Categoría: slash
Género: romance, humor
Rating: T
Advertencias: AU, underage
Resumen: Georg sabe que probablemente no encaja, pero es el aroma a café y el humo de cigarrillos de dudosa procedencia lo que lo mantiene ahí cada tarde. Y el hombre de rastas negras detrás del mostrador.
Notas: Este fue escrito para Fran. Pidió algo como un Tom con una librería mística y un pequeño Georg que se 'enamorara' de él o algo así~
A Georg no le gustaba el café,
tampoco era adicto a los cigarrillos aunque recurría a ellos cuando estaba en
extremo nervioso. No le tenía especial afán a ninguno de los dos y, sin
embargo, fue el olor a ambos lo que lo atrajo a aquel lugar. Olía a elegancia.
A caballero.
En realidad olía a tabaco y café
cargado, pero como si llevara un esmoquin.
A Georg tampoco le apasionaba leer,
por eso la sorpresa para con él mismo fue aún más grande cuando, después de
quedarse mirando por cinco minutos desde afuera y decidirse a entrar, descubrió
que aquello era una librería; no muy grande pero sí lo suficientemente
espaciosa, había al fondo una cafetería con todas las letras y alguna clase de
música oriental flotaba alrededor junto con el humo del incienso y la
combinación de olores y sonidos le provocaban el mismo mareo que había tenido
cuando fumó marihuana por primera vez. Debía tener una cara de desconcierto
insólita, y lo que terminó de hacerle cuestionarse si de verdad no estaba
drogado fue el hombre que se acercó a preguntarle si se le ofrecía algo en
especial. Probablemente sí lo estaba, porque no consiguió conectar su cerebro
con su boca antes de comenzar a tartamudear.
Se preguntó también si no se había
transportado a Jamaica, porque entre las rastas negras y ropas verdes del
hombre y la idea de la marihuana en la cabeza, tuvo que cerrar la boca y
sonreír antes de soltar alguna estupidez.
—Nada en especial —fue
lo que pudo articular mientras ahogaba su carcajada. Quizá había opio mezclado
con el incienso.
Georg tenía el
cabello hasta el hombro y se estaba cuestionando si se le podrían ver bien a él
aquellas tripas en la cabeza cuando la voz simple (que difería mucho de la
impresión que el lugar daba) de aquel hombre le llegó de nuevo.
—No vendemos
libros escolares.
—¿Qué? —de
pronto le dio la impresión de que el rastafari blanco se había molestado. Tal vez
era él el que se había molestado.
—Que no
vendemos libros escolares —y sí, se estaba burlando de él, de buenas a
primeras. ¿Así trataba a todos sus clientes? No entendía entonces por qué había
“tanta” gente ahí.
—No vine a
buscar ningún libro, quiero café, señor
—verle fruncir el ceño fue lo que necesitó para saber que estaban en igualdad
ahora. Él no era un crío, cumpliría diecisiete en algunas semanas.
Pese a todo, el
hombre sonrió. —¿Cómo te llamas, señor?
—…Georg —y fue
ahora él quien frunció las cejas.
—Bien Georg, yo
soy Tom, el dueño de la tienda y te informo que no tengo café helado hasta
dentro de media hora, y te lo digo porque no creo que tomes expresso, así que,
si gustas esperar los sillones están al fondo a la izquierda. Puedes tomar
cualquiera de los libros del estante, pero para llevártelo tienes que comprarlo,
porque no somos biblioteca.
Georg asintió y
esperó, hojeando un libro al que no le prestaba atención hasta que un capucchino
de vainilla llegó a él.
Ese día llegó
tarde a casa y su mamá le reprendió (Georg sabía que de haberle dicho que
estaba en la librería, no le hubiese creído de cualquier forma); así que
decidió culpar a Tom de que no lo dejaran salir a la calle por el resto del
día.
No salió en
realidad por el resto de la semana, lidiando con una madre que creía que estaba
quedando con alguna chica; pero pudo descubrir que a Tom le gustaba conocer el
nombre de todos sus clientes, y que estos tendían a ser los mismos la mayoría
del tiempo: gente que lucía cual ratón de biblioteca, universitarios e
intelectuales, algunos otros rastafari y hippies. Se sentía siempre fuera de
lugar, pero siempre drogado por el olor a cigarrillos y café, terminaba
entrando para sentarse siempre en el mismo sillón, fingir leer algún libro al
azar, tomar capucchino y mirar a Tom detrás del mostrador.
Fue viernes cuando
Georg descubrió que Tom era homosexual.
La raíz de su
descubrimiento nació después de ver a Tom coquetear sutil pero obviamente con
uno de sus clientes y, tras conseguir que el chico le diera su número de
teléfono, guardarlo en su cartera y sonreír de forma triunfal.
Tuvo todo el
fin de semana para pensar en aquellas ocasiones en que Tom había ignorado a
alguna chica bonita que le hablaba con excesivo interés. Tiempo que utilizó
también en pensar que lo que hacía podría llamarse acoso; y si acosar a un hombre —encima como ocho años mayor— no lo
volvía alguna especie de homosexual a él también (o un depravado, quizá). Pese a
todas sus cavilaciones, el lunes al salir de la escuela, estaba ahí de nuevo;
se le había convertido en rutina pero no podía parar de disfrutar la embriaguez
que el olor que todo el lugar e incluso el mismo Tom despedía, le causaba.
El jueves llegó
nublado y la librería se vació con rapidez para no volver a llenarse cuando la
lluvia comenzó a caer. Georg llegó ahí mojado, con frío y el aliento cortado;
el olor le golpeó las fosas nasales como una cruda por la mañana; como si, al
no haber nadie más, el humo del incienso, los cigarrillos y el vapor del café
se hubieran concentrado, creando un ambiente espeso en el que Tom leía con
tranquilidad, sentado donde siempre.
La música opacó
el sonido de la campanilla de la puerta y Tom no se percató de la presencia de
Georg hasta que este estuvo lo suficientemente cerca como para taparle la luz. Cuando
levantó la cabeza para saber qué era lo que le impedía seguir plácidamente con
su libro, el menor ya se había inclinado sobre él y aprovechó el movimiento
para juntar sus labios. Fue apenas un roce, pero lo suficiente para helarle a
Tom la sangre y provocarle a Georg un intenso escalofrío.
—Por qué…
hiciste eso —le dijo en el tono más calmado que pudo encontrar, pero con los
vestigios de pánico en la mirada.
—Quería saber qué
tan gay me había vuelto. Supongo que mucho… al menos lo suficiente.
Tom había
reparado en Georg desde el momento en que lo vio entrar la primera vez; lo miró
incluso a través del vidrio, desde dentro del establecimiento, indeciso entre
dejarse arrastrar o no, plantado en la entrada y con la duda patente en su
bonita cara de adolescente.
“El recoveco”
—que era como se llamaba la librería— tenía una clientela selecta porque no se
anunciaba, la gente que iba pasaba la voz y así Tom podía disfrutar de la paz y
satisfacción que no tratar con personas impertinentes le causaba. Por eso,
cuando el castaño se decidió por entrar al fin, Tom no supo si sentirse feliz o
contrariado; y le causó gracia tras la incertidumbre de verse llamado señor en reacción a su actitud hostil,
con toda la impertinencia que un adolescente puede tener.
Georg continúo
asistiendo a la librería a diario y Tom pensó que era cuestión de tiempo para
que dejara de hacerlo; conseguirse una novia o una consola de videojuegos nueva
y no lo volvería a ver. Sabía que era lo mejor, porque un chico como Georg no
tenía nada qué hacer en un lugar así, pero también sabía en sus adentros que le
gustaba tenerlo ahí, desentonando todo, sentado en el sillón y bebiendo
capucchino; que deseaba que no encontrara una novia ni le compraran ese
videojuego nuevo.
No sabía qué
tan mal estaba hasta que no pudo llamar al chico al que quedó de llamar para
salir el fin de semana. No tenía ganas de salir, tenía ganas de ir a la
lilbrería, abrir y esperar a que Georg llegara, se sentara, pidiera su bebida,
tomara un libro y fingiera leer. Georg era guapo y le recreaba la vista, con
todo y que todavía estaba saliendo la pubertad (y le gustaba resaltar aquello
porque sabía que al castaño le molestaba y le ayudaba a sí mismo a mantenerse
en su lugar).
No supo qué tan
realmente mal estaba hasta que Georg lo besó y, en lugar de apartarlo, se quedó
petrificado, con el vértigo subiendo y bajando de su garganta a su vientre, a
través de todo su estómago, y el “quería saber qué tan gay me había vuelto” que
le estrujó el corazón.
El olor a
cigarrillos se había disipado, el incienso se había consumido y el café se
había ya enfriado cuando Georg le dijo a Tom un adiós que le supo amargamente
definitivo.
—Georg —se giró
lo suficiente como para que Tom pudiera ver la bonita sonrisa de su cara —…vuelve
mañana.
Dios mio.
ResponderEliminarEs quizás mejor que mi propia idea en la cabeza porque esperaba a Tom como el perfecto dueño de librería de antaño, sin embargo... No hay sin embargo esto fue mucho mejor *__*
Me encantaron los diálogos, que fueron los justos y necesarios (y si hubieran más estéticamente se vería feo este fiction).
El señor se me pego.
Ame la forma de Georg para descubrir que tan gay era o como eran sus pensamientos sobre los olores de “El recoveco”. Notable.
Y también agradezco de corazón que hayas escrito esto,porque otra vez volví a leer un Torg con mi hermana :) y créeme que chillamos como colegialas.
p.d: Podrías pasar la dirección, como para dejarse caer un día por ahí.
Uf, es una alegría inmensa que te haya gustado. También yo pensé que esperabas el típico dueño de librería vieja, pero mientras lo escribía pensé que de haber hecho eso, me habría quedado un Tom OoC, entonces desistí por el bien del personaje y la interacción con el otro personaje.
EliminarAl principio estaba dudosa de lo que querías por parte de Georg, así que traté de hacerlo lo mejor que pude para mantenerme en la línea de la coherencia. Quería que tuviera su toque de lindura sin dejar de lado su rebeldía y cabezonería, porque era un chico después de todo; espero haberlo logrado, porque si no, no alcancé entonces a entender a qué te referías con "travesuras". No estaba segura de que quisieras un lemon, así que no lo puse porque hubiera quedado muy apresurado.
Yo no soy de poner muchos diálogos en realidad xD Es un alivio que te pareciera bien, porque hay gente que no está acostumbrada a esta forma y no le gusta.
Y si he de ser sincera, la idea nació de los olores. En una ocasión iba yo en el bus y un joven se sentó junto a mí; olía a cigarrillos y café recién hecho, y el olor fue tan increíble, se mezclaba tan bien y le daba un toque tan sofisticado y llamativo, que tenía yo tiempo pensando en ello y cuando tú mencionaste una librería, música docta y un rincón para beber café, pues eso :)
"El recoveco", sin embargo, no es una librería ni un café, sino un restaurant/bar que está en el camino de mi trabajo a mi casa. El nombre me pareció ideal, porque era perfecto para el escondrijo de Tom en el que Georg se refugiaba. No me sé la dirección, sino te la dejaba ):
¡Un honor para mí que hasta a tu hermana le haya gustado! Espero no haberlas decepcionado, y ojalá pueda yo escribir alguna otra cosa que se puedan leer las dos juntas :) Gracias por darme la oportunidad de desarrollar tu idea.
Jajaja cuando uno dice travesuras en cualquier fandom suena tan mal xD pero me gusto la forma en que esa travesura casi infantil de Georg, fue incluso más sensual, más llevadera, más hormonal y sensorial que otra interpretación a mi pedido de "travesura".
ResponderEliminarMe parece cautivante la forma en que nació esta idea para ti, para mi los olores son cosas fundamental en mi vida (no huelo la gran mayoría y sufro mucho con eso: No oler algo quemado y esas cosas que podrían, eventualmente matarme). Pero esa mezcla de olores siempre me han atraído, por eso amo tomar café en lugares que te acepten leer y fumar al mismo tiempo, también porque el olor a libro (sus hojas y su tinta) me han matado siempre de buena forma ;)
¡Y claro que no nos decepcionaste! ¡A ella le a encantado!
Supongo que *susurra bajito* que yo debo agradecerte por esta historia, porque la última vez que leí un fic de TH con mi hermana fue hace ya años, cuando madre encontró a dos mocosas idénticas que estaban castigadas con el internet y sin haberse cambiado el uniforme del colegio leyendo en voz alta como Gustav tenía problemas con Bushido sobre su relación de pareja xD. Ella ya no es tan asidua a estos alemanes, a si que gracias :) es bonito leer de nuevo con ella algo así.
¡Ah! yo ya subiré el material que tengo para unos de tus pedidos, solo que yo si le pongo harto dialogo :3
¡Gracias Moonchild! <3