jueves, 9 de agosto de 2012

En la piel de la guitarra {Tokio Hotel} {J-rock}

Pairing: Miyavi/Tom
Categoría: slash
Género:  romance
Rating: M 
Resumen: Porque él  canta para que lo sientas, no para que entiendas las palabras con los oídos, no, sino con el alma. Él canta para estremecerte los sentidos.





Más que cantar parece que está gimiendo y Tom se pregunta por un breve instante por qué su hermano no hace eso de vez en cuando.
 Más que cantar con la voz, canta con la guitarra, y es que toca de forma tan natural que le parece como si su instrumento estuviera pegado a él desde siempre, y Tom se maravilla porque, no es sólo una guitarra, es su amiga, su hermana, su hija, su amante, su compañera. Parece él mismo articulado en cuerdas y suena como tantas cosas al mismo tiempo que Tom se frustra y se enamora del instrumento de nuevo, como la primera vez que tuvo una en sus manos y supo que eso era lo que definitivamente quería tocar.

Es cuando aquel chico alcanza las notas altas, rasgando  su garganta a propósito y evidentemente sin hacerse ningún daño, que Tom se da cuenta de que no podría entenderle ni aunque supiera japonés, porque su forma de cantar es extraña, gimiente, sensual y arrastrada, y le cuesta un mundo captar alguna de las palabras que dice en inglés. Porque él  canta para que lo sientas, no para que entiendas las palabras con los oídos, no, sino con el alma. Él canta para estremecerte los sentidos.

No era la primera vez que había escuchado de él, no, lo más probable es que no; pero sí es la primera vez que se decidió a indagar sobre él de verdad; alguna chica lo había mencionado en su blog personal. Es por eso que ni bien ha terminado de llegar a Japón, cuando ya ha ordenado a alguien que lo busque y le proporcione su ubicación a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero (una que no tiene en realidad tantos ceros como él hubiera estado dispuesto a poner, pero sí los suficientes como para tener que inventar una buena excusa).

Pasan dos días antes de que pueda tener la información y cuando por fin logra verlo, siente que perderá los estribos; se siente atrapado en la mente de alguna de sus propias fans, y tiene que hacer acopio de toda la madurez de la que está convencido que tiene, para no saltarle encima, tartamudear o comenzar a llenarlo de elogios cuando el hombre se le aproxima y le sonríe con una camaradería que no termina de creerse. Lo escucha, aquella voz tan única en el inglés mejor pronunciado que le ha escuchado a un japonés, diciéndole que le explicaron que el guitarrista de la banda alemana más famosa deseaba conocerlo; Miyavi tiene esa apariencia de estrella de rock que choca con la sensatez que parece llevar siempre encima, y le explica con toda sinceridad, entre apenado y angustiado, que jamás ha escuchado la música de Tokio Hotel. Tom intenta convencerlo de que no tendría por qué conocerla cuando se atreve por fin a abrir la boca, pero aquel hombre es tan entusiasta que, antes de que pueda reclamar nada, ya tiene en sus manos una nota con una dirección, una fecha y una hora; una cita hecha para tocar la guitarra en compañía del mejor guitarrista de Japón. En privado. Exclusivamente él. Y sin poder remediar el hecho de que se siente estúpidamente especial que ni el berrinche de Bill cuando él llega a casa, logra arruinarle el humor.

Aquella noche, Tom tiene un sueño carente de decencia y decide que es culpa de la delgadez de aquel hombre, su increíble cabellera, su hipnotizante sonrisa y la posición de la cantidad indecible de tatuajes que hay en su cuerpo; pero, más que ninguna otra cosa, Tom culpa aquellas manos, las que pudo sentir en todo su esplendor cuando se saludaron, pero de las que está más interesado en mirar cuando entran en acción.
No está seguro de haber juntado la suficiente seguridad pero, cuando el día por fin llega (sin que haya tenido que esperar en realidad demasiado) tiene el orgullo de decir que logró componer algo para el encuentro. Algo nuevo; limpio y fresco. Pero se da cuenta de que no está verdaderamente preparado cuando las cuerdas de la acústica negra de Miyavi son rasgadas y van creando con naturalidad y rapidez tan abrumadoras que pareciera que tienen vida propia.
Entonces Tom se llenó de empatía, apenas complementando las notas; una empatía que no pensó que pudiera existir, porque se siente seducido, como si acariciaran su cuerpo en una muestra de confianza y seguridad abrumadora, y las caricias se vuelven más rápidas, más intensas, más profundas y casi dolorosas cuando el murmullo de la voz ronca se deja escuchar, en una satisfacción arrastrada. De nuevo le parece que estuviera gimiendo, y aquellos gemidos se mezclaran con los jadeos tortuosos, placenteros de la guitarra, que canta; suena tan descarada… o es quizá él quien gime y se regodea. No lo sabe con certeza, lo único que tiene seguro es que, como nunca en su vida, desearía cambiar de piel y volverse de madera; porque Miyavi seduce como si lo que tuviera entre sus manos fueran las curvas de una cadera y Tom mataría por volverse aquella guitarra. De un segundo a otro puede sentir las manos sobre él, las uñas que se le incrustan en la espalda y le dejan caminos musicales grabados en la piel. Tom no sabe si han dejado de tocar pero es ahora su cuerpo el que, movido por las manos indicadas se convierte en un arte sonoro; Miyavi se introduce en él sin parsimonia, apenas removiendo la cantidad de ropa necesaria, como cuando alcanza las notas altas y Tom se estremece en vibraciones tensas. Puede escuchar a sus caderas crujir mientras el otro hombre se abre paso en él como sus canciones lo hacen en la conciencia, y el choque seco de las manos en la madera, ese que incorpora cualquier sonido que pudiera faltar, como si la guitarra fuera el único instrumento necesario, se vuelve húmedo en la base de sus glúteos. Los murmullos roncos en su oído, y al llegar al clímax, tras un orgasmo que se extiende y se extiende como un estribillo interminable, Tom sabe que ha podido escuchar la mejor melodía que podrá formar en su vida.

Miyavi lo mira antes de acomodarse la ropa, tan satisfecho como cuando ha jugado bien con su amante en los conciertos, y Tom sabe que no se quedará en Japón para siempre, pero debe comprar una guitarra nueva antes de irse.

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