de prepararse mutuamente por semanas, aún indecisos entre quién se rendiría primero (no que importara demasiado). Habían tenido demasiado trabajo y Bill se había descuidado, el cabello ya disparejo, las ojeras apenas ocultas tras el maquillaje, había bajado dos kilos y no se había cortado las uñas en dos semanas, Tom podía sentirlas cada vez que se tocaban más allá de lo que hasta entonces se habían permitido, se debatía entre decirle o no, indeciso entre si le molestaba o lo disfrutaba hasta que Bill lo tomó por los hombros y lo arrastró con él a la cama.
Le clavó las uñas tan profundo que tuvo pequeñas costras en la espalda durante días. Largos y placenteros días. Le acarició la espalda, despacio y calmado, como si sus manos no formaran parte del resto de su cuerpo que se retorcía bajo él, piernas enredadas, labios imparables, su cadera meciéndose frenéticamente, todo su cuerpo como una serpiente, pero sus manos suaves, ligeras, pausadas, como quien no quiere terminar nunca, y entonces le clavaba las uñas y Tom tenía escalofríos de placer, se estremecía y gemía como si le doliera, casi en sufrimiento, las manos de Bill ancladas a él, arrastrándose por su espalda como si fuera arena. Cuando llegó a sus piernas Tom ya se había rendido. Lo tomó por los muslos y las rastas le golpearon la espalda y el pecho toda la noche mientras cabalgaba.

Cuando Bill quiso cortarse las uñas, Tom no lo dejó, incluso aunque el menor alegaba poder lastimarlo durante la preparación, a Tom no le importaba en absoluto, había otras formas de hacerlo, el único que necesitaba tener las uñas cortas era él, tanto por el bien de Bill como por el suyo. Después llegaron las uñas postizas. El tacto no era el mismo, pero las manos de Bill seguían siendo como anclas sobre arena. Suaves y pausadas.

Después desaparecieron,como muchas otras cosas, cambios a los que se fue adaptando sin mucho problema, pero a Tom todavía le tomría un largo tiempo cortarse el cabello.

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