miércoles, 15 de mayo de 2013

Contrapartes {Tokio Hotel}

Pairing: Bushido/Bill
Categoría: hetero
Género: romance, humor
Rating: T
Advertencias: AU, gender swap
Resumen: Usaba maquillaje de forma perfecta, olía a perfume dulce y nunca le preguntó su edad, ni siquiera después de que lo besara en la puerta de su casa y fuera correspondida, sabor a cigarrillos de menta.
Respuesta al reto 032.- AU. Annie es una mujer con una personalidad fuerte, irreverente y con humor negro. Mayormente, los hombres se siente intimidados por eso, sin embargo, Bill, con su maquillaje, su cabello largo y su gusto por la moda, es la persona perfecta para ella en todo sentido. La pareja dispareja~
Notas: Para el Festival de prompts del grupo Billshido




Cuando tenía catorce años se le declaró por primera vez a un chico; la rechazó y ella le pegó en la boca, no porque fuera agresiva ni porque estuviera dolida, sino porque la palabra textual había sido “marimacha”.

Annie no era una marimacha. Había crecido en un entorno difícil, ayudando a su mamá desde que el hombre que, se suponía, debía ser su padre se había ido. Ella era todo lo que su mamá tenía y se aseguraría de que fuera todo lo que necesitaba hasta que ella misma decidiera lo contrario.
Jamás volvió a abordar a un hombre con amabilidad, ordenaba y obtenía lo que quería, así que los chicos preferían mantenerse a raya con ella.

A sus veintisiete años, había aprendido, resignada, que los hombres no le servían de mucho. No parecía que alguno de ellos fuera capaz de respetarla y entender que ella era lo suficientemente fuerte. Comprendió también, con el paso de los años, que los hombres necesitaban de alguien a quien proteger, alguien que enalteciera su voluntad y su hombría y ella no era esa persona; no era alguien a quien podías asaltar en la calle, no era alguien que se quedara sentado esperando por un rescate, sino la clase de mujer que pateaba el trasero del dragón y descendía de la torre usando sólo sus manos porque no tenía tiempo para esperar. Quizá había estado rodeada de los hombres equivocados toda su vida, pero también había aprendido que estaba bien, porque los hombres servían mejor como perros fieles que como amantes cariñosos. Si ella chasqueaba los dedos obtenía lo que quería porque sabía rodearse de la gente apropiada para sus fines.

Lo conoció a él el mismo día que cumplió treinta. No era su sastre de siempre, era un chico bonito que tomaba medidas con un gesto de concentración que le hizo gracia; de facciones tan finas que no estaba segura de si debería estar sintiendo envidia. Un chico bonito que atrajo todas las miradas de los camaradas que la acompañaban.
Tenía el cabello un poco más corto que ella, pero lo suficientemente largo para llevarlo sujeto en una cola alta que sólo conseguía hacerlo ver más femenino. Cuando las medidas estuvieron tomadas y el chico le entregaba la nota para que pudiera recoger su pedido la semana siguiente, ella le tomó la mano y le sostuvo la mirada entre un gracias y una insinuación bastante directa de “deberías salir conmigo” a la que él rio y aceptó sin muchas quejas.

Usaba maquillaje de forma perfecta, olía a perfume dulce y nunca le preguntó su edad, ni siquiera después de que lo besara en la puerta de su casa y fuera correspondida, sabor a cigarrillos de menta.
Bill no necesitaba de una mujer que dependiera de él, le gustaba que lo mimara y le dijera cumplidos, que lo invitara a salir y tomara la iniciativa, para ser él quien decidiera si cedía o no.
Annie olía a violetas y jabón de tocador y le gustaba acercarse en momentos inesperados, acecharlo sutilmente como si fuera una presa indefensa aunque sabía que era una presa con garras escondidas. Bill era un caballero, de esos que abren la puerta y te dejan pasar, de esos que te ceden el asiento, pero era también un chico que en las tiendas ponía especial cuidado en los productos para el cabello y el cuidado personal, y Annie estaba más que complacida con ello, no porque fuera superficial, sino porque le gustaba esa discretamente marcada vanidad que lo caracterizaba.
Y cuando van por la calle ella le toma la mano con cuidado para no hacer que sus uñas choquen, y por las noches se deja envolver en sus brazos mientras le besa el cuello, porque a pesar de todo, él sigue siendo casi diez centímetros más alto. 

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