Categoría: slash
Género: humor
Rating: MA
Advertencias: twc, trío, drogas, voyerismo
Resumen: Cuando los Kaulitz han decidido que quieren algo, entonces harán de todo para lograr conseguirlo.
Sobretodo si se trata de Georg.
Notas: En lo profundo de mi ser, sé que hay algo turbio entre estos tres.
Capítulos: I, II
– Tenemos que mantenerlo alejado de ellas.
Lo cierto era que, en ese punto, ninguno de ellos podía deshacerse de las
fans.
Las querían, sí; eran ellas las que los habían hecho llegar dónde estaban.
Sí las querían, pero lejos de Georg.
Porque aunque los gemelos eran capaces de acaparar la mayor atención, era
inevitable que Georg tuviera sus propias fans.
Y el verdadero problema para ellos no eran las fans; sino las fans que
querían “ir más allá”.
Georg no se enteraba. Ni de las fans que querían ir más allá, ni de que los
gemelos las mantenían lejos de él.
Por mantenerlas lejos del castaño, habían incluso obligado a Gustav a
besarse con ellas.
Y es que Georg no debía enterarse de nada.
Su problema comenzó cuando aquella chica apareció. Se llamaba “Mond” y se
declaró admiradora oficial e incondicional de Georg justo frente a las narices
del mencionado.
La emoción de Georg era palpable en el aire.
Se había enterado de algo que jamás debió saber.
La preocupación de los Kaulitz también era palpable en el aire.
Gustav se había alegrado por su amigo; la chica era agobiante, pero muy
agradable, y se pegó a Georg como goma de mascar a la suela de un zapato.
Georg no debía saber que, en realidad era una chica muy bonita; pero ya era
bastante tarde para que no se diera cuenta, porque ella estaba demasiado cerca.
Sólo un poco más cerca que ellos, pero ese poco era ya demasiado.
Cuando llegó la noche y ella seguía rondando, la preocupación aumentó; la
chica logró colarse al cuarto de Georg.
Pasó de ser una fan escandalosa pero agradable, a una amenaza fatal.
A Georg aún le gustaban las chicas.
Georg aún era el bajista de una banda.
Georg aún sabía lo que era una “gropie”, y aquella chica estaba en su
cuarto de hotel.
Georg ya se había enterado de muchas cosas, y aquello no debió pasar.
Tenían que hacer algo al respecto; eso fue lo que Bill decidió cuando las luces
de la mayoría de las habitaciones del hotel estuvieron apagadas.
Tenían que hacer algo y antes de que Georg apagara también su luz.
Listing tenía la costumbre de apagar su luz temprano; era perezoso y le
gustaba dormir desde temprano y hasta tarde. Bill se emocionaba por pensar que
incluso en eso se parecían (aun cuando ellos a esa edad en realidad no se
levantaban especialmente tarde, pero Bill quería pensar que sí sólo porque
Georg lo hacía –y eso era algo que Georg no debía saber –); y Tom se emocionaba
porque, mientras más durmiera su amigo, más oportunidad tendría de ver su
semblante tranquilo al dormir en las noches de bus. Sin embargo, aquella noche
Georg no había apagado la luz.
Bill daba vueltas de una forma desesperante –Gustav estaba seguro que haría
una zanja en la alfombra en cualquier momento –y Tom estaba sentado en un
sillón con la mirada perdida en el suelo y mordiendo la punta de su uña índice
derecha. Estaban frustrados, eso fue lo que Gustav pudo concluir.
–Estarán hablando, seguramente. –comentó Gustav de forma casual, pero lo
único que logró fue que Bill comenzara a murmurar como un mantra “esa zorra,
esa zorra” mientras continuaba yendo de un lado a otro sobre la alfombra de la
estancia, y que Tom comenzara a mordisquearse el dedo en lugar de la uña.
Gustav sabía que aquella era una situación peligrosa. También sabía que lo
que Georg y aquella chica hablarían no sería precisamente mucho, aunque también
podía saber que las primeras intenciones de Georg no eran acostarse con ella
(aunque no podía asegurar que esas no fueran las de ella).
Cuando el reloj marcó las doce y cuarto y las luces de Georg seguían
encendidas, Bill decidió que había sido suficiente. Tomó a Tom de la mano que
era víctima de su boca en aquel momento y lo arrastró hasta su habitación.
Gustav intentó reclamar e informarse de cuáles serían las intenciones de los
gemelos, pero Bill podía muchas veces ser mucho más ‘zorra’ que la chica que se
encontraba con Georg en aquel momento.
Cuando los gemelos llegaron a la habitación, Tom lucía algo cercano a decir
que estaba devastado. En realidad ninguno de los dos se figuraba de forma
tácita lo que Georg pudiera estar haciendo en la habitación, pero se sentían
traicionados. Traicionados por ellos mismos y por Georg y todo de lo que se
había enterado aquel día. Bill estaba molesto y frustrado, su único consuelo
era que, como su “buen juicio” le había dictado siempre, la habitación de Georg
se encontraba justo al lado de la suya, si pegaba un oído a la pared y prestaba
especial atención, podría escuchar casi todo lo que sucediera al otro lado de
la pared. Sin embargo, aquella noche
estaba tan fastidiado que le fue imposible concentrarse en prestar atención, y
Tom estaba tan distante que tuvo que besarlo y sacudirlo para que su mente
comenzara a funcionar de nuevo.
Fue hasta que sintió la dura bofetada sicológica mezclada con grito de
ayuda que significaba el beso de Bill que Tom reaccionó y concluyó que de nada
les iba a servir escuchar aunque pudieran hacerlo. Había que mirar para
dictaminar qué tan severo tendría que ser el castigo de aquella… chica.
Tom salió de la habitación sin decir una palabra mientras Bill continuaba
demasiado ocupado dando vueltas y consciente de lo que su hermano haría como
para tener que preguntar. Tom regresó a la habitación después de cinco minutos
y con una enorme vara metálica que había tomado de la rústica chimenea de la
estancia del hotel.
Quedarse en un hotel aquella noche no había sido planeado; Jost lo decidió
de último minuto cuando un severo dolor de cabeza atacó al conductor de uno de
los autobuses. Ese era un hotel se segunda a mitad de la carretera, y aquello
sólo significaba una cosa a favor de los Kaulitz: Las paredes no podían ser muy
anchas.
Tom comenzó marcando con fuerza una pequeña cruz sobre el muro, después
continuó profundizando con paciencia y determinación, siendo observado de cerca
por su hermano.
Una pequeña luz emanó del otro lado. Era apenas perceptible, pero sirvió
para que Tom supiera que faltaba poco; un par de empujes más y el pequeño
orificio sería lo suficientemente grande para mirar hacia el otro lado.
De un momento a otro los sonidos se volvieron más claros y ellos tuvieron
acceso a una imagen lo suficientemente nítida de la situación en la habitación
de junto como para darse cuenta que, quizá y sólo quizá, no había sido tan
buena idea dañar propiedad ajena.
La escandalosa pero agradable fan de Georg se deslizaba suavemente sobre
éste encima de la cama de un hotel de segunda no muy lejos de la cuidad más
próxima.
Tom estaba petrificado, grabando cada una de las expresiones que podía
alcanzar a ver en el rostro de Georg en su memoria cuando a Bill llegó una idea
que él mismo consideraría iluminadora.
En cuestión de segundo decidió que aquella fan no debía sufrir un castigo
demasiado cruel si, de forma sensata, se marchaba por la mañana.
Tras aquella escena, Bill se dio cuenta de algo de lo que no había sido
consciente textualmente con anterioridad: ellos querían tener sexo con Georg.
No se lo consultó a Tom porque estaba seguro de que era verdad; si él
quería, Tom también. No había mucha ciencia en ello ni mucho qué pensar.
En la mañana la fan ya no estaba, y nadie supo a qué hora, por qué razón o
de qué modo fue que desapareció, y Gustav prefería ahorrarse sus sospechas.
Otra cosa que nadie sabía, y de la que ni siquiera Gustav sospechaba, era
del nuevo propósito de los Kaulitz. Uno que estaban dispuestos a cumplir a toda
costa y del que nadie debía enterarse.
Especialmente Georg no debía enterarse.
Oh me encanta!! Quiero saber que tramará Bill ahora XD
ResponderEliminarOh me encanta!! Quiero saber que tramará Bill ahora XD
ResponderEliminarJoder, Mike, joder *-* Las ideas tontas de Tom: ¿una vara? ¿agujerear la pared? ¿intentar comerse el dedo? xD Lo sé, es porque estaban al borde.
ResponderEliminarMe gusta bastante la relación que tienen los gemelos en tu fic *-* el twc se desliza de forma natural y casi disimulada, y además la seguridad que tienen sobre lo que sucede con el otro es genial. Casi muero (nota mental, no comer mientras leo) cuando leí esto: “Por mantenerlas lejos del castaño, habían incluso obligado a Gustav a besarse con ellas”, qué risa, joder.