Categoría: slash
Género: drama, Crossover, romance, humor, sobrenatural
Rating: M
Advertencias: AU, pwp
Resumen: A Danny nunca le gustaron los amigos de Sam, y se repite una y otra vez que no es por celos. Pero esta vez quizá le gusten demasiado; y quizá tenga una razón que se le escapa de las manos, porque no es inmune a todos los poderes, sobretodo a los del encanto.
Notas: Escrito para el concurso de crossover que se realizó en fb en el grupo de ToHo Eventos. Jamás se concluyó, así que pedí un banner porque ~necesitaba~ verlo en gráfico lol Advierto desde ya que quizá no tenga mucho sentido y que yo sólo quería la escena del lime porque sí.
Agradecimientos a Luminous Trace por el banner.
Lose yourself
La mañana de un martes cualquiera, Sam llegó a la escuela en compañía. No era la compañía habitual, porque le había dicho a sus amigos que tenía cosas que hacer y se había ausentado el lunes; era una compañía nueva, un poco estrafalaria a la simple vista de los simples estudiantes de Casper High.
En realidad era una compañía que la hacía lucir muy bien, con ese resplandor alegre en sus ojos y una sonrisa sincera con ese toque un poco siniestro de cuando estaba siniestramente feliz. Era un chico el que venía a su lado, un chico alto y con una gran mohicana negra, pero que más que verse rudo con toda esa indumentaria de cadenas y collares, se veía… bien. Porque no podía decir “hermoso”, y “femenino” quizá sería un adjetivo un poco grosero.
Evidentemente era gótico, o algo muy parecido a eso, con toda esa individualidad, mirando a todos desde unos (por lo menos) cinco centímetros más de altura, sonriendo, con esa sonrisa que provocaba mirarlo y mirarlo y mirarlo y… era por eso que se veía bie junto a Sam y fue por eso también que Danny supo de inmediato que era un mal presagio.
Lo sabría él, que cada vez que alguien desconocido había venido a Amity Park había tenido que lidiar con más problemas de los que a sus dieciséis le gustaba lidiar. Como ese chico ¿Gregor?, que había sido un completo dolor en el trasero, intentando salirse con la suya a base de mentiras. (Intentando salir con Sam).
Detrás de ellos y con unos centímetros más en la normalidad, venía otro chico, uno rubio con aspecto de matón de película (barata) moderna, con toda esa ropa de sobra y sus “fabulosas rastas” como Tucker había dicho, intentando ‘pasar desapercibido’ tras los otros dos y caminando con calma por el pasillo. El chico de las plataformas y el de las rastas se murmuraban cosas entre ellos dos, probablemente en otro idioma porque su amiga ponía cara de no entender nada y era difícil que Sam no entendiera algo, era una chica muy lista.
Iba tan ensimismado (o ‘enélmismada) que no los vio a lo lejos, como solía hacer, y siguió dando su tour al extranjero, que le hablaba, tocaba y sonreía con demasiada naturalidad.
Danny y Tucker no vieron más a Sam hasta la hora del almuerzo, quien evidentemente aún estaba con aquellos extranjeros, hablando y riendo como si no hubiera más mundo fuera de ellos. Tucker sugirió que quizá querría estar un poco más a solas con sus amigos, ya que parecía que no habían terminado de hablar, pero evidentemente Danny no estaba de acuerdo. De hecho estuvo tan en desacuerdo que trotó hasta la mesa en la que ellos estaban sentados y se situó en el reducido espacio junto a Sam, sin ninguna invitación, ¿y por qué la necesitaría para sentarse junto a su amiga de años? A ella por supuesto que no le hubiera importado, salvo por el hecho de que Danny se sentó tan cerca que la empujó y ella empujó al chico gótico sentado a su lado, que puso una linda y graciosa cara de sorpresa.
—Hey, Sam —la chica lo miró con el ceño fruncido, como cada vez que alguien hacía algo que no le gustaba, el entendimiento pareció golpearla como una roca a la cabeza y abrió la boca para expresar lo indignada que se sentía al respecto pero Danny no la dejó hablar, porque él también estaba indignado, sabía lo que eran: celos —¿Quiénes son tus amigos?
Sam sonrió, porque si él quería seguir con ese ridículo juego, ella podía también. —Danny, estos son Bill y Tom. Bill, Tom, estos son Danny y Tucker.
Tucker, que extrañamente se había limitado a sonreír y ser amable como nunca lo hacía, quizá intimidado aún por la imponente presencia de los extranjeros.
Cuando Danny extendió su mano para saludar a Bill, en un gesto de reto más que de cortesía, el otro chico lo miró directamente a los ojos, sin la intención de corresponder la muda acusación, simplemente como un gesto de reconocimiento, Danny tuvo el impulso de querer convertirse en fantasma y salir volando de ahí. Estaba seguro de que sus ojos se habían tornado verdes por un segundo y se le había erizado la nuca, como un electrochoque, un escalofrío que le subió por la garganta idéntico a su sentido fantasma y se petrificó como si tuviera un cubo de hielo en sus pantalones. En un segundo estaba completamente pálido y al siguiente podía sentir todo el calor de golpe en su cara.
Tom soltó una risita y Danny jaló su mano como si le quemara el contacto, cerrando en un puño.
—Yo soy Tom —le extendió la mano pero, absorto como estaba, Danny le extendió a Tom la mano izquierda; la derecha guardada para sí mismo. El efecto fue parecido, como un choque en su columna vertebral, un choque suave, como helado de yogur sobre tu lengua, pero esta vez se cuidó de no mirarlo directamente. Cuando le devolvió su mano, Tom sonrió, se levantó de su asiento, se estiró y le dio la mano a Bill para que se pusiera de pie —Y es un placer conocerlos, pero creo que tenemos que irnos ya. Te llamaremos más tarde, Sam.
Bill asintió, tomó su mano y se levantó, se despidieron de Sam con un beso en la mejilla y algunas palabras que ni Danny ni Tucker lograron entender, un asentimiento de cabeza y se marcharon.
Fue Tucker el que preguntó quién rayos eran su nueva amiguita gótica y su compañero el rapero. A Sam no le hizo gracia, así que aprovechó el timbre para librarse de Tucker. Danny, sin embargo, se quedó ahí sentado hasta la última campana.
Tenía un año hablando con Bill, lo había conocido en una página de poesía amateur y se habían llevado bien con rapidez. A Bill le interesaban los temas sobrenaturales y era un campo del que Sam tenía mucho que contar. Un mes atrás Bill la había sorprendido con la noticia de que él y Tom irían desde Alemania hasta California y aunque no les quedara cerca, tenían la intención de ir a visitarla si no le molestaba, pero Sam estaba tan emocionada que les ofreció su casa para quedarse.
Danny, quien probablemente debía mostrarse consternado ante aquella noticia, no fue capaz de hacer reproche alguno.
Sabía que algo iba mal pero no lograba conectar una idea con otra.
La siguiente vez que vio a Bill no estaba con Sam o con Tom, lo abordó en la tienda de videojuegos.
—¡Hey, Danny! —su Barbilla Roja había terminado con Crash Nébula en el round que acababa de terminar, así que Danny no podía utilizar el juego como excusa. Esperaba no tener que volver a encontrarse más con el chico en lo que quedaba de su estancia en Amity Park, pero evidentemente no tenían intenciones de marcharse pronto si andaba paseando tan despreocupadamente por ahí, así que Danny suspiró derrotado, aun sintiendo esa alarma en su cabeza que le decía que era mejor mantenerse lejos, le sonrió como pudo para corresponder el saludo.
—Hey, Bill. ¿Juegas? —Más que preguntarle por cortesía lo hacía porque jugando no tendría que hablar demasiado y entonces no sería necesario mantener una conversación.
—Oh, no, Tom es más de eso que yo.
—¿Viniste con él?
—Seh, pero entró a la tienda de música y de ahí no hay quien lo saque, así que vine a dar una vuelta mientras tanto, cuando termine me llamará o algo.
—Oh…
—¿Y tú?
—¿Yo? —Bill rió, con aquella pequeña risa que lo ponía nervioso, como cuando no sabes si algo es gracioso o se están burlando de ti.
—¿Viniste con Sam?
—¿Sam?
—A ella le gustan los videojuegos y también tú, así que es una buena combinación, ¿no? —Danny se sonrojó y comenzó a balbucear algo acerca de “nosotros no… ella es… nosotros somos” y Bill ya se sabía los pronombres así que suspiró y cambió la conversación. No era su asunto si las personas no querían admitir sus sentimientos, eso también era más de Tom; además, mejor para él —.¿Quieres un helado? Yo invito.
Los ojos azules del chico lo miraron delatando desconfianza antes de aceptar con un encogimiento de hombros inseguro.
—Nosotros no estamos saliendo —dijo Bill de pronto.
—¿Qué? —Danny, que había estado mirando distraído a su malteada no supo de qué rayos le estaba hablando.
—Sam y yo, no estamos saliendo. Creo que te dio esa impresión, pero nosotros, bueno, ya sabes, no estamos saliendo.
—No creo que tenga nada que ver conmigo la gente con la que Sam sale o no.
—Claro que sí, ustedes se conocen de hace años, por supuesto que te importa con quien sale o no. Si a uno le gusta alguien, claro que le importa si ese alguien sale con alguien más, sería como decir que a mí no me importa con quién sale Tom.
Danny se atragantó de la impresión, y por primera vez desde que habían comenzado a insinuarle su relación con Sam, no había sido por eso.
—¿Tú y Tom…? Es decir, ¿ustedes son…? ¿Tú y Tom están saliendo?
—Algo así… pero ese no es el punto, lo importante es que Sam no está saliendo con nadie. Y tú tampoco.
Danny debió darse cuenta antes, ¿cómo no se había dado cuenta antes? No que él tuviera algún problema con ‘ese tipo’ de relaciones, y ya pensaba que esos dos eran extraños (aunque no en esa manera).
Cuando lo miró de nuevo, intentando acostumbrarse a la nueva situación, Bill lo estaba mirando fijamente, con esa expresión de quien trama algo perverso, tan perverso y bien tramado que nadie jamás podría saber qué es sino hasta después de haber sido hecho. Y se perdió de nuevo en aquellos ojos cafés, algo superior a él impidiéndole alejar la vista y el brutal escalofrío que le trepaba por la garganta, como cada vez que se acercaba un fantasma.
Desde la primera vez que se activó su alerta fantasma, Danny no había sentido algo como eso. No era el usual aire frío que acompañaba a los espectros y que alertaba a su mitad fantasma sobre la cercanía de otro ser de su especie, sino algo completamente diferente, casi parecido a cuando Vlad estaba presente, pero distinto aun, un espasmo que tornaba sus ojos verdes por un segundo y le recorría de pies a cabeza, le trepaba por la garganta y se quedaba ahí, no sabía si lo tragaba o lo regurgitaba, sólo se quedaba ahí como quien llama por teléfono y se arrepiente a mitad del primer timbre. Algo que se sentía gélido en su pecho pero tibio e intenso en su vientre.
—¿Quieres… caminar un rato? —si era sincero, Danny no estaba muy seguro de dónde había salido eso, sabía que Tom estaría buscando a Bill y sabía que él tenía que volver con Tucker para hacer lo que fuera que hicieran normalmente, pero justo en ese instante le importaba un bledo lo que se suponía que hacía normalmente. Y Tom no llegó por Bill, así que Danny no volvió con Tucker.
———
Tom estaba sentado a la mesa, mirando por los enormes ventanales del curiosamente acogedor comedor, un árbol enorme que crecía justo enfrente; primero había estado mirando una ardilla que trepó por el tronco pero se había distraído y la había perdido, lo que no impidió que siguiera mirando. Habían pasado aproximadamente diez minutos de que terminó su almuerzo, recogió todo y se sentó ahí.
Suspiró largamente y fue ese el momento que Bill eligió para entrar. —Repíteme por qué estamos aquí. —Bill sonrió ante su cuestionamiento.
—Danny, ¿recuerdas? —No dijo más, le dio una palmada en el hombro y volvió a salir de la habitación.
El interés de Bill por los fantasmas no tenía mucho de haber comenzado cuando encontró a Sam en un extraño foro al que había llegado, no por casualidad, sino por horas de perder el tiempo buscando por su nuevo vicio.
Los pasatiempos de Bill no duraban mucho la mayoría de las veces; llegaban como traídos por el viento de otoño, se asentaban en su cerebro, creaban una red inmensa de situaciones posibles respecto a ellos y, si esa red no lograba enredarse lo suficiente para mantener a Bill en el limbo de la satisfacción, se iban tal cual llegaban y con rapidez. Sin embargo, había un par de ocasiones en el que esos pasatiempos trascendían hasta dejar algo permanente en Bill.
Esa vez fue Sam. Aunque quizá lo correcto sería decir que fue Danny.
Comenzaron a comunicarse por videollamada una tarde que Bill no tenía ganas de escribir y se había pasado el día entero dando clicks y guardando cosas. Después de tres horas de conversaciones sin sentido y que los temas casi se terminaran, Sam soltó “chico fantasma” como si se tratara de la hora o el clima. Tom juraba que Bill se había congelado un minuto entero en su asiento, podía ver la euforia subiendo por su cuerpo y aquel brillo en sus ojos que le decía que estaban perdidos, este pasatiempo había traspasado los límites, su telaraña demasiado firme para soltar a su hermano.
Después de haberlo dicho, Sam se mostraba reticente a dar demasiada información, pero Bill era la persona más persistente que había en el mundo una vez que algo se le había metido en la cabeza: tenía que conocer a Danny Phantom.
———
Bill se lo pidió una sola vez, la mirada directa y sujetando sus manos, y Danny sabía que no debía pero no encontraba ni las palabras ni la motivación para negarse. Se encontró a sí mismo diciendo “claro, ¿por qué no?” y antes de que pudiera pensarlo de nuevo ya se había transformado en el chico fantasma, Sam en la puerta de la habitación, porque claro, ¿dónde más iba a ir Bill? Ella iba a ponerse a gritar seguramente, pero las palabras le quedaron atascadas en un gesto de incredulidad y sorpresa, probablemente porque había escuchado de la conversación mucho más de lo que debía.
Bill se puso de pie, la expresión totalmente relajada, se arregló el cabello y llegó hasta la puerta de la habitación, dispuesto a salir de ahí mientras Danny aún flotaba en el techo y Sam seguía pasmada. —No te preocupes, no tienes que disculparte por no haberme dicho, lo supe desde que me dijiste que tenías un amigo llamado Danny. —le guiñó un ojo, sólo para asegurarse de que supiera que estaba bromeando, y se marchó; Tom esperando por él en la puerta de la mansión.
Las siguientes semanas fueron de tensión, no para Bill, sino para Sam, que buscaba la manera correcta de hablar con él para asegurarse de que no diría nada. Cuando Paulina, poseída por Kitty, se había ‘enterado’ de Danny, su primera reacción había sido amenazarla, pero Bill era su amigo, Bill debería entender.
—Promete que no se lo dirás a nadie.
—Muy tarde. Tom ya lo sabe.
—¿¡Por qué se lo dijiste!?
—Te lo dije, Sam, ya lo sabes, se lo digo todo a Tom. Todo quiere decir realmente todo. Pero no te preocupes, Tom no dirá nada, a él en realidad no le interesa si tu amigo se convierte en fantasma o es un alien o tiene un tercer ojo en la frente o lo que sea.
La próxima vez que Danny salió a cazar fantasmas, Bill estaba ahí.
Para extrañeza y posterior disgusto incomprensible de Sam, Danny había comenzado a sentirse demasiado cómodo cerca de Bill, tanto que se había ofrecido llevarlo a volar para que viera todo Amity Park.
Para Danny cada vez que Bill estaba cerca, era como si el resto del mundo prácticamente hubiera desaparecido, se sumergía en un extraño y profundo sopor, su cuerpo se relajaba por completo y su actitud se tornaba neutral, no sonreía demasiado, no gesticulaba demasiado, era como si se encontrara medio dormido entre soñar y despertar, y cuando no estaba con él se encontraba siempre inquieto, iba de aquí para allá, alerta, esperando por algo que no sucedía y jamás hablaba de lo hecho.
Tomó sólo una semana más para que la única persona con la que Danny saliera fuera Bill, y dos días más para que Bill lo besara por primera vez.
La primera reacción de Danny fue quedarse pasmado. Había invitado a Bill a Nasty Burger, tal como venía haciendo días atrás, llevándolo a lugares al azar sin razón alguna, sólo para mirarlo largamente mientras hablaba, siempre directo a los ojos, aquella sensación extraña asentada en su vientre.
Ese día era viernes por la noche, Danny caminaba con las manos en los bolsillos, mirando al frente como si no hubiera realmente un camino, sólo siguiendo hacia donde sentía la esencia de Bill, escuchando su voz que de pronto se detuvo a la mitad de una palabra para acercarse a él y tomarlo del brazo, jalándolo cerca y juntando sus labios e introduciendo su lengua apenas intentó jalar un poco más de aire.
—Esto no está bien… —logró decir cuando se separaron.
—¿Y te importa? —le retó Bill.
—No.
—Eso es lo importante.
Aquella noche fue más larga de lo que Danny podía asimilar y recordaba de ella sólo la mitad. En parte quizá porque no tenía idea de qué era concretamente lo que había hecho, en parte porque sabía que podía llamarla “su primera vez” y aquella idea era tan difícil de asimilar en su cabeza que se negaba a creerla.
———
—¿Has visto a ese chico? —Le preguntó Bill a Tom cuando acababan de conocer a Danny y habían vuelto a la casa de Sam —Es lindo.
—No tienes decencia ni porque sabes que le gusta a tu amiguita nueva.
—No seas celoso, Tom.
—¡No soy celoso! ¿Quién rayos está diciendo algo de celos? En serio, deberían prohibirte tener amigos, Bill.
—Ya lo haces tú muy bien, Tomi —le respondió antes de dejarle un corto beso en los labios —. Sabes que no es mi culpa que ellos caigan tan fácil.
—Sabes que tampoco es la suya, Bill.
—Bueno, entonces no podemos culpar a nadie.
Hasta ese momento la decisión no había sido absoluta. Tom sabía que iban a Amity Park porque Bill quería al chico fantasma para él, por lo menos una vez, sin importar lo que tuviera que hacer; sin embargo, la decisión no sería absoluta hasta que Bill viera al fantasma detrás del chico.
—¿Has visto a ese chico? —le preguntó de nuevo con el aliento a medias cuando lo hubo visto por fin —Es lindo. Pero en fantasma es tan candente que evapora y congela al mismo tiempo.
Tom había rodado los ojos y reído, porque la decisión ahora era absoluta y Danny estaba completamente perdido.
———
Del suave y encantador muchacho extraño que había conocido aquel día en la entrada de la escuela no quedó absolutamente nada cuando llegaron al sótano de la casa de Danny; Bill le había pedido que lo llevara a la zona fantasma y ahí estaban, a una puerta de metal de distancia en la que apoyaba su espalda con el otro cuerpo sobre él. No preguntó por qué ni tuvo la sensatez de negarse, simplemente se transformó, tomó su mano y lo llevó hasta ahí, atravesando las paredes como si ni siquiera existieran, labios contra labios en un tacto helado, la misma sensación de cuando se entumece algún miembro de tu cuerpo, un cosquilleo insoportable pero divertido.
La mente de Danny estaba completamente perdida, lo único de él que funcionaba era esa sensación de por fin llenar aquel vacío que sentía cada vez que Bill estaba lejos, una necesidad imperiosa que lo embargaba, un asunto inconcluso y por primera vez desde que su ADN había sido alterado, se sentía mucho más parte del chico fantasma que del muchacho distraído y olvidadizo que había sido sus primeros catorce años de vida. Un ente con un asunto pendiente que se movía alrededor de otro ser, esperando por algo, como un rompecabezas que se completaba sólo con las manos ajenas sobre su cuerpo, recorriendo lentamente una piel sin tacto sólido, el cabello blanco flotando desordenadamente y el vaho helado de su boca que se mezclaba con la respiración tibia y excitada de Bill. Extendió la mano por la repentina necesidad de sujetarse a algo cuando el cierre del traje que no se había quitado desde la primera vez que se lo puso dejó expuesta parte de su pecho y presionó el botón que abría la puerta hacia la zona fantasma; un espectro atrapado entre la niñez y la adultez con la mente congelada en un objetivo que no sabía cómo había llegado ahí.
Bill no le quitó el traje por completo, sólo bajó el cierre lo suficiente para dejar expuesto todo su torso, el espacio suficiente para colar la mano hasta su ingle después de desabrochar sus propios pantalones sin importarle o quizá satisfecho con el hecho de que se encontraban flotando en algún lugar de una dimensión que no era la suya.
En la zona fantasma el cuerpo de Danny era más sólido y el suyo propio se volvía alguna clase de espectro, pero juntos como estaban eran más como una sola entidad intermitente entre lo sólido y lo intangible, gemidos que parecían lamentos espectrales escapando de la boca de Danny cuando Bill sujetó su miembro suavemente, atravesando a veces su piel, otras sosteniendo firmemente, acariciando hasta que lo tuvo duro entre sus dedos, preguntándose de pronto si el semen fantasma sería del mismo color, una cavilación y una sonrisa de burla antes de poner sus miembros juntos y friccionar con ansias.
Bill no quería demasiado, sólo complacer de vez en cuando alguno de sus sueños, porque era un chico que soñaba y no creía justo que ninguno de ellos se volviera realidad, no sí él podía hacer que se cumplieran, incluso si tenía que pasar sobre la voluntad de alguien más, incluso si tenía que manipularlo un poco. Un poco, sólo un poco, porque no era su culpa tener habilidades que otros no tenían, incluso sobre otros con habilidades especiales, o incluso si habían pasado a mejor vida, a medias o no. Bill sólo quería un poco del chico fantasma, una probada larga pero inofensiva, como el sudor frío y espectral que le resbalaba por el cuello; era curioso alguien como Danny, que no se había cuestionado hasta ahora a sí mismo si es que vivía o moría, que no tenía un conflicto consigo mismo porque hasta ahora seguía siendo un humano, su parte viva seguía viva pero, ¿qué pasaría cuando muriera? Había algo inconcluso en el hecho de que fuera mitad fantasma, pero era tan distraído que seguro nunca se lo había cuestionado. Danny estaba vivo, podía sentirlo en él, contra él, en el calor centrado en su zona sur; pero también no estaba vivo sin necesariamente estar muerto, Bill sólo quería saber hasta qué medida podía ser un intermedio, con todo ese calor entre las piernas que se volvía un frío intenso en sus manos, esas con las que le acariciaba la espalda y se sujetaba a sus caderas, y el vaho helado que salía de su boca en convulsiones incontrolables que no permitían que se tragara los gemidos y jadeos que no quería dejar escuchar, esos que le causaban escalofríos como cuando escuchas rechinar una puerta o caer algo a mitad de la noche cuando no hay nadie más en casa y estás en total oscuridad, algo que oscilaba entre lo excitante y lo aterrador.
Bill descubrió a los trece que él y Tom eran diferentes al resto de las personas. No eran simples chicos y, además del cambio hormonal, se habían encontrado lidiando con habilidades de manipulación mental que trabajaban sobre los demás casi de forma involuntaria. Bill podía hacer despertar los más bajos impulsos de las personas, aquello que alguna vez pensante, que jamás imaginaste o pretendiste hacer pero sabes que es posible, que aunque no esté entre tus intenciones, puede ser hecho. No tus más profundos deseos, no, ese era Tom, Bill sólo servía para trastornar, podía implantar en alguien un hecho al azar que le apeteciera a él y esa persona se encontraría con la inevitable necesidad de hacerlo, sin posibilidad de ser libre hasta que la necesidad fuera saciada.
Así, mientras Bill se encargaba de llenar la necesidad de Danny, una que no había estado ahí hasta que él apareció, Tom se divierte leyendo lo muy ansioso que, en lo profundo, Tucker está por besar a Sam.
El semen fantasma no es de otro color, es de un blanco pálido y viscoso, un poco más brillante que el semen humano, y Danny cae dormido cuando Bill le da el último beso.
Por la mañana, Danny despierta en su cama y Bill no está ahí, los recuerdos son difusos y se siente como si hubiera despertado del sueño más largo de toda su vida, la niebla que cubría sus ojos desapareciendo poco a poco.
El hechizo había comenzado cuando se miraron a los ojos por primera vez, pero la semilla no había sido sembrada sino hasta que Danny pensó en el hecho de que Bill y Tom estaban ‘juntos’, la idea de dos hombres juntos clavada en sus entrañas hasta que la experimentara por sí mismo.
De entre los recuerdos difusos había rescatado la primera vez que se besaron, pero cuando encaró a Bill al respecto, asegurándose de que nadie más podría escucharlo, la respuesta fue una burla divertida y un “Danny, Tom y yo somos hermanos”, porque aparentemente Bill no había dicho que estaban saliendo, había dicho que “algo así”, y tener un hermano aparentemente era algo muy parecido a salir con alguien. Por lo menos un hermano gemelo…
Tom y Bill se marcharon de Amity Park apenas una semana después de que Danny recuperara por completo la voluntad sobre sí mismo. Sam nunca se enteró, aunque no necesitaba hacerlo para llegar a la resolución de que quizá no debería hablar con Bill nunca más. Danny tampoco volvió a hacerlo, pero un encuentro había sido suficiente para él; no era la mitad viva o la mitad que aparentemente no vivía porque podía ser llamado fantasma, él era algo en el medio, algo que no debía existir pero lo hacía, y que a pesar de todo todavía podía ser vulnerable.
Me gustó mucho. Nunca había leído algo así y jamas me lo había imaginado siquiera, has combinado mi infancia y adolescencia en uno solo. Y tu forma de escribir también me agradó, no te había leído pero lo haré de ahora en adelante.
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