Categoría: slash
Género: angst, romance
Rating: T
Advertencias: travestismo, AU, chan, violencia, prostitución
Resumen: Libertad era su nombre cuando Tom le conoció.
Lucía tacones altos y sofisticados, el cabello largo y negro, suelto, enmarcando sus finas facciones. Aquellos ojos oscuros delineados y recubiertos por pestañas abundantes; una falda corta y una chaqueta de cuero. Sus labios rojos, su maquillaje intenso y el esmalte de uñas gris.
Su verdadero nombre era Bill; y le conoció una noche mientras transitaba por el parque del centro. Le coqueteaba con descaro, le contoneaba su respingado trasero, y le cobraba quinientos billetes.
Era prostituta...
Libertad era su
nombre cuando Tom le conoció.
Lucía tacones altos
y sofisticados, el cabello largo y negro, suelto, enmarcando sus finas
facciones. Aquellos ojos oscuros delineados y recubiertos por pestañas
abundantes; una falda corta y una chaqueta de cuero. Sus largas piernas tan
blancas que parecía flotar, y el sonido de sus pasos firmes sobre las
superficies aun cuando estaba a catorce centímetros del suelo. Sus labios
rojos, su maquillaje intenso y el esmalte de uñas gris.
Sí, esa era
"Libertad", haciendo honor a su nombre con cada partícula de sus
letras.
Su verdadero
nombre era Bill; y le conoció una noche mientras transitaba por el parque del
centro. Le coqueteaba con descaro, le contoneaba su respingado trasero, y le
cobraba quinientos billetes.
Era prostituta...
Libertad era su nombre de trasvesti.
Bill era un alma
libre. Bill quería ser libre; eso le dijo a Tom cuando le preguntó la razón de
su nombre. "Necesito saber que por lo menos algo en mí es libre", rió
amargamente y le sonrió con dulzura antes de volver a atrapar sus labios en un
beso húmedo.
Tom había pagado
quinientos billetes. Los había pagado una noche tras otra, y cada uno de ellos
valía un trozo del alma de Bill. Un trozo de su alma que quedaba tatuado a su
piel con fuego.
La primera vez
que le vio, Tom pensó que era la mujer más hermosa y vulgar que había conocido
jamás; una vulgaridad sofisticada que atraía incluso a kilómetros de distancia.
No estaba ahí buscando prostitutas, Tom sólo quería un poco de aire, su vida le
asfixiaba.
"Hey
guapo" Aquella voz peculiar le sacó de sus cavilaciones; era una mezcla de
masculinidad escondida tras un toque de discreta y profunda suavidad. No era su
voz real, lo supo desde el primer momento. "¿Cómo te llamas? Yo soy
Libertad ¿quieres un poco de compañía?"
No, no quería
compañía.
"¿Cuánto vas
a cobrarme por un paseo en el parque?" Sabía que era rudo ser tan
descaradamente directo, pero "ella" era descarada.
"Sólo por un
paseo, la primera vez es gratis porque eres guapo." Se contoneó hasta él y
le pasó el brazo sobre el cuello, dejando que se sostuviera en su delgada
cintura y caminaron sin rumbo fijo ni palabras durante diez minutos.
"¿Cómo te
llamas?"
"Libertad"
"Tu nombre
real."
"Bill..."
"Bill... Yo
soy Tom"
"No sé por
qué me lo dices, no hay razón para saber"
"¿Quieres
venir a casa conmigo?"
"Toda la noche
te saldrá cara, guapo"
"Dime Tom.
¿Cuánto cobras...?"
"Libertad.
Dime Libertad. Son quinientos por noche, Tom"
Aquella noche,
Tom llegó a casa y se tiró sobre la cama, se olvidó del mundo y dejó que Bill
hiciera su trabajo. La siguiente noche regresó al parque.
Las caderas de
Libertad se mecían con suavidad al caminar, y Tom había aprendido a reconocer
el traqueteó de sus largos tacones; su altura era desproporcional, pero
caminaba erguido, como si todo el mundo a su alrededor fuese tan pequeño que no
mereciera ni una pizca de su atención. Su maquillaje era intenso, como un
agujero negro; sus labios perfilados en carmín, lucían más voluminosos de lo
que eran cuando el rostro de Bill estaba libre de cualquier máscara. Tom lo
sabía porque Bill se había quedado a su lado incontables noches, y siempre se
marchaba al alba después de lavarse la cara y robar comida de su frigorífico.
Tom volvía cada
noche con la esperanza de encontrarlo libre. Sabía que no era su único cliente.
"Libertad".
Eso era lo que Bill buscaba, lo que anhelaba más que nada. Se había ido de casa
a los catorce, y entrado en el mundo de la prostitución a los quince. Hace
cinco años, Bill había abandonado toda esperanza de castidad. Sólo necesitaba
valerse por sí mismo.
Algunas noches,
cuando Tom se atrevía a besar sus labios por periodos especialmente largos,
Bill lloraba y clamaba su nombre en sollozos ahogados. Le pedía una y otra vez
que le llamara Libertad mientras le dejaba penetrarlo con fuerza y se aferraba
a su espalda, clavando sus estilizadas uñas.
"Algún
día... seré famoso. Entonces te arrepentirás de haberle dado tu dinero a
alguien que no lo necesita más." se rió de él mientras se fumaba un
cigarro.
"¿Famoso?"
"Seré
modelo. El mejor de todos y la gente me buscará para mirarme, y alabarán mi
belleza."
"Yo ya lo
hago, Bill..." Sonrió y le miró con ternura, como si fuese el niño más
ingenuo del mundo.
"Libertad,
Tom, 'Libertad'."
Aquella noche
tuvieron sexo un total de tres veces, Bill lloró durante toda la noche mientras
Tom le envolvía completo en besos, lamiendo cada parte de su piel, metiéndose
entre su falda, deshaciéndose de la femenina ropa interior, acariciando todo el
largo de su miembro. Bill era un hombre. Un hombre que se restregó contra él
con necesidad y desesperación mientras ronroneaba entre sollozos y jadeos.
"Bill... Te
amo."
Tom no le volvió
a ver después de aquella noche. Bill le robó y se marchó siquiera Tom se hubo
quedado dormido. Un relicario viejo que jamás recuperaría, y un par de tacones
que se quedaron en su casa era lo único que le quedaba.
"Libertad"
era la nueva sensación del mundo de las pasarelas. El mejor modelo masculino
que Europa hubiese tenido en décadas.
Tom sonrió, y
salió en dirección al parque.
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