lunes, 29 de octubre de 2012

Freiheit {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: slash
Género: angst, romance
Rating: T
Advertencias: travestismo, AU, chan, violencia, prostitución
Resumen: Libertad era su nombre cuando Tom le conoció.
Lucía tacones altos y sofisticados, el cabello largo y negro, suelto, enmarcando sus finas facciones. Aquellos ojos oscuros delineados y recubiertos por pestañas abundantes; una falda corta y una chaqueta de cuero. Sus labios rojos, su maquillaje intenso y el esmalte de uñas gris.
Su verdadero nombre era Bill; y le conoció una noche mientras transitaba por el parque del centro. Le coqueteaba con descaro, le contoneaba su respingado trasero, y le cobraba quinientos billetes.
Era prostituta...





Libertad era su nombre cuando Tom le conoció.
Lucía tacones altos y sofisticados, el cabello largo y negro, suelto, enmarcando sus finas facciones. Aquellos ojos oscuros delineados y recubiertos por pestañas abundantes; una falda corta y una chaqueta de cuero. Sus largas piernas tan blancas que parecía flotar, y el sonido de sus pasos firmes sobre las superficies aun cuando estaba a catorce centímetros del suelo. Sus labios rojos, su maquillaje intenso y el esmalte de uñas gris.
Sí, esa era "Libertad", haciendo honor a su nombre con cada partícula de sus letras.
Su verdadero nombre era Bill; y le conoció una noche mientras transitaba por el parque del centro. Le coqueteaba con descaro, le contoneaba su respingado trasero, y le cobraba quinientos billetes.
Era prostituta... Libertad era su nombre de trasvesti.

Bill era un alma libre. Bill quería ser libre; eso le dijo a Tom cuando le preguntó la razón de su nombre. "Necesito saber que por lo menos algo en mí es libre", rió amargamente y le sonrió con dulzura antes de volver a atrapar sus labios en un beso húmedo.
Tom había pagado quinientos billetes. Los había pagado una noche tras otra, y cada uno de ellos valía un trozo del alma de Bill. Un trozo de su alma que quedaba tatuado a su piel con fuego.

La primera vez que le vio, Tom pensó que era la mujer más hermosa y vulgar que había conocido jamás; una vulgaridad sofisticada que atraía incluso a kilómetros de distancia. No estaba ahí buscando prostitutas, Tom sólo quería un poco de aire, su vida le asfixiaba.
"Hey guapo" Aquella voz peculiar le sacó de sus cavilaciones; era una mezcla de masculinidad escondida tras un toque de discreta y profunda suavidad. No era su voz real, lo supo desde el primer momento. "¿Cómo te llamas? Yo soy Libertad ¿quieres un poco de compañía?"
No, no quería compañía.
"¿Cuánto vas a cobrarme por un paseo en el parque?" Sabía que era rudo ser tan descaradamente directo, pero "ella" era descarada.
"Sólo por un paseo, la primera vez es gratis porque eres guapo." Se contoneó hasta él y le pasó el brazo sobre el cuello, dejando que se sostuviera en su delgada cintura y caminaron sin rumbo fijo ni palabras durante diez minutos.
"¿Cómo te llamas?"
"Libertad"
"Tu nombre real."
"Bill..."
"Bill... Yo soy Tom"
"No sé por qué me lo dices, no hay razón para saber"
"¿Quieres venir a casa conmigo?"
"Toda la noche te saldrá cara, guapo"
"Dime Tom. ¿Cuánto cobras...?"
"Libertad. Dime Libertad. Son quinientos por noche, Tom"
Aquella noche, Tom llegó a casa y se tiró sobre la cama, se olvidó del mundo y dejó que Bill hiciera su trabajo. La siguiente noche regresó al parque.

Las caderas de Libertad se mecían con suavidad al caminar, y Tom había aprendido a reconocer el traqueteó de sus largos tacones; su altura era desproporcional, pero caminaba erguido, como si todo el mundo a su alrededor fuese tan pequeño que no mereciera ni una pizca de su atención. Su maquillaje era intenso, como un agujero negro; sus labios perfilados en carmín, lucían más voluminosos de lo que eran cuando el rostro de Bill estaba libre de cualquier máscara. Tom lo sabía porque Bill se había quedado a su lado incontables noches, y siempre se marchaba al alba después de lavarse la cara y robar comida de su frigorífico.
Tom volvía cada noche con la esperanza de encontrarlo libre. Sabía que no era su único cliente.
"Libertad". Eso era lo que Bill buscaba, lo que anhelaba más que nada. Se había ido de casa a los catorce, y entrado en el mundo de la prostitución a los quince. Hace cinco años, Bill había abandonado toda esperanza de castidad. Sólo necesitaba valerse por sí mismo.
Algunas noches, cuando Tom se atrevía a besar sus labios por periodos especialmente largos, Bill lloraba y clamaba su nombre en sollozos ahogados. Le pedía una y otra vez que le llamara Libertad mientras le dejaba penetrarlo con fuerza y se aferraba a su espalda, clavando sus estilizadas uñas.
"Algún día... seré famoso. Entonces te arrepentirás de haberle dado tu dinero a alguien que no lo necesita más." se rió de él mientras se fumaba un cigarro.
"¿Famoso?"
"Seré modelo. El mejor de todos y la gente me buscará para mirarme, y alabarán mi belleza."
"Yo ya lo hago, Bill..." Sonrió y le miró con ternura, como si fuese el niño más ingenuo del mundo.
"Libertad, Tom, 'Libertad'."
Aquella noche tuvieron sexo un total de tres veces, Bill lloró durante toda la noche mientras Tom le envolvía completo en besos, lamiendo cada parte de su piel, metiéndose entre su falda, deshaciéndose de la femenina ropa interior, acariciando todo el largo de su miembro. Bill era un hombre. Un hombre que se restregó contra él con necesidad y desesperación mientras ronroneaba entre sollozos y jadeos.
"Bill... Te amo."
Tom no le volvió a ver después de aquella noche. Bill le robó y se marchó siquiera Tom se hubo quedado dormido. Un relicario viejo que jamás recuperaría, y un par de tacones que se quedaron en su casa era lo único que le quedaba.

"Libertad" era la nueva sensación del mundo de las pasarelas. El mejor modelo masculino que Europa hubiese tenido en décadas.
Tom sonrió, y salió en dirección al parque.

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