jueves, 28 de agosto de 2014

La hendidura en la puerta {TH}

Pairing: gushido [tomshido]
Categoría: slash
Rating: MA
Día 9-Voyerismo
Número de palabras: 937




Se dice que es porque son amigos y trata de relajarse en el sillón pero es difícil cuando el otro sonríe de esa forma, como si supiera todos sus secretos y se burlara de ellos porque le parecen adorables.

Se dice que es porque son amigos, que esa es la razón de que haya ido a visitarlo cuando le llamó como lo hace a veces y le dijo que por qué no comían algo juntos, en su casa. En su casa. Jamás había estado en su casa. Y trata de relajarse en el sillón pero es difícil cuando el otro sonríe como si algo hubiera sido planeado y su invitado es parte del plan incluso si no le dijo ni le preguntó.



Se acomoda la gorra en un tic nervioso del que no ha podido deshacerse y se echa las rastas para atrás antes de resbalarse un poco más del asiento para fingir que sí está lo cómodo que no está en realidad. No sabe por qué dijo que sí, porque sabía que no era una idea muy buena, ¿qué podría él hacer en la casa de Bushido si más que amigos eran conocidos de algunas veces y compañeros de negocios y publicidad? O mejor dicho, no quiere saber por qué dijo que sí, porque sabe que ninguna de sus razones le conviene.



Se aclara la garganta por impulso y el reloj marca las cinco antes de que termine de darle el último largo trago a su cerveza (porque él hubiera preferido una bebida dulce, pero Bushido le ofreció cerveza), entonces Bushido se pone de pie y cierra la puerta de la habitación a lo que Tom tiene un escalofrío y se da cuenta que no habían estado hablando de nada aunque tiene ahí media hora y quizá eso es raro, pero ya no importa porque la habitación está cerrada y oh mierda, hay alguien en la puerta de entrada.



—Te puedes quedar —dice Bushido —, pero tengo cosas que hacer que 'quizá' —remarca —no te van a gustar, así que no mires por aquella puerta.



'Aquella puerta' es una a la que Tom no había prestado atención, que da a una pequeña sala de estar con un diván negro en dirección exacta a la hendidura de la puerta. Demasiadas coincidencias, quizá; quizá que todavía es lo suficientemente niño para que la psicología inversa funcione en él. Bushido sale por ahí y cuando regresa se queda en esa sala de estar y Tom sabe que no viene solo, está acompañado, y no que eso sea importante, porque después de todo es un hombre y ¿Qué de raro tendría que esté acompañado, en su casa, estando en una sala de estar? Nada, y no le importaría a Tom si no tuviera la terrible impresión de que conoce a su compañía, porque es rubio y al lado de Bushido ya no se ve tan bajo pero los pantalones cortos y la playera sin mangas son inconfundibles, y Tom no sabe qué le perturba más: si el hecho de que él esté ahí, si el hecho de que Gustav esté ahí, o el hecho de que no se haya molestado en disfrazarse siquiera un poco para que nadie lo reconociera, o que ahora cae en la cuenta de que tampoco él lo ha hecho, o el jodido hecho de que Gustav y Bushido se están besando, que es rudo y feroz y de pronto la pared parece la base perfecta para arrancarse las camisas. O que él se empalmó de golpe cuando Gustav jaló a Bushido de la presilla de su amplio pantalón y se mordió la mano para no soltar en voz alta el gemido que se disfrazó de grito.



De todos modos, ¿por qué está mirando? Se pudo haber quedado sentado en el sillón, pero se puso de pie a espiar por la puerta en cuanto Bushido le dio la espalda después de decirle que no lo hiciera. Porque 'quizá' no le iba a gustar. Aprieta las piernas, balancea las caderas y se sujeta al marco de la puerta porque, joder, el diván ya no parece puesto ahí por decoración, no con Bushido sentado y Gustav sobre él, los pantalones olvidados aunque los de Bushido continúan a medio muslo; y no necesitan más espacio, Bushido escupe sobre tres de sus dedos y los mete en Gustav sin más, que en lugar de quejarse y golpearle, gruñe, se sostiene a sus hombros y se impulsa hacia abajo buscando más contacto incluso si, Tom sabe, le debe doler como el infierno. El que frunce las cejas es Tom, pero no ha podido siquiera procesar lo bestia de la situación actual cuando Bushido, dos manos libres, toma al rubio por la cadera y lo sienta de lleno en él; a Gustav se le escapa un gemido y a Tom un susurro largo y doloroso de "auch", lento, que más parece que le hubiera dolido a él. Y le tiemblan las piernas, que más parece que la mano morena lo estuviera acariciando a él. Que le tiene envidia a Bushido de pronto porque, mierda, mira esas caderas; y no es sólo que Gustav se mueva como un experto, como si siempre lo hubiera hecho, no, es la melodía de las voces roncas de ambos arrastrándose por toda la habitación, colándose por la hendidura de la puerta, directo a los interiores de Tom. El grito resultado de un orgasmo que no está seguro de quién fue, y un cigarrillo que se enciende cuando las respiraciones regresan. O la puerta que Bushido abre y lo invita a pasar aunque (o porque) Gustav sigue ahí.

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