viernes, 22 de febrero de 2013

Novia imaginaria. {Tokio Hotel}

Pairing: Georg/OC
Categoría: Hetero
Género: humor
Rating: K+ 
Resumen: Georg ha dicho tantas veces que tiene novia sin tenerla, que cuando le dijo a sus amigos y familiares que realmente tenía una, nadie le creyó.
Notas: Respues al reto 033.- Hetero. Oh sorpresa, la novia imaginaria de Georg es real. Todos creen que es broma pero llegan a casa de Georg un día y ahí está ella,paseando en ropa interior por la cocina. Humor y romance. Los otros tres chicos quedan encantados con ella porque de femenina tiene sólo lo de ser chica.





Georg ha dicho tantas veces que tiene novia sin tenerla, que cuando le dijo a sus amigos y familiares que tenía una novia, nadie le creyó.

Las mentiras comenzaron porque la disquera dijo que él, como el mayor, debía asumir la responsabilidad de tener una pareja. Georg dijo que eso no tenía ningún sentido, pero como poco le importaba si la gente se mataba o ignoraba lo verídico de la información, dejó que Tom y Bill comenzaran a decir en las entrevistas que estaba comprometido con una chica; lo del cabello rojo teñido y corto al ras nunca entendió por qué fue, pero tampoco le importó.
Tuviera o no una novia, las fans no dejarían de anhelarlo y pedirle autógrafos y fotos en la calle.

Cuando le dijo a Tom que tenía una novia, se río fuertemente como si le hubiera contado un chiste y tal cual fue a decírselo a Bill que se retorció de risa en el sillón de la sala de su casa. Gustav, que lo había escuchado desde una silla en el comedor, sólo dejó de leer para alzar una ceja, sonreír discretamente y no decir nada. Georg se encogió de hombros porque no entendió dónde estaba la gracia.
Cuando se lo dijo a David fue que comenzó a entender por dónde iba todo el asunto de las risas, porque su respuesta fue un “ese es el espíritu” mientras lo pasaba de largo para seguir con sus deberes. “Yo cumplí con decirle, lo demás no es mi problema”, fue lo que Georg pensó y se volvió a encoger de hombros.
Cuando se lo dijo a su madre supo que estaba siendo el colmo porque ni siquiera ella le creyó.

Con todo, Georg se encogió de hombros una vez más y decidió que si nadie quería creerle no tenía por qué ser un drama, él había cumplido con decirles, y su novia estuvo de acuerdo porque ella no tenía un interés especial en conocer a nadie; no interés y tampoco tiempo, entre la escuela de leyes y el trabajo a tiempo nocturno en un bar del que Georg la recogía siempre que no tenía trabajo.

“Deja de joder con tu novia imaginaria” fue lo que le dijeron muchas veces.

El tema no volvió a tratarse después de que la tercera vez que habló de ella casualmente en una conversación los chicos le dijeran que había perdido la gracia; Georg había aprendido a dejar de molestarse por estupideces, pero aquella vez rodó los ojos y no volvió a hablar con ellos de nada relevante por varias semanas. Y como tema olvidado, que no sabía dónde terminaba como serio y empezaba como broma o viceversa, Georg no lo volvió a mencionar o pensar en ello el día en que los cuatro decidieron que la reunión de fin de semana se haría en su recién adquirida casa.  La única a la que le había dicho que se mudaría con su novia había sido a su madre, aunque poco le había valido informarla de algo que no se creía.
Por eso cuando sus tres amigos entraron por la puerta, Georg había olvidado que no la conocían.

La puerta de entrada daba directo a la sala de estar, y justo al frente, sin tener que caminar demasiado alcanzaba a verse la reducida pero bien organizada cocina. Ahí, entre la alacena y el refrigerador estaba ella, con unos bóxer de Georg que le quedaban grandes y se sujetaba con una mano mientras intentaba alcanzar un plato hondo de una repisa alta, traía una camiseta blanca de algodón grueso, pero era demasiado evidente que no llevaba sujetador, y a simple vista Bill y Tom pensaron que era un chico delgado y bajito, porque su espalda era amplia y sus caderas no sobresalían con lo grande de la ropa; Gustav en cambio supo de inmediato que no y tosió discretamente para que ella supiera que había más personas en el lugar.
Se giró sobre sí misma, con el brazo aún extendido hasta la repisa superior y los miró perpleja sin entender qué era lo que estaba sucediendo.

—¿Qué coño…? ¡GEORG, HAY GENTE EN LA ENTRADA!

—¡Sí, son los chicos, te dije que vendrían!

—¡Pero no me dijiste que justo ahora, estoy en ropa interior!

—¡Pues te recomiendo que te vistas, porque se van a quedar un par de horas! ¡Voy bajando!

La chica refunfuñó después de gritar a todo pulmón, se giró, cruzando los brazos sobre sus pequeños pechos y les sonrió como si nada; los bóxers se le iban a media cadera, llevaba el cabello con un corte mucho más varonil y atractivo que cualquiera de ellos y era pelirroja natural, a lo color zanahoria; todo el vello de su cuerpo era anaranjado: sus pestañas, sus cejas, los brazos.  —Bueno, pero no se queden ahí parados, siéntense —se acercó a ellos haciendo movimientos con los pies descalzos,  las manos aún cruzadas sobre el pecho —, ya oyeron a Georg, baja en un minuto.

—¿Y tú eres…? —Bill le preguntó sin rodeos.

—¿Yo? Gabi, Gabrielle, la novia de Georg —ella no se dio cuenta de cómo los tres se le quedaron mirando con los ojos bien abiertos y la perplejidad en la cara, no, porque estaba muy ocupada mirando a Bill hacia arriba —. Oye tú, ¿cuánto mides más o menos? Necesito un plato, pero no lo alcanzo. —Tartamudeó un minuto antes de asimilar que le estaba hablando a él, pero sin decir palabra fue a la alacena y bajó el plato para entregárselo en la mano; ella no debía medir más de un metro con sesenta y le sonrió a cambio del favor, tenía los dientes pequeños y se formaba un hoyuelo en cada una de sus mejillas al sonreír, sus músculos estaban bien marcados sin llegar a lo exagerado o desagradable y su piel era incluso más blanca que la de Tom.

Cuando iba subiendo las escaleras Georg venía bajando, ella lo golpeó en el hombro y él se río antes de darle una palmada en el trasero y verla desaparecer escaleras arriba.
Gustav, Tom y Bill seguían de pie, mirando hacia las escaleras hasta que Georg se acercó a saludarlos, entonces lo miraron con la misma cara de idiotas y preguntaron al mismo tiempo —¿Quién es ella?

—¡Mi novia! Les dije que tenía una novia, se llama Gabrielle.

—¿Gabriel? ¿Cómo nombre de chico?

—No, Tom, “Grabielle” —le dijo, remarcando la última vocal —como nombre de chica.

—¿Entonces era en serio? ¿Tienes novia?

—En serio chicos, todo esto me está cansando, ¿qué tiene de raro que tenga una novia? No porque ustedes lo dijeran en broma lo iba a hacer yo también.

—No, sinceramente llegué a pensar que eras gay

—Púdrete, Bill.

Cuando por fin tomaron asiento y la ducha se dejó escuchar en el piso de arriba, acompañada de música de los Red Hot Chili Peppers y la vocecilla ronca de Gabrielle, Georg les contó que la conoció sólo dos semanas antes de decirles por primera vez que tenía novia. Ese fue todo el tiempo que le tomó pedírselo y a ella decir que sí.
La conoció en un bar cuando salió con algunos de sus compañeros de la escuela, pensó que era un chico a primera vista, pero entre broma y copa se le hizo difícil distinguirle después de un rato y por alguna razón que la embriaguez le impedía recordar terminaron juntos esa noche en el departamento que ella rentaba. Cuando se despertó estuvo a punto de darse de cabeza contra el muro porque pensó que había tenido sexo con un chico, ambos estaban desnudos y Gabi le daba la espalda; entonces se vistió y estaba por salir de la habitación cuando ella se levantó completamente desnuda y fue al baño, Georg se sentó en la cama a asimilar lo que había pasado; cuando salió del baño se puso la primera playera que encontró, una con un logo de Oasis en el frente, buscó un cigarro y se sentó a su lado. Hablaron de lo sucedido y después de nada en concreto hasta que ella sintió hambre y lo invitó a desayunar.
No sabía si estaba enamorado, pero le gustaba vivir con ella, lo disfrutaba realmente mucho. Era fácil vivir con Gabrielle, porque ninguno de los dos ensuciaba en exceso y si lo hacían por alguna razón, limpiar no era un problema porque lo hacían juntos o en proporciones justas; les gustaban los mismos tipos de comida, de música, de programas de televisión y ninguno de ellos era devoto de complicarse la vida. Tenían poco más de medio año viviendo juntos y aunque se habían peleado varias veces, ninguno se complicaba en solucionar el problema. A Gabrielle le gustaba tener sexo con él, y Georg definitivamente adoraba tener sexo con ella, era pequeña y flexible, tenía un cuerpo cálido y una energía increíble.

Cuando Gabi por fin bajó, con un pantalón holgado y otra camiseta de algodón, Georg le lanzó una cerveza y la invitó a sentarse para hacer las presentaciones. Ella los conocía, por supuesto que sí, y estaba encantada de tenerlos en vivo, pero no era ni de lejos lo que cualquiera de ellos tendría por novia, exceptuando obviamente a Georg.
Gabrielle era el tipo de chica que se reía mientras comía, tomaba cerveza de la lata y usaba ropa poco femenina cada vez que podía; el tipo de chica que jugaba a los eructos con sus amigos y amaba la pizza, las películas de terror y dormir hasta tarde.  Era el tipo de chica inteligente y astuta a la que le gustaban las películas de acción y las caricaturas.
También era el tipo de chica que le daba el visto bueno a otras chicas y silbaba apreciativamente cuando una mujer bien proporcionada pasaba cerca; nadie sabía si lo hacía por molestar o si realmente le gustaban las mujeres, pero Georg no lo consideró importante cuando decidió que quería vivir con ella.
Bebieron, jugaron cartas, hicieron bromas y vieron una película y ninguno de ellos había estado nunca tan lejos de la sensación de estar “con la novia de mi amigo”.

Cuando ellos se fueron, entrada la noche, Georg y Gabrielle limpiaron juntos la cocina, prepararon el almuerzo del día siguiente y se fueron a dormir.
A Georg sinceramente no le importaba si nadie le creía, porque ahí sobre la cama, abrazado a ella, hablando y riendo en susurros, su supuestamente imaginaria novia era completamente real.  

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