Categoría: slash
Género: au, humor, romance
Rating: PG
Resumen: “está asomado por la ventana, recargado en el marco, con casi medio cuerpo fuera, mirando hacia arriba y sujetando algo en la mano con toda la intención de arrojarlo, y Tom de inmediato sabe qué es lo que está pasando, lo que no entiende es por qué.”
Música: Capital Cities - Safe And Sound
Notas: Para el reto de Autores de fanfic en fb
Propuesta elegida: 1.- Bill escucha todas las noches un sonido peculiar en el cuarto de su vecino (viven en un apartamento) y le envía un mensaje diciendo “todas las noches escucho que usas tu consolador, si quieres las puertas de mi apartamento están abiertas para que pruebes lo real” (o algo así) a lo que su vecino, Tom, le responde: ¿De qué carajos hablas? Es mi cepillo de dientes (los que son eléctricos). Y Bill le termina diciendo: La oferta sigue en pie. Lo que quiero y dejo a la imaginación es lo que puede pasar después de eso.
Tom ha vivido en su apartamento por dos semanas cuando escucha por primera vez piedras en su ventana. No le parecería tan extraño si no fuera porque acaba de llegar a la ciudad, no conoce a nadie, y vive en el quinto piso del edificio en un apartamento que da hacia un callejón.
Lo escucha por primera vez a media tarde cuando está mirando la televisión, y por un momento cree que es el programa; lo escucha tres veces más antes de que se detenga y después no más, así que resulta fácil encogerse de hombros e ignorarlo.
Pasa una semana para que vuelva a escucharlo, pero cuando lo hace se encuentra en el baño y es increíblemente fácil pasarlo de largo.
Tres días después de eso está buscando comida en el refrigerador y decidiendo que tal vez necesita ir de compras cuando lo escucha de nuevo. Levanta la cabeza lentamente y presta atención, lo escucha dos veces más antes de decidir acercarse a la ventana, pero cuando llega ahí ya no hay nada. En ese momento no recuerda especialmente las veces anteriores que lo escuchó, y su cerebro inmediatamente lo remplaza por pensar que quizá alguno de sus vecinos dejó caer algo por la venta, o algún niño ha estado jugando en la escalera de emergencia.
Lo escucha dos veces más antes de decidir que es una cuestión de la que debe ocuparse.
Es un problema de la escalera de emergencia pero definitivamente no es ningún niño jugando. Es el sujeto del apartamento debajo del suyo, lo ha visto una sola vez caminando hacia el ascensor, porque o se levanta muy temprano y no regresa hasta el anochecer, o pasa todo el día dentro del sitio. Tom se despierta a las siete de la mañana, toma clases a las ocho; regresa, se viste, se va a trabajar y llega algo así como a las ocho y media de la noche a dormir. Cuando lo ve son aproximadamente las nueve —lo que significa que apenas se ha cambiado la ropa y comido algo ligero—, está asomado por la ventana, recargado en el marco, con casi medio cuerpo fuera, mirando hacia arriba y sujetando algo en la mano con toda la intención de arrojarlo, y Tom de inmediato sabe qué es lo que está pasando, lo que no entiende es por qué.
El sujeto no trae playera, tiene barba de tres días, más del tipo que llevas cuando has pasado de largo rasurarte que planeado dejarte una barba, su cabello es obviamente no rubio natural, y cuando lo ve le sonríe como que lo ha estado esperando toda la tarde. Porque seguro a estas alturas sabe las horas a las que está o no está en casa y probablemente lo ha estado esperando toda la tarde.
—¡HEY! —le grita agitando una mano, la misma en la que sujeta lo que sea que estuviera pensando arrojar a su ventana.
—¿¡Qué demonios estás haciendo, tío!? —le grita de regreso, porque no puede pretender que no lo ha visto.
—¡Absolutamente nada! ¡Pero si quieres unirte y ayudarme a hacer nada, eres bienvenido! —Le dice, arrojando lo que trae en la mano y Tom lo agarra al vuelo, distrayéndolo lo suficiente para casi no asimilar lo último que dice, —¡Puedes traer tu vibrador contigo, si quieres!
—¿Qué…? ¿Cuál…? ¿¡De qué coño hablas, tío!?, ¡yo no tengo ningún maldito vibrador! —es mentira, hay un par en la colección de juguetes que tiene debajo de la cama, pero no los ha usado desde que llegó ahí, asentándose a su nuevo ambiente.
—¡Eh, que no hay de qué avergonzarse, te he oído usarlo todas las noches desde que llegaste!
Y le golpea como agua fría, porque Tom tiene una rutina, y hace exactamente la misma serie de cosas todos los días antes de irse a dormir. —¡Es mi maldito cepillo de dientes!
Sabe que el loco del apartamento de abajo está a punto de responderle cuando alguien se asoma desde la ventana de dos pisos arriba, lanzando maldiciones —¡PRÉSTALE EL MALDITO VIBRADOR O FOLLEN DE UNA VEZ PERO GUARDEN MALDITO SILENCIO!
Se encoje de hombros y le sonríe un poco en un tono de disculpa que de mortificación no tiene nada, incluso si Tom tiene cara de querer esconderse bajo la alfombra. —¡Lo siento tío, otro día será!
—¡BILL! ¡BILL JURO POR DIOS QUE SI NO TE CALLAS DE UNA BUENA VEZ Y DEJAS DE COQUETEAR CON LOS VECINO A MEDIA NOCHE VOY A IR A TUMBARTE LA PUERTA!
—¡TODAVÍA NO ES MEDIA NOCHE, MURRAY, NI SIQUIERA SON LAS DIEZ!
—¡ME IMPORTAN TRES COJONES!
—Me llamo Bill, por cierto. —Dice, esta vez probablemente dirigiéndose a Tom, en vista de que todo el resto del edificio ya conoce su nombre.
—Tom.
—Tom. Tom. Un placer, Tom. —Juega su nombre en los labios por un rato, recargándose más sobre la escalera de incendios y Tom aferra la mano en el marco para detener el impulso de estirarse y sujetarlo; tanta confianza le pone un poco nervioso, le hace querer correr a esconderse debajo de las sábanas y saltar por la ventana al mismo tiempo.
—¿Siempre le gritas por la ventana a los vecinos?
—Hey, que no he sido yo el que ha empezado a gritar, ha sido EL DESQUICIADO DEL PISO DE ARRIBA QUE ESTÁ CELOSO DE QUE ÉL NO TIENE CARISMA.
—¡CARISMA TE VOY A METER POR DONDE NO TE DA EL SOL SI NO DEJAS DORMIR DE UNA BUENA VEZ!
—Entonces sí lo haces a menudo.
—No a menudo, Tom, sólo cuando creo que vale la pena —sonríe y Tom rueda los ojos pero regresa la sonrisa a pesar de sí mismo —Pero contrario a la creencia popular, sí tengo la decencia de dejar dormir cuando sé que se tiene algo importante que hacer por las mañanas. Buenas noches, Tom. —Y le guiña un ojo antes de desaparecer por donde vino.
Cuando Tom deja de estar congelado en el sitio, intentando entender qué exactamente era lo que acababa de pasar, se da cuenta de que todavía está sujetando lo que El Loco del Piso de Abajo —Bill— le arrojó.
Es una piedra, justo como Tom pensó, y la deja en la mesa de noche sólo porque no quiere caminar hasta el baño para depositarla en la basura.
Es media hora después que decide que la mejor de sus opciones es reírse.
El día siguiente, cuando regresa de la escuela, hay una nota pegada en su ventana. Dice “la oferta sigue en pie ;)” en una elegante aunque descuidada cursiva.
Si baja hasta el piso de Bill con el cepillo de dientes en la mano sólo para tocar a su puerta y verlo reírse en su cara, eso nadie más tiene por qué saberlo.
Si ponen en uso el cepillo para métodos poco ortodoxos, eso tampoco nadie tiene por qué saberlo.
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