Categoría: slash
Género: humor(?)
Rating: M
Advertencias: AU, lime, no plot, pwp
Resumen: A Tom siempre le gustó la gente pelirroja, y en mitad de la canción, Gerard estaba en llamas.
Notas: Caín cumplió años. Caín cumplió años y escribió algo FABULOSO para mi cumpleaños y teníamos esto cociendo desde no sé cuándo y obviamente no es lo que hubiera querido, hubiera querido que fuera tan fabuloso como Caín se merece, pero tengo la impresión de que si no lo hacía ahora que pensé "hey, hagámoslo ahora" no iba a hacerlo nunca. Así que, Cain, ya puedes lincharme porque tu regalo debería ser como un millón de veces mejor que esto, pero te lo hice con amor D'; LO SIENTO NO SÉ QUÉ ES ESTO PERO TE AMO MUCHO!!
Infinitos agradecimientos a Luminous Trace, que siempre me hace hermosos banners ;w;
Música: My Chemical Romance - Planetary (GO!)
GO!
A Tom siempre le gustó la gente pelirroja. Besó a Bill por primera vez cuando tenían trece y le dio por usar el tinte que su mamá había dejado en el baño, simplemente no se pudo contener, el maquillaje le corría un poco por la comisura de los ojos y el tinte le escurría por la nuca, toda la piel le brillaba roja y Tom tuvo que tomarlo por los hombros y besarlo como si se estuviera acabando.
Tenía un crush del tamaño de Texas con Ariel pero no dejaba que nadie supiera que se haía visto La Sirenita diez veces.
Tampoco dejaba que nadie supiera que podía mirar a su madre hacer el desayuno durante horas, porque le gustaba como le caía el cabello por la espalda mientras cocinaba.
Por eso cuando lo vio se le secó la boca y le hormiguearon las manos, toda la sangre bombeando a lugares incorrectos y el cuerpo vibrando. Era un chico, cabello corto con mechones que le colgaban al frente como si la estilista le hubiera metido tijera sin siquiera mirar y evidentemente artificial, un rojo tan intenso que le dilataba la pupila; era un chico común y corriente, un chico común y corriente con un pelo rojo que lo dejaba ciego y hacía que le temblaran las manos, con una sonrisa adorable para estar entre los veinte y una energía sofocante, brincando de un lado a otro, las manos en alto sacudiendo su cabello y sí, Tom definitivamente tenía la boca seca y los pantalones apretados aunque eran talla y media más grandes.
Sonrió y maldijo al mismo tiempo y agradeció que las luces parpadearan y el ruido fuera demasiado intenso porque necesitaba tocarse YA o iba a golpear a alguien hasta que le sangrara la mano; quizá ya le sangraban los ojos, el rojo desbordando su cerebro. Brillante, llamativo, la sonrisa del chico que lo miró por un segundo y debió darse cuenta que le estaba babeando encima desde la distancia porque paró un segundo, giró las caderas y se sacudió con fuerza como si acabara de tener un orgasmo y Tom tuvo la impresión de que había sido él el que acababa de correrse.
Se llamaba Gerard, se lo murmuró al oído cuando lo tuvo tan cerca que podía oler su sudor mezclado con cerezas. "Tom", le dijo, más en un gemido que en una presentación y Gerard les unió por las caderas, las manos en los hombros mientras seguía saltando, moviéndose como si hubiera sido poseído por alguna serpiente.
Había alguien cantando en el escenario, Tom lo sabía porque Andreas los había arrastrado a algún concierto, pero, Tom sólo veía cabello rojo que le hacía cosquillas en las mejillas, sólo escuchaba gemidos que pretendían ser un "yeah" en mitad del estribillo y manos que le acariciaban el cuello para sostenerse cuando la intensidad de la canción le pesaba demasiado para mantener la cabeza en su lugar y decidía echarla hacia atrás, donde Tom podía ahogarse en una clavícula cubierta de sudor, un zumbido en los oídos y testículos anudados dentro de los calzoncillos donde la fricción no parecía suficiente pero no se atrevía a detenerla porque era demasiado.
Había un concierto al frente, pero Tom había perdido de vista a su hermano, no sabía cómo se llamaba y había Gerard al frente, cabello pelirrojo, trasero envuelto en cuero, brazos de porcelana, delineador acabado y caderas que se movían como un maldito vibrador, saltando como si la vida se fuera en ello y cuando la canción se terminara la vida se hubiera acabado y estuviera bien porque nada más valía la pena. Derecha, izquierda y no volver a casa.
Le dijo que se llamaba Gerard, lo dejó gemir su nombre, tenía los ojos claros y el cabello rojo que le daba latigazos cada vez que cantaba el estribillo. Se llamaba Gerard y se pegó a él como una sanguijuela cuando todos comenzaron a saltar como si el jodido estadio se hubiera convertido en una masa entera y uniforme, caderas contra caderas, sujeto por la cintura y gruñendo como un perro con un trozo de carne que alguien intentara arrebatarle, le metió las manos entre las hebras y se corrió tan fuerte que sabía que se había mojado los pantalones; se corrió tan fuerte que estaba seguro que Gerard había podido sentirlo, porque gimió, se encogió, empujó al frente y dejó que le comiera el cuello. Le acarició el cabello hasta que no pudo sentir los dedos.
A Tom siempre le gustó la gente pelirroja. Parecía que estaban encendidos, brillaban como si estuvieran en llamas y quizá sabían a caramelo.
Tom sabía que no sabían a caramelo; sabían a sudor de cerezas, pero sí estaban en llamas.
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