Categoría: slash
Género: drama
Rating: K+
Advertencias: twc
Resumen: Él simplemente quería alejarse de las personas en su vida; le costó toda su infancia pero sabía que había valido la pena.
Si le preguntaran
y él pudiera responder con total honestidad, diría que lo que realmente quería
era salir de casa. Quería largarse de ahí.
No buscaba la
fama, eso era lo que Bill esperaba, lo que Bill anhelaba, no él. Él simplemente
quería alejarse de las personas en su vida; le costó toda su infancia pero
sabía que había valido la pena.
Se abrazó a su
hermano desde atrás y respiró profundo. Miró a la nada. No importaba cuántos
años pasara y cuántas cosas cambiaran, había dos cosas que se quedarían siempre
igual; siempre porque era lo único que podía superarlo: Bill, y esa necesidad
insana que tenía de recordar el pasado mirando a la nada mientras se abrazaba a
su hermano. Esa soledad que no se terminaba, la desesperación que le embargaba
el cuerpo a pesar de todos los años que había ya de por medio entre esa
angustia, ese dolor y su yo presente. Él ya no era un niño de trece, ya no
vivía con mamá, ya no tenía que escucharla ni soportar sus errores. Ya no tenía
que pelear contra aquella falta de atención que siempre lo hizo sentir que nada
valía la pena. Ya no tenía que apoyar su melancolía en Bill sin que lo supiera.
"Aquí
estoy", recordaba todas las veces que aquella frase había salido de su
boca. "Aquí estoy para ti, Bill; está bien." Aunque no parecía haber
nadie para él.
Tom sabía que
estaba mal, que no debió convertirse en una necesidad para su hermano, que no
debió hacer a un lado toda figura superior a él y convertirse en todo a lo que
Bill seguía y hacía caso; pero ahí estaba, sintiéndose inútil e innecesario, y
ahí estaba Bill, mirándole como si no existiera nada más. Y tenían diez años,
sólo diez años pero papá no estaba y mamá parecía simplemente pasarlo de largo.
"Hagamos
música" le dijo y su hermano no tardó un segundo en decir que sí, porque
si Tom lo decía entonces así debía ser, Tom sabía lo que hacía. Bill confiaba
en él. Él necesitaba que Bill lo necesitara.
Y si se fueron a
vivir juntos fue porque Tom quería, aunque jamás le dijera la verdadera razón:
alejarse de todos. Ni mamá, ni papá, ni ningún miembro de aquella familia.
Lejos, muy lejos donde sólo pudiera quedar la melancolía.
Y si Bill
cambiaba de forma de vestir, de peinar o incluso de caminar era porque Tom
cedía.
Le daba permiso.
Bill era un
hombre ahora, con una opinión propia y decisiones que le pertenecían, pero Tom
sabía que, así como su melancolía, no importaba cuánto tiempo pasara, su
hermano seguiría haciendo absolutamente todo lo que él le dijera, porque la
noción perpetua de que él tenía la razón, de que todo lo que él dijera debía
hacerse porque era lo correcto, se quedaría ahí por siempre.
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