jueves, 28 de agosto de 2014

Contigo tres o cuatro {TH}

Pairing: tomshido
Categoría: slash
Rating: T
Día 5-M-preg
Número de palabras: 1697



Resumen: Tom es un chico. Siempre fue un chico y así lo cree hasta que tiene el incontrolable deseo de ser madre.


Tom es un chico. Nació como un chico y tiene un hermano gemelo que es también es hombre. Siempre ha sido un chico, su mamá siempre le dijo que era un chico, su hermano siempre lo trato como hombre, porque le gusta vestir como uno, lucir como uno, sentirse como uno.



Tom es un chico, siempre lo fue y como tal tiene grandes aspiraciones. Es un hombre, y no sólo porque le guste vestir como uno, caminar como uno, hablar como uno, comportarse como uno, o porque los demás digan que lo es, no, no es sólo por eso; está muy seguro que el hecho de haber nacido con un pene y que el doctor le dijera a sus padres “son dos varones” debe influir bastante en ese hecho.



Como sea, Tom es un hombre y cuando tenía doce supo que era gay.

Es un hombre, gay pero no por eso menos hombre; con su pene, su pecho plano, su ropa ancha, sus lindas rastas y su voz de hombre.



Es un hombre gay de veintiséis años, que tiene una relación estable desde hace dos años (con otro hombre, por supuesto) con el único hombre que fue totalmente capaz de soportar a su hermano y el hecho de viven juntos y no planean que sea de otra forma.

Así, su novio pasó a vivir a su habitación en la casa que comparte con su hermano. A su hermano no le importa, él no podría ser más feliz y Anis aprendió rápido a lidiar con ello.

Anis es su novio desde hace dos años y a veces Tom se  pregunta por qué.



Cuando las cosas comenzaron a ponerse apretadas compraron una casa más grande. También adoptaron más perros y desde entonces tienen un total de seis. Un bonito y gigantesco jardín, una amplia cocina donde Anis prepara el desayuno, tres habitaciones, dos baños, una oficina, cochera para tres y una sala de estar.



Tom es un chico, siempre fue un chico, jamás pensó que podría ser otra cosa hasta que tuvo el incontrolable deseo de ser madre.

No “papá”, porque sabe que debe existir una inmensa diferencia entre la necesidad de un hombre de convertirse en padre y lo que él sintió cuando su ‘necesidad comenzó’. Mamá es lo que él quiere ser.



Al principio creyó que se estaba volviendo loco; veía bebés por todas partes, se sentía frustrado, decaído, necesitado; se acurrucaba más y más cerca de Anis y se abrazaba a él como si no tuviera nada más a qué aferrarse, y Anis lo notaba, porque no es un idiota, pero Tom se empeñaba en decirle que no le pasaba nada, porque por mucho que le gustara detenerse a ver bebés cada vez que uno se le cruzaba, verlos era lo único en lo que había pensado.

Después no fue sólo verlos. Después entró en una crisis y se encerraba en la habitación durante horas; Anis trajo al doctor a casa, pero Tom se negó a salir.

Quería un bebé. Eso fue lo que su cerebro procesó después de una semana de tortura emocional. Quería un bebé y esa noche arrastró a su novio a su habitación e hicieron el amor como no lo habían hecho en largos e interminables días. Pero cuando estaba mirando el techo, intentando recuperar la respiración, comenzó con un hipido y terminó llorando como si de nuevo tuviera tres años; lloró tanto que Bill entró como un torbellino a la habitación y se abrazó a él sin importarle que estuviera desnudo y se quedó ahí llorando con él mientras Anis preparaba té. Tenía el corazón roto y nadie entendía por qué.

Quería un bebé, pero no importaba cuánto sexo tuviera con el hombre que amaba, no tendría un bebé.



—Quiero un hijo. —Sentenció una mañana durante el desayuno, donde Anis se quedó petrificado y dejó caer el tenedor al plato y Bill escupió su café.

El verdadero problema era intentar explicarse, porque Anis estaba dispuesto a cumplir su deseo, podían adoptar, podían conseguir una madre adoptiva, sabía que Anis podría incluso secuestrar uno para hacerlo feliz, pero Tom no quería nada de eso, Tom quería un hijo, su hijo, uno suyo. Tom quería un bebé, quería “tener” un bebé.

Quería engendrar y quería ser mamá y era tanto, tan profundo y tan sincero su deseo de serlo que no lograba sentirse menos hombre por decirlo y quererlo.



Contrario a la reacción que hubiera esperado, de llevarlo con un psiquiatra o en cerrarlo en un sanatorio, y porque la vida de Tom estaba en el camino a alejarse cada vez más de lo establecido como normal, Anis y Bill decidieron llevarlo con un doctor, uno que pudiera decir qué tan imposible era la descabellada idea.



Pasó los siguientes tres días haciéndose estudios, no sólo para corroborar que era imposible, también para entender qué era lo que le estaba sucediendo, si probablemente sus hormonas se habían vuelto locas, y pasó la siguiente semana y media esperando resultados, hasta que el doctor se dignó a contactarlo por teléfono, sonar anonadado y decirle que necesitaba verlo.

Tom siempre fue un chico, creció y se le educó como tal y así lo creyó hasta que tuvo el incontrolable deseo de ser madre; y cuando un doctor le dijo que, de hecho, podía.

El médico no había estado mucho menos sorprendido que él, porque había desarrollado ambos genitales en su totalidad y nadie jamás se lo había dicho. Llamó a su madre al volver a casa y lo único que recibió después de explicarle que había ido al doctor a hacerse análisis y había descubierto que, de hecho, era tanto un hombre como una mujer, fue un largo suspiro. Su madre no era buena para las disculpas, incluso si sabía que Tom estaba genuinamente molesto, porque él y su hermano eran un único y particular caso de intersexualidad no parcial. Tom suspiró de vuelta y colgó el teléfono porque no quería pelear con su mamá, y porque podía procrear; no era su cerebro el que estaba loco, sólo su reloj biológico.



El siguiente doctor al que visitó, era un ginecólogo. Y porque trataba de olvidar lo abrumador que resultó todo desde ahí, lo siguiente que recuerda es que podría asesinar a alguien si no conseguía un helado de menta con galleta y un rollito primavera con salsa italiana. Las doce veces que Anis se levantó a las tres de la mañana a prepararle algo para comer, las dos veces que lo acusó de intentar dejarlo porque se estaba poniendo gordo y enfadoso, las cremas que Bill le obligaba a ponerse al salir de bañar y la vez que se escapó a medianoche porque estaba demasiado afligido para mirar a su novio y a su hermano a la cara, y se quedó dormido en la banca de un parque después de llorar lo que le supo a eternidades, sin siquiera saber bien por qué, y cuando lo encontraron Bill le pegó en el hombro, lo sacudió y le gritó hasta que la garganta no dio para más y lloró todo el camino de vuelta a casa; Anis no dijo nada, cuando estuvieron de vuelta en su habitación se recostó, miró al techo, se puso las manos en el rostro y lloró por largos minutos sin que Tom pudiera hacer nada salvo escucharlo al pie de la cama mientras su mala circulación le entumía las piernas. Porque, ¿qué podía hacer él?, le dijo Anis. ¿Qué podía hacer él, si ya había hecho todo lo que podía, todo lo que se le ocurría, para que Tom entendiera que lo amaba? Si ya lo había intentado todo y en lo único que podía pensar desde que le dijo que quería tener un hijo era en qué podría hacer para hacerlo feliz, y en qué iba a hacer para hacer feliz al bebé, porque era su bebé, de ambos, y no podía entender qué era lo que estaba haciendo mal, por qué Tom no era feliz y qué se suponía que iba a hacer él si ni siquiera era capaz de hacerlo feliz, si su bebé no merecía un hombre como él porque ese bebé merecía el mundo entero. Y Tom gritó, pidió perdón, rogó y lloró y le juró que no podría haber nada en el mundo que lo hiciera más feliz de lo que era entonces, incluso si le dolían esos pequeños y abultados pechos que antes no estaban ahí, incluso si se quería comer hasta la mesa y después de eso vomitaba sin control, porque estaba gordo y feo pero Anis seguí ahí para sostenerlo.



—No seas idiota, Tom. Tú jamás podrías ser feo; eres hermoso incluso si estás al doble de tamaño.



Fue lo que Anis le dijo y Tom le pegó porque le dijo gordo y después lo besó hasta que le dolieron los labios.



Lo siguiente en su memoria es que se le está partiendo el cuerpo en dos y el hijo de puta del doctor sólo le pide que puje con más fuerza, Bill lo graba incluso si todos acordaron que era de mal gusto y Anis sostiene su mano con fuerza, tanta que no sabe cuál de los dos aprieta más, si él que está pujando, o Anis que parece en estado de shock, con el ceño fruncido y los labios apretados susurrando que todo va a estar bien, porque el médico dijo que un parto natural era completamente posible y Tom lo maldice y lo maldice y que puje su puta madre porque ese bebé va a salir sí o sí y de inmediato.

Y hay mucha sangre, una máquina que hace ‘bip’, su hermano grita y patalea para que no lo saquen de la habitación, pero las voces se escuchan lejanas y de un momento a otro, unos segundos antes de caer inconsciente, Anis ya no sostiene su mano.

Cuando despierta, la habitación está en silencio, abre los ojos lentamente y busca (el pecho oprimido y el sedante en el sistema) hasta dar con una silueta sobre un pequeño sillón, que le dice que Bill fue por un café, y que sostiene en sus brazos un bulto que llora cuando lo ve.

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