Título: El resto de mi vida
Categoría: slash
Pareja(s): Billshido
Género: romance, drama
Palabras: 1066
Resumen: Anis no era supersticioso, pero cuando conoció a Bill no podía dejar de pensar en sus manos y las líneas de su vida.
Advertencias: muerte de personaje
Notas: Escrito para el maratón de pics de TH Kinky Twink. Basado en esta pic
No es supersticioso, jamás ha sido supersticioso, si hay un adjetivo que no aplica para calificar a una persona como Anis, esa es "supersticioso"; creció en un entorno difícil, donde uno hace sus propias decisiones y sabes el peso de las acciones que cometes pero lo último que debes hacer es guiarte por una superstición. No puedes dejar que las ideas te arrastren o terminarás en un pozo sin fondo y ningún logro.
Anis no es una persona supersticiosa pero tenía una tía que lo era; cuando cumplió trece lo tomó por sorpresa y le leyó la mano y a él no le importó mucho y no recuerda todo lo que le dijo pero de todo lo que le dijo hubo una frase que se le quedó anclada: Tienes una vida larga, Anis, haz algo con ella.
Y no era porque su tía se lo hubiera dicho, Anis tenía pensado hacer algo con su vida, algo que valiera la pena; tenía pensado hacer mucho dinero sin importar lo que tuviera que hacer, tenía pensado tener una buena vida, no necesitaba que la tía loca le dijera que iba a ser larga.
Su tía murió cuando él tenía dieciséis y Anis no volvió a pensar en lo que le dijo durante un largo, largo tiempo.
Para cuando volvió a pensar en ello, una noche en que hacía calor y había decidido dejar las ventanas abiertas para sentir el aire y liberar un poco de tensión, cerró los ojos miró hacia el cielo y había un par de estrellas. Su madre había muerto hacia un mes. Anis no era supersticioso pero recordaba cómo a veces ella le decía "Anis, pide un deseo" y le apuntaba a la primera estrella que se veía en el firmamento. Anis pedía un deseo, nunca uno realmente importante, uno pequeño que no fuera a recordar que pidió y no le importara si se cumplía o no. Había un par de estrellas en el cielo, el aire se sentía húmedo y Anis recordó las palabras de aquella tía que todos hacían pasar por loca y que murió casi sola y en la que nadie pensaba ya nunca. "Tienes una larga vida, Anis, haz algo con ella".
Anis tenía una empresa, por fin había dejado los negocios turbios, tenía una casa de dos pisos con un jardín del que no alcanzaba a ver exactamente dónde terminaba desde la ventana de su cuarto, cuatro camionetas, dos convertibles y una motocicleta en la cochera, dos perros y una serpiente, un gym personal y piscina, y una mujer que le limpiaba la casa los fines de semana. Había hecho algo con su vida.
Pero aquella noche mirando las estrellas y recordando todos los deseos que había pedido de los que ya no recordaba haber querido nunca, aquellas palabras se sentían como una recriminación. Haz algo con tu vida, Anis, ¿qué has hecho con tu vida que puedas recordar el día que te estés muriendo? Tienes cantidades de dinero que no puedes contar a diez manos y no has hecho nada con tu vida que merezca la pena que lo recuerdes.
Salió de casa y se detuvo en un café en mitad de ningún sitio a dos horas de que cerraran en todas partes y pidió un trozo de pastel.
Anis tenía una vida muy larga y no había pensado en ello hasta que lo conoció a él.
Trabajaba ahí, era un híbrido entre facciones femeninas, vocecilla engañosa, endemoniadamente alto, pantalones ajustados y las manos gruesas que lo delataban, afeminadas pero inconfundibles. Pálido como el papel, bolsas debajo de los ojos y trabajando diez horas diarias para poder comer. Estaba solo. Le hizo compañía hasta la hora de cerrar; y podía ser la sonrisa, los ojos enmarcados en negro o probablemente la fortaleza de sus movimientos aunque parecía tan decaído, no está seguro qué fue pero Anis volvió al día siguiente y el siguiente a ese, y no recuerda que hayan hablado de ello, sólo recuerda que de algún modo lo supo. Algo estaba mal.
Fueron dos años. Para algunas cosas dos años en un periodo considerablemente largo de tiempo. Para Anis fue como pasar de un atardecer a otro. Dos años como agua entre los dedos. Lo supo sólo un par de meses y todo el dinero que había conseguido en esa vida con la que había hecho algo no le alcanzaba para asimilar que no era capaz, no importaba cuánto hiciera, de sostener lo que parecía ser lo único que valía.
Era un viernes, Anis se acuerda de eso; estaban a medias luces, se le veía cansado, le sonrió y le tomó de las manos y las miró por largo rato, fijamente, pasando los dedos por las líneas más concretas y le dijo en un suspiro de voz "Tienes una vida muy larga, Anis". Se quedó congelado en el acto, la sonrisa convirtiéndose en una mueca de pánico. "Nadie me lo ha dicho, pero sé que yo tengo una vida muy corta. Una vida partida por la mitad".
Jamás supó qué exactamente significaba aquello.
Anis tenía una vida muy larga, no lo sabía porque se lo hubieran dicho, cuando lo conoció a él aprendió que lo sabía porque podía sentirlo, que no iba a morir de pronto, que le esperaban varios largos años más.
Cada vez que mira su mano se le encoge el corazón. Anis jamás creyó mucho en esas cosas pero Bill lo cree tan fuerte que cada vez que lo mira a los ojos sólo lo sabe. La línea de vida de Anis es muy larga. La línea de vida de Bill está partida por la mitad.
Quererlo por el resto de su vida era un tiempo muy corto, dos años que se escaparon como el aire. A Anis le quedan muchos años de vida, y por primera vez sabe qué es lo que realmente le importa hacer con ella.
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