jueves, 20 de junio de 2013

Lollipop VII {Tokio Hotel}

Pairing: Gustav/Georg
Categoría: fem!slash
Género: romance, drama, humor
Rating: T
Advertencias: AU, gender swap, twc
Resumen: Agus no es una chica como las demás y eso a Georgie no le importa. No hasta que entiende cómo aplican los "pequeños oscuros secretos"



Hay una cantidad abrumadora de personas y a pesar de que es una fiesta y, a esa hora la mitad de ellos están borrachos y la otra mitad parecen drogados, nadie se mira dispuesto a romper las reglas establecidas desde la primera vez en aquella casa: no romper, no gritar, y nadie tiene permiso de ir al piso de arriba a menos que haya sido invitado por alguna de las anfitrionas. Pero eso nunca pasa, Billie y Tomie están demasiado ocupadas disfrutando de la música, los cigarrillos y las bebidas dulces como para importarles que alguien quiera llevarlas arriba.

Es el humo de la marihuana, quizá. O ese extraño incienso que emana de la cocina, no está segura pero Agus podría jurar que tanta tranquilidad en una fiesta de ese calibre no es algo que entre en los parámetros de lo que ella llamaría como “normal”; aunque quizá sus parámetros de lo normal están un poco distorsionados, después de todo, qué tan normal podría ser dejarse manipular por una chica para ir a una fiesta… aunque si lo pensaba bien aquella parecía una situación bastante común de un drama adolescente. Casi cliché, y el casi era sólo porque nadie estaba arrojando cosas por las ventanas o bailando sobre la mesa.

Todo el mundo decía que aquellas fiestas eran salvajes y ahora ella no estaba segura de la definición de “salvaje”. Aunque a Agus no le gustaban mucho las fiestas, primera por su falta de amigos, segunda porque ella no bailaba en público y no se emborrachaba sin seguridad jamás, tenía que admitir que aquella la estaba decepcionando un poco (o un bastante).
Pensando en que estaría más feliz en su casa con la televisión encendida y cualquier ecchi basura, la mano que Georgie entrelazó con la suya la hizo volver de golpe a la realidad. No estaba ahí por la fiesta, estaba ahí por Georgie.

Georgie llegó por ellas a las siete y le prometió a su papá que sería una pijamada sobria; era mala mintiendo, pero su padre lo dejó pasar porque estaban juntas y él confiaba en que eran buenas chicas y en la educación que le había dado a su hija, porque emborracharse era para perdedores y los Schäfer eran mejor que eso.
Y su padre tenía razón, aunque ahora hubiese una cerveza en su mano y una colorida bebida rosa en la de Georgie, venida de una jarra enorme en la cocina y que un chico se ofreció coquetamente a servirle aunque era evidente que ellas dos iban “juntas”.
Georgie le había tomado la mano y sus dedos estaban entrelazados así que eso tenía que significar algo, ¿no?

Faltaban quince a las diez cuando la rubia –todavía bastante decepcionada y recargada contra la pared manteniendo una conversación suelta sobre videojuegos con un chico medio ido, su mano aún entrelazada a la de la otra chica que escuchaba, asentía e intervenía de cuando en cuando porque nada podía ser mejor que Minecraft, no importaba qué tan buenos gráficos tuviera Assassin's Creed –comprendió un poco el porqué del adjetivo. Bastó una mirada a la escalera. Aquello era brutal para los sentidos, o quizá era la droga, o que estuviera bebida, o simplemente que era una adolescente llena de hormonas a la que le atraían las chicas.

Fue ese momento en que las anfitrionas, a las que no había visto en toda la noche, se dignaron a aparecer.
Agus no conocía a Billie, pero venía con Tomie de la mano así que debía ser ella. Su cabello era negro, peinado de una forma extravagante, levantado de varios sitios y fijado casi contra gravedad, aunque varios mechones caían; llevaba botas con cordones hasta la rodilla, no muy altas pero que la levantaban de por sí varios centímetros más del suelo, una falda tinta de cuadros y volantes, y una blusa ajustada, de manga corta y encaje en los bordes, un pequeño listón resaltando sus bonitos y redondos pechos, evidentemente firmes aunque no exuberantes. Su maquillaje era intenso, completamente oscuro en los ojos, dándole un alargamiento felino, y los labios más bien pálidos. Sonreía, como quien sabe que lo puede todo, y llevaba a Tomie de la mano, en un gesto que oscilaba entre lo tierno, posesivo, controlador y casi morboso.
Tomie era más simple, un poco, más sencilla en la forma de vestir; llevaba una blusa tinta, de terciopelo, con un escote discreto que dejaba mucho a la imaginación y daba mucha oportunidad de ser creativo, pero que se ajustaba de forma bombacha a sus pechos, de modo que lucían suaves e incluso un poco más grandes, y que combinaba con la falda de su hermana; pantalones anchos, ajustados a los tobillos y unos tenis grandes haciendo juego en colores. Las rastas en media cola y el rostro más bien limpio, un poco de brillo en los labios.

La gente las miraba y saludaba y de algún modo Agus tuvo la impresión de que todo apenas comenzaba aunque la mitad de los asistentes estuvieran ya borrachos o pasados de humo.
Agus fácilmente podría relacionar a Billie con una Lolita, divagando lo bien que luciría en vestido de mucama o algo parecido, cuando Georgie agitó su brazo libre en señal muy, muy evidente de saludo y Tomie se percató de su presencia, apretando ligeramente la mano de su hermana, que charlaba con un par de chicos que se habían cruzado en el camino a la cocina; acercó su boca al oído para que la escuchara mejor, y en menos de un minuto se encontraban caminando  en su dirección, las manos de Agus sudando un poco por la anticipación y dirigiendo su mirada a la castaña, que continuaba con la mano un poco suspendida en el aire por el anterior gesto de saludo, sonriendo con aquel brillo de emoción en la mirada q1ue hacía que Agus se le quedara mirando embobada, absorta en la naturalidad de todas sus expresiones.

—¡Tomie! —le dijo en voz lo suficientemente alta cuando estuvieron más cerca, dando un paso al frente y llevándola con ella ya que no se habían soltado de las manos.

—Georgie, hey, sí pudieron venir.

—Claro que sí, no podía dejar que Agus se lo perdiera —dijo, señalándola un poco con la mano que mantenía los dedos entrelazados —. Hey, Billie. Tiempo sin vernos, ¿cómo va todo?

—Va todo genial. ¿Quién es tu amiga?

Agus no estaba segura de querer clasificar aquel tono de voz que había sido usado en la pregunta porque, ¿acaso no había un tinte amenazante ahí o era sólo su paranoia?

—Ella es Agus, Billie —intervino su hermana —¿Recuerdas? Te hablé de ella un par de veces. Agus y Georgie tienen algunas clases que coinciden y estaban juntas cuando las invité, así que vinieron juntas a la fiesta.

Georgie tuvo la decencia de sonrojarse un poco ante el énfasis en la palabra “juntas”, que no estaba segura de que estuviera siendo usado en ese otro sentido, pero no soltó la mano de la rubia, demasiado cómoda así como para separarse, no importándole demasiado.
De hecho, si se miraba desde algún otro ángulo, el cuadro era gracioso: cuatro chicas charlando, divididas por parejas y tomadas de las manos en el medio de una fiesta que parecía subir y bajar de intensidad según el volumen de la música y el humo de los porros y los cigarrillos. Agus procuró no reír, y recordarse que las otras dos eran hermanas quizá sería también una buena idea, pero se le escapó una sonrisa pequeña que disimuló usándola para saludar a Billie con más entusiasmo, a pesar de que Billie no parecía muy entusiasmada por conocerla. —Hey.

—Agus —respondió, casi paladeando el nombre como si tuviera forma sólida; un brillo curioso en su mirada, no estaba segura si de curiosidad o malicia, pero que causó un escalofrío en la columna de la rubia, porque se estaba desconcertando así que se esforzó en mantenerse estoica hasta no saber  las intenciones —, sí me acuerdo, la mencionaste un par de veces. Hey, Agus, qué tal.

Billie se inclinó para dejarle un beso de reconocimiento en la mejilla y Agus respondió el gesto más por imitación e impulso que por costumbre o saludo en sí. Tomie sonreía con una pequeña mueca divertida y soltó la carcajada por la risa de su hermana cuando Georgi declaró que tenía hambre.

Cuando el reloj dio once y media, Georgie ya se había comido cinco pastelillos de la reserva de la alacena, que Billie le regaló sin problema y entre bromas, y Agus no tuvo que mirar tres veces para comprobar que, en efecto, había no una chica, sino un chico un tanto afeminado bailando arriba de una silla, su playera puesta como si fuera una larga y verde cabellera.
Una canción de los Red Hot Chili Peppers se dejó escuchar cuando el sexto pastelillo iba por la mitad y Georgie lo puso directo en la boca de Agus sin premeditación, declarando que amaba esa canción y tenía que ir a bailarla en ese preciso momento, a lo que Billie, con un par de copas de más, exigió que subieran el volumen y se fue bailando con la castaña entre tropezones desde la cocina hasta la sala, dejando a las otras dos atrás.

La conversación había sido amena hasta entonces y Agus no sintió incomodidad de quedarse a solas con Tomie, se recargó contra la barra de la cocina y se acomodó un poco mejor en el banco en el que tenía un rato sentada.

—¿Ustedes están saliendo?

Agus terminó de comerse el pastelillo en lugar de escupirlo antes de contestar. —En realidad no lo sé.

—A Billie le gusta.

—¿Qué?

—Georgie. A Billie le gusta Georgie. En realidad desde hace un tiempo, pero si estás saliendo con ella puedo decirle que se detenga.

—¿Que se detenga de qué?

—De coquetearle.

Agus sabía que había estado coqueteando, pero en realidad no se sentía molesta o algo así, le parecía un poco gracioso en realidad, porque Georgie no era capaz de darse cuenta cuando una chica le coqueteaba.

Tomie en realidad no había estado de humor durante toda la noche, así que se había entretenido con la conversación que mantenían las cuatro, extrañamente divertida donde ninguna de las partes se quedaba fuera aunque jamás aterrizaran de lleno en un tema. Eran tan diferentes las cuatro que era sencillo reírse, a pesar de los esfuerzos de Billie por ser sutilmente atractiva. Eso hasta que la canción comenzó; si Billie ni siquiera sabía bailar. Era difícil que su gemela se rindiera, pero Tomie se había dado cuenta con un simple vistazo, que había algo entre Georgie y Agus, y Billie también lo sabía aunque nadie lo hubiera dicho, así que tendría que desistir en algún momento.

Para su desgracia, Tomie sabía perfectamente que una Kaulitz no desistía sin intentarlo hasta el final, así que en lugar de molestarse o sorprenderse sólo suspiró cuando vio a su hermana subir las escaleras de la mano de una desorientada castaña que todavía llevaba adrenalina del baile en el cuerpo.
Agus reaccionó un poco bruscamente cuando Tomie la jaló por el brazo y la instó a levantarse para que la siguiera, sin decir nada, sólo un par de gestos como única explicación.

Georgie no estaba ebria, sólo que no tenía ningún problema con ser sacada de la improvisada pista de baile para acompañar a Billie un momento, aunque no sabía a dónde y le hubiera gustado avisarle a Agus antes de desaparecer. Fue hasta que la puerta de la habitación estuvo abierta que un poco de luz llegó a ella, pero para entonces quizá la curiosidad de hasta dónde podía llegar aquella situación (que se le antojaba casi graciosa a pesar de lo tensa) era más grande.

Abajo, el sillón había sido puesto de cabeza y alguien arrojaba botellas medio llenas de cerveza en un improvisado tiro al blanco pintado en la pared, justo por encima de una maceta llena de vómito.

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