lunes, 25 de febrero de 2013

Que te trague la tierra. {Tokio Hotel} {Rap}

Pairing: Bushido/Tom
Categoría: slash
Género: humor
Rating: T
Advertencias: posible OoC 
Resumen: Sido tiene la costumbre de llegar siempre en el momento oportuno. O en el más inoportuno, según se vea. ¿Quiere Tom lo suficiente a Bushido para soportar a su indiscreto amigos por un par de horas sin que termine en desastre?

Notas: Del Maratón de retos: Reto: 135.- AU. Tomshido. Bushido desea tener una cena romántica con Tom en su propia casa pero todo falla desde que Sido hace acto de aparición, se saca los zapatos y trata a Tom como la mugre del zapato, no grosero del todo, pero sí pesado. Al final Tom lo soporta todo, desde las historias sucias que Sido cuenta de Bushido cuando eran jóvenes y estúpidos, sus sexcapadas juntos y hasta los eructos que suelta a su lado. Todo, con paciencia de santo, y pese a todo, Bushido ve en Tom una faceta que aprecia mucho, puesto que ninguna de sus parejas soportó antes más de media hora con Sido, ni hablar toda la noche. Eso lo hace único. Obvio que final feliz después de todo lo que sufrió Tom xD





Lo había visto quizá dos veces. Tres le parecía un número muy grande y siempre se había encontrado con él de lejos; no habían tenido conversaciones más largas que “hola, adiós”, así que Tom pensó que sería lógico preguntarse qué demonios hacía ese hombre ahí cuando él estaba por llevarse una generosa porción de ensalada a la boca y su plato no iba siquiera por la mitad.
Bushido lo miró, avergonzado pero sin decir palabra, como si simplemente no pudiera hacer nada al respecto. Ciertamente no podía. No importaba si se lo decía directa o indirectamente, Sido había llegado, se había unido a la cena, y no pensaba irse sin haber terminado con toda la porción de comida que le cupiera en el estómago, y una generosa cantidad de alcohol.

Así que Anis miró al techo y respiró profundo, exhaló ruidosamente para llamar la atención y se armó de la mayor seriedad que pudo, logrando únicamente que la sonrisa de Sido se hiciera más grande. No tenía sentido decirle nada, la primera vez que le reclamó, el hombre le dijo que de verdad no lo hacía por joder, no era su culpa que tuviera compañía cada vez que él decidía venir a visitar. Y como si tuviera alguna especie de radar, esta era la ¿décima? vez que lo hacía.

Un mes hacía que Anis se había encontrado con Tom en la calle; el chico se le había quedado mirando, así que le regresó la mirada hasta que el aire comenzó a ponerse tenso a su alrededor y ante la inminente agresión, decidió que fuera el otro quien diera el primer golpe; pero cuando el de rastas lo siguió discretamente hasta llegar a una calle despoblada, no fue precisamente para darle un puñetazo en la cara.
Con un sonrojo en las mejillas y el ceño fruncido, cual niño pequeño y con la cara adorable que Anis no había notado que el muchacho tenía, Tom le extendió la mano como saludo de camaradas y trató de comenzar una conversación de la que recordaba poco antes de que Bushido riera y lo invitara a tomar algo.
Le tomó sólo tres días darse cuenta que podía comenzar una relación con el rubio, y eso fue todo lo que demoró en proponerlo. Ciertamente creía difícil olvidar el shock en los ojos de Tom, su eterno ceño fruncido ante la incertidumbre, y el ligero dudar en sus labios antes de que lo besara y Tom no hiciera nada para impedirlo.

Hacía un mes, y sin pensar en que todo podría salir mal por fuerzas extrañas y externas, Anis había decidido que quería formalizar.
Llamó a Tom como cualquier otro día y le dijo que lo esperaba en su casa para cenar. Preparó la cena él mismo y se arregló lo suficiente, aunque sabía que Tom no se pondría otra cosa que no fueran sus acostumbradas ropas anchas y que si acaso mostraba algún gesto formal, sería el no llevar gorra.

—¡Cómo aquella vez en que fuimos a ver a los lobos al zoo, y seguridad vino a sacarnos a patadas porque intentamos meternos a la jaula! —Paul río alto, acompañado de ligeros golpes a la mesa y seguido de un largo sorbo a su trago.

—No, fuiste tú el que intentó meterse a la jaula.

—Es lo mismo, nos sacaron a patadas.

La primera media hora había sido entretenida, incluso él la había considerado graciosa y Tom había pasado el rato sonriendo y participando en la conversación. Ahora sabía que su error había sido seguir la corriente en lugar de simplemente ignorarlo hasta que se aburriera y fuera a echarse a la sala y prendiera la televisión o simplemente se fuera a la cocina a tomarse todo el vino que encontrara. Anis sabía que no sería así de ningún modo, pero podía tener esperanzas en sus arrepentimientos; quizá sólo porque era más fácil culparse a sí mismo que arrepentirse de haber encontrado a alguien como Pauln el camino de su vida.
No que se arrepintiera de la amistad que mantenían desde hace ya varios largos años. Estaba bien; el problema era que aquel hombre no tenía una noción de seriedad a menos que fuera estrictamente obligatorio e impuesto por sí mismo o una fuerza bastante superior. Usualmente le bastaba consigo mismo para calmar al hombre, pero eso no funcionaba cuando había una tercera persona en escena. Mucho menos si era la pareja de Anis. Mucho menos si era alguien como Tom. Porque Tom estaba en el mismo ambiente y no le costaba ningún trabajo manejar una conversación como esa, incluso si le agredían descarada pero disimuladamente, como Paul solía hacerlo con todas las personas, donde no era posible no reírse aunque la grosería fuera palpable.
Y sí, la primera media hora había sido soportable, pero la paciencia estaba rayando su límite y Anis no estaba seguro de cuánto más soportaría; o peor, cuánto más soportaría Tom.

La última pareja que se había encontrado en presencia de Sido no había soportado más de veinte minutos, se había levantado, lo había abofeteado incluso a él y se había marchado para no volver a su vida nunca más. Literalmente, porque podría jurar que se había cambiado hasta de nombre; se esfumó como si la tierra se lo hubiera tragado.

Volvió a respirar fuertemente, intentando contenerse de golpear a su amigo cuando cayó en la cuenta de qué era lo que estaba diciendo ahora, después de terminar su anécdota de cuando, efectivamente, los habían echado a patadas los de seguridad —había evitado ese lugar desde entonces, incluso aunque Tom lo hubiera sugerido varias veces; por orgullo, quizá, aunque de mejores lugares lo habían corrido. O quizá por compasión de los pobres animales (seguramente no los haría muy felices volver a ver su cara)—. Paul le estaba hablando a su novio de la vez que habían viajado a Las Vegas; aquella vez de la que se seguía preguntando por qué había accedido a ir, precisamente porque no podía arrepentirse de haber ido.
El problema era que de verdad no veía necesario que Tom supiera que había participado en un trío con ese hombre y una prostituta latina que se les había ofrecido cuando se detuvieron a comprar licor. Porque era perturbador en muchas maneras el hecho de que su novio (o cualquier persona) se enterara que había compartido sexualmente una cama con Sido (aunque sonara peor de lo que era).

La primera media hora había sido entretenida, incluso divertida quizá, en comparación a ahora que Tom mantenía un gesto perplejo idéntico al de su hermano, su comida había quedado olvidada y Anis quería que se lo tragara la tierra (o a cualquiera de los tres); entretenida en comparación a la siguiente hora y media que había decidido Paul que le apetecía quedarse.
Divertida en comparación a ahora, que Paul se había levantado de su silla, había bostezado y preguntado dónde podía dormir, porque ya había entrado la noche y no había traído su auto. Entonces Anis apretó los puños y contrajo el rostro con una expresión llena de ira antes de ponerse de pie con un ruido seco de su silla; el grito estaba por salir de su garganta cuando el ruido de cubiertos siendo dejados en la mesa llamó su atención, donde Tom había abandonado su respectivo lugar y sonreía con algo parecido a la resignación.

—Es hora de que me vaya.

—¿Qué? —fue todo lo que atinó a salir de su boca.

—¿¡Cómo!? ¿Pero no te ibas a quedar también? Podemos hacer una pijamada, con mujerzuelas y alcohol —

—¿Qué? —Bushido sólo podía mirar perplejo de uno al otro sin atinar a decir nada más porque las palabras se le habían quedado atoradas entre insultos y reclamos.

—No, debo irme. Prometí a mi hermano que le ayudaría con algo.

Anis lo miró resignado, porque sabía que aquella era una vil mentira; no había prometido a Bill nada, porque le había prometido a él que se quedaría esa noche y probablemente todo el fin de semana.

Suspiró una vez más y de nuevo golpeó la mesa con más fuerza de la necesaria antes de retirarse para acompañar a Tom a la puerta.

—Te juro que no sabía que este bastardo iba a venir.

—Me lo imaginé —contra todo pronóstico, Tom sonrió y besó a Anis, con la promesa de recuperar el fin de semana perdido apenas y su amigo desapareciera.
Tom no dijo una palabra más antes de marcharse, y Anis estaba seguro que, de haberlo hecho, hubiera sido alguna serie de insultos. Tenía que darle crédito, había estado ahí por casi tres horas, ni siquiera había comido bien y en compañía del parásito que yacía ahora dormido en el sillón de su sala con el televisor encendido.

Antes de patear a su indeseado acompañante hasta el cuarto de invitados, y sólo porque no quería verlo en su sala por la mañana, Anis tuvo el ridículo pensamiento de que Tom en verdad lo quería.


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