Pairing: geoshido
Categoría: slash
Rating: T
Día 6-chan/adulto-menor/underage
Número de palabras: 654
Te sientas en la puerta de la cafetería como cada tarde, esperando la hora justa en que abren, dibujando un poco, escuchando música, haciendo graffiti, escribiendo canciones. Canciones de amor que nunca terminas. Canciones que nadie jamás va a escuchar. O quizá.
Quizá deberías dejar que las escuchara, piensas, cuando les pongas melodía, a tambores de tus dedos, a intervalos de tus labios, quizá deberías dejar que las escuchara, incluso si sabes que no le gusta el tipo de música que a ti te gusta, sabes que las escuchará porque es él, porque es amable incluso si sólo lo es por serlo. O quizá deberías meterlas en un agujero y quemarlas, como hacen las chicas de tu edad, a los trece, cuando tienen un amor platónico que nunca corresponderá. Pero no eres una chica; y golpeas el pie contra el pavimento porque si fueras una quizá sería más fácil.
La primera vez que lo viste lo único que alcanzaste a ver fueron sus ojos verdes antes de desmayarte; te habían golpeado hasta el cansancio, estabas aturdido, mareado, sangrabas y tenías sed, tanta, tanta sed y hambre, y frío, y no sólo estabas sucio, no te habías bañado en tres días, olías a tierra, a sudor, a la sangre que te escurría por la barbilla, de la ceja, la herida en tu costado (pequeña pero persistente) contra la que presionabas tu sudadera, el pantalón roto y las llamadas perdidas de tu madre en tu teléfono. Cuando despertaste él estaba ahí, no sabías nada más salvo sus ojos verdes mirándote mientras intentabas levantarte y te quejabas por el dolor, el ojo hinchado, el labio roto; no intentó detenerte, sólo te miró y sonrió mientras volvías a caer inevitablemente sobre la cama y esperaba a que te quedaras quieto para tocar tu frente y asegurarse de que ya no tenías fiebre. Te dio ropa nueva, te dijo dónde estabas, te dio comida y agua, te dejó tomar una ducha y te ruborizaste estúpidamente al saber que te había visto desnudo, no porque tuvieras problemas con tu cuerpo, sino porque tenías problemas con tus cicatrices, pero te habías desmayado en la puerta de su casa y él te había cargado escaleras arriba, recostado en su cama y velado por ti durante horas. Y su nombre era Georg. Y trabajaba en aquella panadería todas las tardes.
Y tú corrías todos los días después de la escuela para visitarle.
Le debías una y querías demostrarle cuán agradecido estabas así que le pediste un empleo porque querías ayudarle y él dijo que sí, que estaba bien siempre y cuando volvieras después de haber ido a casa.
Fuiste a casa y volviste la tarde siguiente, y tu pandilla no te encontró cuando te buscó, y tuviste que patear algunos traseros para que dejaran de molestarte. Porque ahí estaba Georg, que te saludaba con esa sonrisa todas las tardes.
Cuando menos lo pensaste, ya te encontrabas deseando quedarte para siempre.
Cuando menos lo pensaste te encontrabas golpeando tu cabeza contra un muro porque te atreviste a pensar que lo querías; que anhelabas un abrazo, una caricia; que te estremecías con sus palabras de aliento, con sus cumplidos y agradecimiento.
Cuando menos lo pensaste eras un idiota, porque Georg tenía treinta y tú trece, porque él era atractivo y tú un niño perdido que calentaba la cena que mamá le dejaba servida cuando volvías del trabajo.
Cuando menos lo pensaste te encontrabas llorando mientras te reías y arrojabas cosas con furia. Pero estabas ahí, todos los días estabas ahí sólo para pasar la tarde mirando sus ojos y su sonrisa. Y eras tan idiota que incluso llegabas media hora antes.
Y eras tan idiota que te habías enamorado y ni siquiera eras capaz de saber si eras correspondido, porque la única vez que lo besaste fue cuando lo encontraste dormido tras el mostrador.
Eras tan idiota, que pasabas las tardes escribiendo canciones de amor.
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