Categoría: hetero
Género: romance, humor
Rating: T
Advertencias: AU, gender swap
Resumen: Usaba maquillaje de forma perfecta, olía a perfume dulce y nunca le preguntó su edad, ni siquiera después de que lo besara en la puerta de su casa y fuera correspondida, sabor a cigarrillos de menta.
Respuesta
al reto 032.- AU. Annie es una mujer con una
personalidad fuerte, irreverente y con humor negro. Mayormente, los hombres se
siente intimidados por eso, sin embargo, Bill, con su maquillaje, su cabello
largo y su gusto por la moda, es la persona perfecta para ella en todo sentido.
La pareja dispareja~
Cuando tenía catorce años se le declaró por primera vez a
un chico; la rechazó y ella le pegó en la boca, no porque fuera agresiva ni
porque estuviera dolida, sino porque la palabra textual había sido “marimacha”.
Annie no era una marimacha. Había crecido en un entorno
difícil, ayudando a su mamá desde que el hombre que, se suponía, debía ser su
padre se había ido. Ella era todo lo que su mamá tenía y se aseguraría de que
fuera todo lo que necesitaba hasta que ella misma decidiera lo contrario.
Jamás volvió a abordar a un hombre con amabilidad,
ordenaba y obtenía lo que quería, así que los chicos preferían mantenerse a
raya con ella.
A sus veintisiete años, había aprendido, resignada, que
los hombres no le servían de mucho. No parecía que alguno de ellos fuera capaz
de respetarla y entender que ella era lo suficientemente fuerte. Comprendió
también, con el paso de los años, que los hombres necesitaban de alguien a
quien proteger, alguien que enalteciera su voluntad y su hombría y ella no era
esa persona; no era alguien a quien podías asaltar en la calle, no era alguien
que se quedara sentado esperando por un rescate, sino la clase de mujer que
pateaba el trasero del dragón y descendía de la torre usando sólo sus manos
porque no tenía tiempo para esperar. Quizá había estado rodeada de los hombres
equivocados toda su vida, pero también había aprendido que estaba bien, porque
los hombres servían mejor como perros fieles que como amantes cariñosos. Si
ella chasqueaba los dedos obtenía lo que quería porque sabía rodearse de la
gente apropiada para sus fines.
Lo conoció a él el mismo día que cumplió treinta. No era
su sastre de siempre, era un chico bonito que tomaba medidas con un gesto de
concentración que le hizo gracia; de facciones tan finas que no estaba segura
de si debería estar sintiendo envidia. Un chico bonito que atrajo todas las
miradas de los camaradas que la acompañaban.
Tenía el cabello un poco más corto que ella, pero lo
suficientemente largo para llevarlo sujeto en una cola alta que sólo conseguía
hacerlo ver más femenino. Cuando las medidas estuvieron tomadas y el chico le
entregaba la nota para que pudiera recoger su pedido la semana siguiente, ella
le tomó la mano y le sostuvo la mirada entre un gracias y una insinuación
bastante directa de “deberías salir conmigo” a la que él rio y aceptó sin
muchas quejas.
Usaba maquillaje de forma perfecta, olía a perfume dulce
y nunca le preguntó su edad, ni siquiera después de que lo besara en la puerta
de su casa y fuera correspondida, sabor a cigarrillos de menta.
Bill no necesitaba de una mujer que dependiera de él, le
gustaba que lo mimara y le dijera cumplidos, que lo invitara a salir y tomara
la iniciativa, para ser él quien decidiera si cedía o no.
Annie olía a violetas y jabón de tocador y le gustaba
acercarse en momentos inesperados, acecharlo sutilmente como si fuera una presa
indefensa aunque sabía que era una presa con garras escondidas. Bill era un
caballero, de esos que abren la puerta y te dejan pasar, de esos que te ceden
el asiento, pero era también un chico que en las tiendas ponía especial cuidado
en los productos para el cabello y el cuidado personal, y Annie estaba más que
complacida con ello, no porque fuera superficial, sino porque le gustaba esa
discretamente marcada vanidad que lo caracterizaba.
Y cuando van por la calle ella le toma la mano con
cuidado para no hacer que sus uñas choquen, y por las noches se deja envolver
en sus brazos mientras le besa el cuello, porque a pesar de todo, él sigue
siendo casi diez centímetros más alto.
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