Pairing: gushido
Categoría: hetero
Rating: T
Día 2-Gender swap
Número de palabras: 1097
Se sienta en la orilla de la silla como si fuera a ponerse de pie en cualquier momento, pero se abstrae mirando por la ventana. Abajo, en la calle, donde no hay el jardín que a ella le gustaría tener, enfundado en bermudas y camiseta, Georg lava su auto, al que consiente como si tuviera vida, y ella lo espera con la puerta del departamento abierta, porque hace tres semanas que Georg se fue de su casa y le preguntó por vivir con ella un tiempo, sólo lo suficiente para reunir el dinero necesario para pagar su propio espacio. Ella dijo que sí, porque es Georg, porque jamás ha podido decirle que no a pesar de que sabe que esa era la peor de las ideas para su salud.
Georg sale en ropa interior después de bañarse, prepara un desayuno de muerte y hace galletas con chispas de chocolate todos los fines de semana para acompañar el maratón de películas de terror de media noche, y hasta el amanecer se hacen compañía, entre algunos gritos, risas y críticas de lo ridículos que pueden ser algunos efectos especiales.
Ella es feliz; no recuerda haber sido tan feliz en un largo tiempo y se pregunta por qué rayos no lo habían hecho antes, vivir juntos, compartir el aire y el espacio, y entonces recuerda, que no lo hacen porque cuando llega la noche y está en su cama mirando el ventilador dar vueltas sólo puede recordar lo mucho muy enamorada que está del chico en la habitación contigua, aquella que transformó aunque era su preciada biblioteca, y que, por mucho que pueda hacer por él, ella es la hermana que él nunca tuvo.
Georg no ama a Agus. Georg no ama a Agus y ella se lo recuerda a sí misma mientras el agua se escurre por la banqueta y Georg se sostiene el cabello en una coleta para no mojarlo demasiado.
Para la siguiente noche del viernes ya ha sido demasiado para ella. Se escabulle de casa con una excusa pobre, le dice a Georg que tiene que ir con Bill, y tiene qué, porque le llamó quince minutos atrás pidiendo que saliera con ella y tuvo que sobornarlo para que dijera que sí, así que no se va a quedar a ver películas con Georg, porque la última vez lloró durante media hora después de que él se quedara dormido porque no fue lo suficientemente fuerte para no besarlo (y no se arrepentía en absoluto).
Fue cuando se subió al auto de Bill que se dio cuenta que iba a tener compañía, porque el maldito jamás se lo decía. No era Tom, que se había quedado en casa con los perros porque no estaba de humor para salir; era un hombre varios años mayor que Bill, barba de candado, lentes oscuros y una sonrisa como de quien está haciendo algo que sabe que no debería hacer y le importa muy poco.
Se lo presentó como Anis pero el hombre se apresuró a aclararle que le gustaba que lo llamaran Bushido, y Agus no estaba segura de qué rayos era lo que sucedía, pero definitivamente no quería saber dónde habían terminado aquellos dos esa noche porque no podía presagiar nada bueno.
La siguiente vez que vio a aquel hombre fue saliendo de un bar. Ella volvía a casa como todas las tardes después del trabajo y antes de que pudiera cruzar la avenida él la había tomado por el hombro y saludado antes de que lo golpeara con su mochila; le preguntó que si se acordaba de él y la respuesta había sido un silencio largo con ceño fruncido que el hombre se tomó como un sí.
Le invitó una copa, porque la noche era joven y las chicas como ella no debían caminar solas a casa. Agus se rió en su cara y estuvo a punto de marcharse antes de recordar que ya nadie la esperaba en casa, que se había estado arrastrando cada tarde después del trabajo a un departamento vacío desde que Georg había conseguido una renta barata y decidido que no quería molestarla más, y ella no había sido capaz de decirle que no, que estaba bien, que no la molestaba, que quería que se quedara, porque si decía aquello tendría que decirle que para siempre. Y no podía. Si Georg quería quedarse para siempre tendría que darse cuenta por sí mismo, no porque ella se lo dijera. Así que aceptó esa copa, con la condición de no ser ella la que terminara pagando y el hombre le correspondió con un gesto ofendido y un brazo sobre sus hombros porque el local estaba demasiado lleno y no quería perderla de vista ni un segundo.
Se tomó seis cervezas y un whisky antes de decidir que estaba lo suficientemente ebria como para irse a casa sin importarle lo vacía que estaba, se subió al Cadillac de Bushido sin objetar demasiado y lo dejó que la llevara hasta la puerta de su departamento. También lo dejó que la besara despacio, el miedo de ser rechazado palpable en su gesto, listo para alejarse ante cualquier signo de disgusto; Agus pensó que era gracioso, que incluso los hombres grandes y rudos tuvieran miedo de ser rechazados, y tuvo la loca idea de que quizá aquel hombre grande se parecía un poco a ella cuando Georg estaba cerca, nunca segura de nada pero siempre intentando tomar riesgos sin traspasar demasiado la línea; después pensó que Bushido estaba saliendo con Bill, y si no hubiera estado casi borracha quizá le hubiera pegado en la boca. En lugar de eso sonrió y le preguntó directamente por su aventura con su amiguito, sólo para recibir como respuesta una profunda carcajada, porque Bill ya amaba a alguien más, y él, a diferencia de ella, sí le había pegado la primera vez que intentó besarlo.
Tal vez era la ironía, tal vez el alcohol, tal vez que la casa seguía vacía como lo había estado la última semana; fuera lo que fuera, Agus soltó un ligero “ja” antes de besarlo de vuelta y bajar del auto.
Después de siete días de soledad, la cama ya no sentía tan vacía.
El martes por la mañana cuando se disponía a salir a la escuela, Anis estaba ahí, un capuchino de vainilla en la mano, la puerta del auto abierta y una sonrisa en el rostro que delataban que no estaba tan seguro de que ella subiera pero igual se arriesgaba a intentarlo.
No era un fabuloso desayuno, pero estaba caliente, estaba dulce y venía con compañía.
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