domingo, 30 de septiembre de 2012

Amante bandido. {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Miguel Bosé
Categoría: slash
Género: humor, romance
Rating: T
Advertencias: crack!pairing 
Resumen: No era la cama y la obscenidad, sino la luna, las estrellas, las luces tenues, el olor a anís.
Era su voz, sí, que se dejaba escuchar en jadeos irregulares. Su maldita sonrisa perversa y fácil.
Notas: No vean televisión, te incita a hacer este tipo de cosas. En respuesta a un reto que pidieron de Bill/Bosé, pero lo cierto es que ya lo estaba imaginando antes de que pusieran el reto. Lo que sea, hey, es retorcidamente buena pairing.





Cuando Bill decía que sencillamente no podía creer algo era mucho decir, porque había pocas cosas que impresionaran al menor de los gemelos Kaulitz. Curado de espantos estaba y aun así no podía creer lo que miraba.

No estaba seguro si lo que crecía en su pecho era admiración o una atracción mundana que se le antojaba irremediable. Era verlo y saber que "le gustaba". Era escucharlo y saber que "estaba perdido".

—Mmhum...

Tuvo que reírse, porque el hombre era tan descarado que eso, sí, eso, era lo que había exclamado cuando lo vio, y Bill no pudo contener la carcajada. Carcajada ante el escaneó del hombre y la mirada que Tom le echó encima ante el atrevimiento.

Y mierda, mierda, porque le dijo "Hola" y que se llamaba "Miguel de apellido Bosé" y sí, Bill sabía quién era pero jamás imaginó tenerlo de cerca.
No entendía tampoco por qué, o cómo era que su voz sonaba tan "así como sonaba" en vivo y directo; así que tuvo que reírse de nuevo (carcajadas mentales por cortesía y sonrisas indiscretas porque era imposible contenerlas).
Se sentía estúpidamente seducido por un hombre mayor. Y le perturbaba no sentirse perturbado sino complacido.

Tuvo también que maldecir cuando se encontró a sí mismo admirando a aquel "señor" de poco a poco.

—Muchacho —le dijo en español —, siéntate conmigo —y aunque no le entendió fue la gravedad de su voz, el acento que se arrastraba en la 's' y las palmadas en el sillón de cuero de la recepción del hotel lo que lo llevó hasta donde se hallaba sentado Miguel.

No hablaron mucho, no porque no fueran capaces de comunicarse, sino porque prefirieron mirarse fijamente luego de que su hermano chistara y se fuera a su habitación entre murmullos de los que Miguel se mofó.

Era quizá el aire bohemio que desprendía, ese tipo de cosas siempre habían llamado la atención de Bill.
Eran quizá los sonidos roncos y profundos que dejaba salir de vez en cuando, o tal vez que desprendía un ligero y fresco olor a anís. Quiso pensar que la combinación de todo fue lo que lo arrastró hasta la habitación del hombre después de tres horas de no conversar. No, no podían haber sido sus gestos amanerados y la forma en la que pretendía arrastrarlo descaradamente, no, debió ser la tenue luz del recibidor del hotel o que Bill tenía una semana entera trabajando sin parar a tener sexo... más sexo del indispensable.

No fue tampoco que el hombre las mamara con todos sus años de experiencia, ni lo increíblemente seductoras que resultaban las arrugas que se le formaban en la frente al levantar las cejas porque, rayos, Bill también las tenía.
"El tiro por la culata", literalmente, pensó.

Porque Bill no era de los que se dejaba arrastrar tan sólo por la carne, no; aunque plenamente pudiera decir que a este tío los años no le hacían gran cosa. Rayos, estaba bien macizo.
No era que lo elogiara en más de un idioma y a Bill se le subiera el ego hasta las nubes mientras se dejaba tocar aquí y allá, sujetando partes desiguales con rudeza, mirando cada gesto y grabando cada una de sus facciones, disfrutando aquellos malditos gruñidos de satisfacción por no ser nada sutil.

No era la cama y la obscenidad, sino la luna, las estrellas, las luces tenues, el olor a anís.
Era su voz, sí, que se dejaba escuchar en jadeos irregulares. Su maldita sonrisa perversa y fácil.
Porque cuando llegaron a la cama y Bosé se dejó caer en cuatro, con sus movimientos amanerados, no vio la naturalidad de sus gestos, aquella que estaba ahí por la experiencia, Bill reparó en que el frufrú de las sábanas era una mezcla extraña y seductora de melodías.

Que lo estuviera haciendo con un hombre que pasaba los cincuenta, del que su barba le hacía caricias entre besos (recordándole por qué se había dejado la suya), no era ni por lo morboso ni por lo fácil, sino porque, recostado ya sobre la cama, bocarriba y con compañía sólida a su lado, Bill no pudo dejar de pensar "mierda, nos parecemos tanto".

3 comentarios:

  1. Bill, así serás de viejo...okay no.
    ¡Me encantó! ¡Moon!, tú eres una de mis diosas de la escritura y más por ser mexicana *-*

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  2. En todos momentos me imagine a Miguel y no a Bill, de hecho me sentí Bill.

    Y esto fue lo que me mato: "Que lo estuviera haciendo con un hombre que pasaba los cincuenta, del que su barba le hacía caricias entre besos (recordándole por qué se había dejado la suya), no era ni por lo morboso ni por lo fácil, sino porque, recostado ya sobre la cama, bocarriba y con compañía sólida a su lado, Bill no pudo dejar de pensar "mierda, nos parecemos tanto". "

    Nos parecemos tanto con Bosé~

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  3. Acabo de recordar que nunca putas comenté esto y, wow, te amo Moon *-*

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