jueves, 20 de junio de 2013

Lollipop V {Tokio Hotel}

Pairing: Gustav/Georg
Categoría: fem!slash
Género: romance, drama, humor
Rating: T
Advertencias: AU, gender swap, twc
Resumen: Agus no es una chica como las demás y eso a Georgie no le importa. No hasta que entiende cómo aplican los "pequeños oscuros secretos"




Tomie babeaba por las noches.
No era un gran inconveniente aunque podía llegar a resultar bastante molesto, pero mucha gente babeaba y Tomie podía vivir con ello mientras tuviera su propia almohada.
No era que ella pudiese hacer algo para evitarlo, porque la baba se acumulaba en enormes cantidades dentro de su boca por las noches, y entonces, cuando era tanta que ya no había espacio para contenerla, comenzaba a salir por la comisura de sus labios. Había noches en que podía babear tanto que su almohada terminaba con un gran charco; pero también había ocasiones en que su boca amanecía tan seca que la sensación de aislamiento en su garganta le hacía sentir asfixia y tenía que levantarse para poder coger aire.
Levantarse con la almohada húmeda era algo normal para Tomie desde que tenía uso de razón.

Aquella mañana al despegar la cabeza de la cama, un mareo le llegó de la nada. Intentó hacer una mueca de molestia, pero la saliva corrió hasta su barbilla y tuvo que apresurarse a cerrar bien la boca antes de limpiarse la comisura; en el acto movió la garganta y fue entonces consciente de la amargura en ésta. Una amargura que se extendía sobre su lengua hasta su garganta u cubría con una capa viscosa todo su paladar. Su cabeza retumbaba entumida y entonces supo que no sería un buen día.

Lo confirmó mientras se lavaba los dientes en un burdo intento de desaparecer el desazón.
Mientras pasaba el cepillo con ímpetu sobre su lengua, su vista reparó en el cepillo dental de cerdas destartaladas que se encontraba aun seco sobre el lavamanos. Era el de su hermana.

Las muelas del juicio de Billie seguían en crecimiento, lo que provocaba que destrozara cepillos uno tras otro sin piedad. Las de Tomie habían parado hace un par de semanas, pero las de Billie seguían dando guerra.
Sonrió con la cara llena de espuma de dentífrico.

 –El que solo se ríe, Tomie…  –la susodicha entró en el baño, bostezando, levantó la tapa del inodoro y se bajó los pantalones cortos de la pijama frente a ella sin ningún tipo de reparo antes de sentarse y comenzar a orinar.

–Estoy aquí, Bill ¿no puedes esperar a que salga? –le cuestionó después de escupir para comenzar a enjuagarse. Billie le miró con cara somnolienta, se encogió de hombros y continúo sentada aunque ya no estaba orinando.

–¿En qué pensabas que te reías? –frunció el entrecejo mientras le preguntaba, porque algo le decía que ella tenía que ver con cualquier cosa de la que su hermana se estuviera burlando.

–Nada, Bibi. –Tomie  terminó de enjuagarse, se arregló un poco el cabello y salió en dirección a su habitación para buscar qué ponerse; Billie entró en la habitación, sujetándose en cabello en una coleta alta y rascando uo de sus pechos con suavidad, con sus largas uñas por encima de la tela.

–¿Tomie?

–¿Mhp?

–Sobre la fiesta…

–¿Qué pasa con ella?
–Bueno, tú sabes que siempre soy yo la que invita a todas las personas y todo eso –Tomie asintió mientras seguía buscando ropa en su ropero, esperando por lo que se imaginaba pero intentaba negar para no tener que pensar que fuera enserio.  –bueno, pues ya he invitado a casi todos.

–Y esa es la idea, Billie ¿qué pasa con ello?

–Que falta alguien, pero… -Tomie por fin seleccionó una blusa y un pantalón y los arrojó descuidadamente sobre su cama para caminar libremente hasta los cajones que contenían su ropa interior.
A sus quince, Tomie adoraba la ropa de algodón, pero Billie se había decidido por el encaje, así que su cajón de ropa era una mescolanza extraña entre blancos y colores neutros, y rojos llamativos, tonos chillones, diseños indiscretos y negros seductores.  –quiero que tú la invites…

Tomie se quedó silenciosa por un par de minutos antes de respirar profundamente y exhalar. –¿Tan difícil es para ti decirle?

–¡Vamos, Tomi! Ni siquiera va en mi clase y jamás hemos cruzado más de un hola; sería demasiado raro que yo se lo diga. Además, tú la ves más seguido.

–No es como si Georgie fuera mi mejor amiga, Bill.

–Pero te conoce, y a mí no.

–¡Y qué! Eso nunca te ha detenido. Te aseguro que a la mitad de la gente que invitaste no la conocías.

Era cierto. Billie se sentó en la cama de un brinco mientras su hermana cogía lo necesario para tomar una ducha. Normalmente, cuando Simone les daba la oportunidad de hacer una fiesta, se había convertido en un acuerdo que fuera Billie la que hiciera las invitaciones, porque su pasatiempo era socializar, y era, para ella, sumamente fácil acercarse a un grupo de personas a la mitad del descanso y decir “¡Hey! ¿cómo les va, chicos? Mi nombre es Billie y mi hermana gemela y yo tendremos una fiesta el fin de semana ¡están invitados!”, cuando ni siquiera sabía a quiénes hablaba. Pero Tomie sabía cuál era la razón para que fuera diferente esta vez: a Billie le gustaba Georgie.

Tomie había conocido a Georgie en el curso anterior; habían hablado de guitarras, bajos y música, aun cuando no tenían en realidad mucho en común, Tomie había decidido que Georgie era la única chica agradable que había conocido en toda su vida. Desde entonces charlaba con ella de vez en cuando y habían salido de compras a tiendas musicales y deportivas un par de veces. Por eso era mucho más fácil que fuera ella quien la invitara, y no su hermana, pero… no, en realidad no quería hacerlo.

Cuando levantó la vista para mirar a su hermana, Tomie supo que las cosas se saldrían de control. Billie se estaba frustrando, se molestaría y comenzaría a gritar o llorar (aun no sabía cuál de las dos), y Tomie no quería pelear esa mañana. Estaba cansada y se sentía enferma.

–Lo haré. –su gemela sonrió, su ceño fruncido desapareció y saltó de la cama para darle un abrazo.

–Gracias, Tomi; gracias, gracias, gracias, gracias, ¡gracias! No sabes lo feliz que me has hecho.

–Sí sé. –suspiró profundamente una vez más antes de esbozar un intento de sonrisa, separarse de su hermana y entrar a la ducha.

–Date prisa, Tomie; si no sales en menos de media hora me meteré a la ducha contigo.

–No, no lo harás.

–Lo haré si se nos hace tarde.

Tomie se desnudó lentamente, sintiendo las oleadas de frío sobre cada tramo de piel que tocaba y dejaba al descubierto; se dejó las rastas sueltas para lavarlas y se miró en el espejo durante cinco largos minutos enteros antes de meterse en la regadera. Presionó las palmas de sus manos directamente sobre sus pezones erguidos y mojados. Cuando comenzaron a crecer, Tomie intentó esconderlos por todos los medios. No los quería, los detestaba; detestaba los sujetadores y detestaba que sobresalieran de sus playeras. Eran pequeños y sensibles y muy, muy molestos. Presionarlos contra su cuerpo había sido primero un intento por hacerlos desaparecer; sin embargo, cuando crecieron un poco más, aquello se convirtió en una costumbre placentera. Le gustaba lo blandos y redondos que eran, y, aunque los de Billie eran mucho más impresionantes, Tomie había aprendido a vivir con ellos e incluso sacarles provecho.
La hacían sentirse sexy; aun sin hacer lo que Billie y llevar la mitad a la vista.

Para cuando su ducha terminó –cuarenta minutos después –y tuvo que cerrar la llave, se dio cuenta que, en realidad tan sólo se encontraba más frustrada.
Su problema no era el tener que invitar a alguien específico a la fiesta (ya lo había hecho antes); su problema ni siquiera era la persona a la que, específicamente tenía que invitar, no. El problema era la razón por la cual su hermana quería que fuera ella la que lo hiciera.

Tomie y Billie no peleaban por terceros, jamás. Era una ley. Cuando a ambas les gustaba algún chico o chica, usualmente compartían; engañaban, burlaban, usaban y se satisfacían y divertían hasta que la persona les cansaba.
Habían hecho eso desde los doce y realmente nunca creyó que pudiera tener algún problema con ello, pero… ¡cómo le frustraba que hubiera un pero!
A Tomie le gustaba Georgie también. Cuando Tomie se enteró que a su hermana también le gustaba, la realidad le golpeó en el rostro al darse cuenta que, definitivamente no podía jugar con Georgie. O luchaba o cedía, y no había más. A Tomie realmente, realmente le hubiera gustado ir enserio con Georgie; y era por eso que había cometido el error de proceder despacio. Sabía que Georgie era heterosexual, y sabía que eso no impediría que Billie insistiera, aunque en realidad jamás esperó que su hermana tuviera las agallas de proceder con una chica mayor. La fiesta era su oportunidad, y Tomie se frustró más mientras caminaba a la escuela, acompañada de su hermana, sabiendo que no podía no cumplir lo que ya le había prometido a Bill.

Su frustración aumentó y se disipó en el mismo instante en que avistó a Georgie después de haberla buscado por media hora y darse cuenta que no estaba sola. Agus estaba con ella.

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