Pairing: Geoshido
Categoría: slash
Rating: M
Día 3-Food-Play
Número de palabras: 1001
Se recoge el cabello en una coleta alta y se lava las manos con mucho cuidado después de acomodarse los cabellos sueltos tras la oreja. El bowl blanco está sobre la barra y el horno se está precalentando a trecientos grados aunque todavía no está seguro de qué es lo que va a preparar.
Frunce ligeramente el ceño. Huevos, leche, harina, azúcar, fresas frescas y el jarabe de chocolate que compró la semana pasada y no había dejado que nadie tocara porque era suyo y se lo iba a comer cuando le viniera en gana. Todo. Él solo. Y sí, estaba mintiendo, porque ni se lo iba a comer todo ni se lo iba a comer solo, pero eso no daba derecho a nadie más para que se lo comiera, sobre todo si iba a tener la casa libre todo el fin de semana y la podía pasar reinventándose. Reinventando la mejor parte que era ‘no comer solo’.
Cuatro tazas de harina, dos de azúcar, polvo para hornear; no está seguro de qué saldrá al final, pero son ingredientes comestibles, mezclados de una forma decente y horneados a temperatura considerable, así que debería ser comestible por default. Una cucharada de sal y una sonrisa en su rostro cuando las manos impacientes que estuvo esperando impacientemente se cuelan despacio por su cintura. Se ríe, los dedos llenos de harina como los tiene, porque una cuchara de madera jamás será tan buena para él como sus propias manos, las manos que usa para tocar el bajo, las manos que usa para acariciar la nuca del otro hombre cuando los dedos curiosos se metieron debajo de su mandil. Un letrero de “El mejor chef del mundo”, una pizca de canela que le hace cosquillas en la nariz y una cucharada de vainilla. Y Anis, una gran porción de Anis.
Se da la vuelta, sonriente como está y gira los ojos en un nada convincente gesto de molestia cuando lo tienen bien sujeto por el trasero, caricias circulares y presión sobre sus muslos para levantarlo y llevarlo a sentarse sobre la barra en la que estaba pretendiendo cocinar algo, o nada, cualquier cosa es un buen pretexto para entrar a la cocina.
Sus bóxer negros se manchan de blanco y lleva las manos al rostro del hombre sin habérselas limpiado, marcando canas falsas en su barba. El chocolate está cerca pero es más el que dirige a su cuello que el que termina en el recipiente, porque oh mira el tatuaje necesita un retoque y, ups, ahí no era así que ahora tendré que limpiarlo, con mi lengua, muy despacio.
Pero no es él el único que cocina y Anis está de ánimos para algo más salado que las fresas que Georg se mete a la boca, frescas, frías, crujientes, tan rojas que le pintan los labios; de pronto ya no hay nudo en el delantal y todo su pecho se encuentra desnudo frente a él, la coleta de cabello recargada en la puerta de una de las alacenas altas, ahí donde Anis se hace espacio para sacar la pimienta. El horno está encendido, pero no se preocupa aunque la habitación se esté poniendo caliente en torno a su cintura, porque la estufa es eléctrica; hay en el frigorífico un filete que compró antes de llegar ahí y un frasco con orégano seco que nadie usa jamás, una tabla de madera y una cebolla entera cortada en medias lunas que le saca un par de lágrimas al muchacho. Ya no puede ver, todo se torna borroso y salado, hay sangre de filete sobre su vientre, las piernas le cuelgan en la barra y trata de sostenerse de la orilla de un cajón cuando Bushido le toma las rodillas y las pasa por sus hombros; una botella de vino que no sabe de dónde salió, un cuarto vacía que se fue donde el pastel y un cuarto que baña el filete en cascada desde su pecho hasta la orilla de sus bóxer. Anis prefiere algo salado y las lágrimas de Georg se acumulan en sus pestañas y desaparecen en sus labios; un pimiento rojo, picante, aguardando en la hendidura de su ombligo, los bóxer que desaparecen poco a poco y el jarabe de chocolate que le cae por los hombros.
Georg lo jala de la camiseta y lo besa, apenas rozando sus labios, las piernas completamente entumidas colgando de sus hombros y aguardando como la masa que reposa antes de entrar al horno. Tiene el cabello enredado y sus genitales arden como si estuvieran cerca del fuego, el pimiento no espera más en su ombligo y su ropa interior aguarda a medio muslo, una de las manos de Bushido acunando sus testículos y el un pequeño condimento rojo acariciando la base de su miembro. Se remueve incómodo y maldice fuertemente cuando se da cuenta que se encuentra atrapado, que lo único que puede hacer es sostenerse de la alacena por encima de su cabeza y agitar las caderas para que el hombre se detenga, pero Bushido sólo ríe y lo aprieta con cuidado, se inclina y besa la punta, el pre-semen salado y los restos del picante, lo baña con vino antes de tragarlo entero. Succiona con fuerza y lo suelta, la carne debe ir a una cacerola, con aceite de oliva y tres dientes de ajo. Anis prefiere algo salado, pero el chocolate se mezcla con el vinagre de su vientre y el encuentra placer en los tonos agridulces, los testículos que arden y los miembros que palpitan, y un fin de semana de absurdas clases de cocina.
Es viscoso y caliente y sabe a amargo, amargo pay de limón, Anis lo sabe porque lo traga todo como si fuera un entremés. Él jamás desperdicia algo durante la comida. Georg respira profundo, relajando el cuerpo, dejando caer los brazos laxos, y sonríe de nuevo cuando Anis mete el pastel al horno, porque el filete sigue crudo y el tiempo de cocción es de una hora.
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