sábado, 7 de diciembre de 2013

Las manchas de Té sobre la mesa {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: slash
Género: hurt/comfort
Rating: PG
Resumen: "la noche fue muy larga, se levantó con el cuerpo entumecido y las lágrimas congeladas dentro sin intenciones de salir, la rabia que hubo se ha evaporado, el cabello que le hacía cosquillas en la nariz no era el suyo, se miraban a los ojos, se rozaban una erección matutina pero se acabó, las líneas irregulares del té las borró Tom de la mesa, la servilleta se fue a la basura"
Música: Whitesnake - Is This Love
Notas: Los que están familiarizados con la última noticia y el cierre del blog de twck.com sabrán más o menos de qué va esto. Los que además me conocen entenderán un poco mucho mejor porqué va esto. Lo dije ya pero lo digo de nuevo that thing called brotherhood? Everything it's about that, sir.
Sé que algunos deben estar de luto y que algunos lloraron de verdad, quisiera decirles que lo siento, pero la verdad es que no; sé que algunos lo afirman y dicen que lo saben, que es la verdad, y bueno, yo no lo sé, a mí no me consta, y si fuera sobre personajes ficticios podría dar bases para sostener mi opinión, pero esto es gente real y no my business, ellos tienen su vida que en nada entra uno, y lo que fue, fue, lo que es, es y lo que será, será, y no lo siento, de verdad. El día que me digan que han dejado de vivir juntos, Tom se casó se mudó lejos y sólo le manda postales a Bill en navidad, entonces sabré que todo se fue al carajo y por ende jamás valió tanto la pena. Mientras tanto, tengo esto que sé que es real y no se pierde ni aunque te mueras; que siguen siendo hermanos, siguen siendo almas gemelas, que las relaciones románticas se pueden terminar pero esto es algo de lo que no te deshaces incluso si te borras el pasado porque lo llevas en la sangre y grabado en el alma con tinta de esa que no borra.

Ahora, esto es como una especie de "despedida". Tengo varios longfics inconclusos y no estoy diciendo que no los voy a terminar aunque soy más espesa que el fango, es sólo que no es que ya no esté sino que ya no he estado, es diferente, confíen en mí. Quiero hacer las cosas que me hagan sentir bien, y sigo escribiendo, pero no me busquen ni me exijan, porque ya no estoy leyendo aquí. No es adiós, sólo un golpe de realismo, porque la verdad es que no paso mucho por acá y todos lo sabemos, no nos mintamos.
Y esto ya es muy largo. Sólo aclarar que lo iba a hacer desde Tom pero recordé que mi primer fic fue desde Bill y por alguna razón entonces pensaba que era más hacia Bill para escribir, así que esto tenía que ser así. Espero que les guste y lo iba a clasificar como hurt/comfort porque eso es lo que es pero la clasificación no está.

Les di la mejor parte de mi vida y ustedes le han dado mucho a la mía, y gracias una vez más. Seguro nos estaremos viendo.




Las manchas de Té sobre la mesa.

Está sentado a la mesa del comedor, la taza entre las manos y usualmente no usan la mesa del comedor, usan la barra de la cocina pero está pasando por un segundo largo en el que siente que no podría hacer nada más.
Se terminó el café; él siempre había preferido el té, pero son las nueve y media de la mañana, se acaba de levantar y agradecería un café.

Se terminó el café, son las nueve y media y el té se ha derramado por los lados de la taza mientras intentaba enfriarlo agitando la cuchara. Y es el segundo más largo que ha tenido desde hace semanas.
Desde que Tom le dijo “se acabó”, se congeló el tiempo y todo comenzó a ir vertiginosamente rápido, su mente procesando como si lo que acababa de terminar era su vida.

No se acabó, su vida, y ahora está teniendo este segundo largo, interminable mientras escucha la ducha como un eco, todo lo demás callado, un segundo eterno de pensamientos en silencio sepulcral.

El café le gusta bien cargado, bien caliente y rebajado con crema, pero el té le gusta tibio, porque en América hacen excelente café pero no hay té como en Europa.

Se le desmoronó encima y es estúpido porque ya lo sabía, lo había visto venir, lo comenzó conociendo el resultado y lo alargó sólo por la necesidad de postergarlo.

Tom se queja a veces por el té así que la última vez que volvieron a casa se trajo una dotación enorme que colocó cuidadosamente en la alacena, y nunca lo admitirá pero jamás le gustó del todo, jamás va a terminar de acostumbrarse. No son una sola persona. Son fragmentos incrustados en el alma del otro pero no son una persona y probablemente Tom había creído que ya lo tenían pero a Bill le faltaba algo, tenía que seguir buscando.
La verdad es que Bill siempre tendrá a Tom mucho más de lo que Tom tiene a Bill, Tom se encuentra en él pero él necesitaba encontrarse, aun si insiste en quedarse. Bill necesitaba seguir buscando, esa parte de sí mismo que algo siempre había mantenido alejada.

Todo lo que encontró fue que era un hijo de puta egoísta más grande de lo que pensó, pero no podía sentir arrepentimiento porque era lo que había estado buscando, y si fue lo que encontró, pues vale, es un grandísimo hijo de puta.

La ducha se detiene, el segundo se convierte por fin en otro y Bill visualiza a Tom, un poco de agua atorada en la barba a la que todavía no termina de acoplarse, una toalla a la cintura, una en el cabello y todo eso que se derrumbó cayó de los hombros de Tom con el “se acabó”, se ha ido por el drenaje junto con tinte para el cabello; todo eso que era demasiado bueno y demasiado malo al mismo tiempo como para ser posible. Siempre demasiado correcto y demasiado equivocado y Bill sabe que Tom va a salir y no es con él, que jamás se tomaron las manos en público, el té está un poco amargo pero no siente la culpa. Sabe que si se acabó es por causa suya, que en el momento en que simplemente pensó la traición todo se había vuelto las cenizas donde hubo fuego, y Tom siempre ha tenido la mejor espalda del mundo, aquella forma en que se aferra a las caderas como si realmente pudieran fundirse y sus pechos que se ensamblan como si estuvieran hechos con molde, pero no siente la culpa, dio un paso y tiró piedras que se convirtieron en avalancha por el precipicio.
Los arrepentimientos nunca fueron lo suyo y lo sabe.

La mesa es de roble y el té que derramó se ha secado ya en círculos deformes y gotas que se esparcen.

Tom lo sabe también. Pasó los últimos meses buscando el momento correcto de decir “se acabó” mientras pretendían que podían seguir en pie cuando ambos sabían que lo de Bill no eran los arrepentimientos y lo de Tom no era tampoco perdonar. Ninguno de los dos era mártir.

Lo dijo cuando terminó de ponerse el pantalón del pijama, sentado en la cama con las piernas cruzadas y dándole la espalda para que le trenzara el cabello. Dijo “Bill” como si fuera a preguntar la hora, y él dijo “hm” con las manos masajeándole el cuello, “se acabó”, y la habitación es más amplia que el recibidor pero nunca había sido tan grande.

Esa noche durmieron abrazados, se aferraron fuerte el uno al otro porque el mundo se hacía pedazos; así de lejos, así de cerca, envueltos en todo lo que eran, lo que fueron, lo que no debieron, lo poco que les importó, lo mucho que resultó, lo que nunca fueron y lo que siempre serían y enredaron las piernas pero no se tocaron.

Si Bill tuviera la oportunidad de decir “no, no se acabó” lo haría y le arrancaría la ropa a pedazos y se lo comería vivo y enteró como siempre les ha gustado, pero no la tiene, porque es un “se acabó” que tenía meses germinando, que estaba ahí desde el principio, y se ha llevado un pedazo de su vida, pero no la que lo mantenía respirando. Porque si tuviera una segunda oportunidad probablemente haría lo mismo de nuevo y seguiría sin poder arrepentirse.

Suspira y una servilleta húmeda limpia los restos de té que se han quedado pegados a la mesa por el azúcar, la voz de Tom se siente pesada y “te dije que usaras portavasos” “pft”, porque se lo dijo cuando tenían dieciséis y se lo recuerda todos los días, usa un portavasos, no manches la madera, no dejes tus zapatos tirados, baja la tapa del baño, coño Bill. Porque se sienta frente a él con su propia taza de té, le dice “necesito cafeína” la noche fue muy larga, se levantó con el cuerpo entumecido y las lágrimas congeladas dentro sin intenciones de salir, la rabia que hubo se ha evaporado, el cabello que le hacía cosquillas en la nariz no era el suyo, se miraban a los ojos, se rozaban una erección matutina pero se acabó, las líneas irregulares del té las borró Tom de la mesa, la servilleta se fue a la basura, la televisión no tiene nada bueno pero igualmente se pelean por el control, Bill dice que no alcanza a leer los subtítulos del diálogo en español de la mala película norteamericana en la que se detuvieron, “pues igual es porque estás como bizco” “ja, ja, pues igual es porque eres un descerebrado”, y cuando ella llega y toca la puerta igual se miran a los ojos por largo rato, en silencio, hasta que además de la puerta es el celular.

Tom se pone de pie, le dice antes de salir que no incendie la casa. Ya no está enojado, ya no lo deja de lado, tampoco se aferra a él con la intención de lastimarlo y todavía le pide que lo peine antes de dormir.
Igual la cama está muy fría y tienen el corazón medio roto, pero están ahí cuando hay que escuchar el chiste local sobre el programa aquel que claro que no vieron porque era para chicas, e igual la cama está fría porque ya empezó el invierno.


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