Categoría: fem!slash
Género: romance, drama, humor
Rating: T
Advertencias: AU, gender swap, twc
Resumen: Agus no es una chica como las demás y eso a Georgie no le importa. No hasta que entiende cómo aplican los "pequeños oscuros secretos"
Notas: Georgie le pertenecí a Marbius primero, la encontré leyendo sus fics hetero GxG. Billie y Tomie (próximamente en capítulos futuros) llegaron a mí por culpa de Aelilim, pero Agus es mía a excepción del nombre, ese fue idea de Aelilim también.
Cuando Georgie conoció a Agus, de inmediato supo que no era una chica normal.
No porque la primera vez que la viera fuera entrando al aula, con audífonos puestos, un grueso libro bajo el brazo y baquetas ondulantes en sus manos.
Tampoco porque fuese callada y silenciosa a pesar de ser bonita.
No fue mucho menos porque llevase el cabello más corto de lo usual para una chica. Ni sus lentes o su demasiado simplona forma de vestir y falta de maquillaje fueron lo que hicieron pensar a Georgie que Agus no era una chica como todas las demás.
Fue porque era divertida, interesante y su compañía era demasiado agradable.
Nadie le decía nada, pero Georgie sabía que las otras chicas no toleraban su presencia como les gustaba aparentar.
Era que Agus no era hipócrita y le gustaban las cosas sencillas.
A sus diecisiete, Georgie sabía que las manías de Agus eran mucho más extrañas que las de las otras chicas, y no porque escuchara música pesada y tocara la batería, sino porque la clase de cosas que leía y veía. Agus la mantenía al margen de ello, alegando que lo más probable era que no le gustaría; y Georgie no discutía, pues se había acostumbrado a la rareza de su amiga.
Y si con ella podía divertirse mirando películas (tanto románticas como de acción), jugando videojuegos, leyendo revistas, modelando ropa, haciendo música, o simplemente conversando, entonces poco le importaba si lo que Agus miraba era porno gay.
Sus incógnitas comenzaron cuando se dio cuenta que aquel pensamiento no estaba tan alejado de la realidad.
Su amiga tenía una afición casi obsesiva –pero bastante discreta –por los artilugios japoneses. Libros, adornos, dibujos, comics y, sobre todo, animación.
Agus era la clase de chica que no permitía que se metieran demasiado en su espacio personal; se lo había dicho tan simple como que si a ella se lo permitía era porque era especial y diferente a las demás. Irónico, cuando Georgie siempre había pasado por una chica bastante normal y era Agus a la que, de espaldas, llamaban “rechazada social”.
Aquella tarde, cuando, como se había vuelto costumbre, Georgie anduvo en bicicleta hasta la casa de Agus para pasar su aburrida tarde de viernes, al llegar, la bien arreglada y apresurada hermana de su amiga le abrió la puerta, dejándole pase libre a “casa sola” con la otra chica, y pidiendo que no incendiaran o destruyeran el lugar, se marchó.
–Agus está en su habitación –eso fue lo que gritó antes de cerrar la puerta y alejarse de ahí.
Georgie subió las escaleras sin especial sigilo. Sabía que no era necesario aun si su intención era asustar a la otra chica, pues aquella lograba, con facilidad, perderse en lo que hacía y no se daba cuenta de lo que pasaba alrededor.
Ciertamente la encontró sumergida al abrir la puerta de la habitación. Y ciertamente era normal hasta que se acercó más allá y una melodía de gemidos suaves y palabras dulces le golpearon los oídos.
Cuando la rubia reparón en su presencia y apresuradamente apagó la pantalla, ya era tarde para decir que Georgie no había visto nada. Aun cuando intentó sonar casual y hacer caso omiso a la capa de tensión e incomodidad en el aire.
–¿Qué mirabas?
–Nada.
Se quedaron estáticas mirando la gris pantalla el minuto más largo de sus cortas vidas; como intentando descifrar lo que antes hubiese estado ahí.
–Tu hermana salió ¿tus padres no están?
–No. A papá lo ascendieron y decidieron salir a celebrar. Fran sabía que ibas a venir y aprovechó para irse de fiesta… No llegarán temprano y
–Traje una película. Billie ha estado jodiendo toda la semana diciendo que no puede creer que no la haya visto
–¿Billie?
–Sí, su hermana gemela va en nuestro grupo de música, toca la guitarra, trae rastas y eso ¿la recuerdas?
–¿Tomie? ¿Tiene una hermana gemela?
–Síp, aunque no se parecen de nada. Se la pasan todo el día juntas.
–Ya, yo creí que era su novia
Georgíe la miró raro y se echó a reír. Sus ruidosas carcajadas tragándose las risitas de Agus.
Agus le había dicho una vez que ese era su don: hacer de los momentos duros una mierda.
De los momentos como aquel. Porque sólo Georgie podía haber esfumado la incomodidad de ver a su amiga mirando a dos chicas en animación, teniendo sexo (de forma poco ortodoxa).
Sólo Georgie podía estar sentada ahora a su lado, comiendo botana, bebiendo jugo de manzana y mirando una película que a ninguna de las dos le despertaba especial interés.
–Tomaré una ducha. –anunció Agus poniéndose de pie y estirando los brazos una vez que los créditos comenzaron a salir con rapidez en la pantalla y ambas se dieron cuenta de que era demasiado tarde para que Georgie se fuera sola y en bicicleta a su casa.
–¿Puedo tomar una después?
–Claro. –La rubia se sacó los pantalones y con toalla en mano se fue rumbo al baño.
Antes de comenzar a ver la película, Agus había sacado del reproductor un DVD; era el que había estado mirando antes de que irrumpiera a su habitación sin tocar la puerta.
No dejó pasar siquiera tres segundos después de escuchar el agua correr, para lanzarse sobre el aparato y colocar el disco. No fueron ni tres minutos después que una escena bastante gráfica se dejaba ver, contrastando y combinando perfectamente con un elegante y muy femenino título en rosa.
Aquello, sin dudar era mucho más explícito que cualquier porno que hubiese podido ver con anterioridad.
No se percató del tiempo que estuvo ahí pegada, completamente ensimismada, hasta que la curiosa cancioncilla que anunciaba el final se dejó escuchar.
–Tu cara es un poema. –Agus de pie a su lado con el celular en mano. –Y la tengo guardada para la posteridad.
–Lo siento, yo…
–Cálmate. No te voy a golpear o algo así por husmear en mis cosas. Agradece que somos amigas. –Georgie guardó silencio largos minutos, observando a la otra chica que, impasible, con una toalla pequeña alrededor del cuello, unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes. No traía sostén. Acomodaba las almohadas para tirarse en la cama y preparar su Ipod.
–Agus…
–Georgie… lo que sea que quieras saber, yo puedo responderte, sabes que no me importa. Lo que hagas con la respuesta es asunto tuyo; yo no puedo hacer nada al respecto. Tan sólo es mi deber recordarte, que la curiosidad mató al gato.
Se mantuvo callada un par de minutos más; no tan segura de si al gato le importaría o no morir.
–Agus… ¿por qué… por qué te gusta ver esa clase de cosas?
Agus se rió. Se incorporó y le miró fijamente, con aquellos ojos retadores y bonitos que tenía. Georgie estaba en la orilla de la cama, en una posición en la que fácilmente podía verla.
–¿Por qué lo viste tú hasta el final? Déjame informarte que dura una larga media hora que te aventaste sin siquiera rechistar.
–… Fue el shock. –intentó que aquello fuera más un murmullo pero la risita de Agus le dijo que había sido bastante audible. Se dejó caer en la cama de la rubia y cerró los ojos, inhalando con fuerza.
Se quedó un rato, descubriendo que, sorprendentemente no estaba pensando. Absolutamente nada pasaba por su cabeza; estaba a punto de quedarse dormida.
A punto de quedarse dormida cuando sintió un peso caerle encima despacio, justo sobre el abdomen.
Agus traía puestos unos boxers negros y una camiseta de tirantes, no se había quitado la toalla que llevaba alrededor del cuello y su cabello, corto y de un bonito rubio, aún estaba mojado. Tenía una expresión mortalmente seria y apoyaba las manos en su vientre, colando los pulgares por el filo de la camiseta; sus dedos estaban fríos, y le sudaban las palmas.
Estaba nerviosa.
Tan nerviosa que a Georgie poco le importó que toda su atención visual estuviese centrada en sus pechos. Se incorporó sobre sus codos y en un movimiento veloz, juntó sus labios con los de Agus.
Georgie aun traía puestos sus ajustados pantalones de mezclilla y aquella gruesa camiseta de manga corta y color gris que su amiga le había dicho que hacía un bonito juego de colores con sus ojos. Pero, aun con toda su ropa podía sentir el calor que irradiaba del cuerpo sobre el suyo; estaba tibio y se le antojó reconfortable.
–Hey, Agus… –la tomó de las caderas y dio un par de brinquitos para sentarse bien sobre el colchón. La rubia le miraba completamente perdida. –Voy a tomar una ducha, y cuando salga, quiero que me muestres el porqué de que esos dibujos te atraigan tanto como para no notar que hay alguien más en la habitación.
Y, dicho aquello, la castaña la hizo a un lado, despacio, le quitó la toalla del cuello, se la echó al hombro, se bajó de la cama y enfiló tranquilamente al baño.
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