domingo, 10 de junio de 2012

Amargo. {Tokio Hotel}

Pairing: Georg/Bushido
Categoría: slash
Género: angst, drama
Rating: T
Advertencias: violencia, OoC 
Resumen: Para los demás  probablemente aquello ni siquiera podría llamarse una relación, era tan sólo algo que se limitaba a encuentros nocturnos. Pero Georg era Georg, no alguien más





Bushido citó a Georg a las tres en punto el tercer martes de otoño. No dijo  gran cosa tras abrir la puerta de la habitación del hotel salvo “Toca para mí”.
Georg acudió a la cita, con exactamente veinte minutos de retraso.

“Ellos no te aprecian” “El bajo no es un instrumento realmente” “Ni siquiera se notaría si no estás ahí” “No eres necesario para la banda”. Ese era el tipo de cosas que Anis le decía usualmente a Georg mientras hacían el amor.

Hacían el amor. Difícilmente alguien mas podría entender aquel término en esa relación; una relación que, con todo, parecía destructiva, lo consumía.
Pero Georg era Georg, no alguien fuera de la relación, y él incluso más que Bushido sabía que lo que ellos hacían, de esa forma salvaje, violenta y arrebatada, entre insultos y palabras hirientes, entre frases despectivas, era “hacer el amor”. Lo sabía cuando aquel hombre que pretendía ser fuerte y superior se abrazaba a él con desesperación, en medio de piel desnuda y sábanas calientes.  Cuando gemía bajo en un sonido meramente gutural y se enterraba en su cuerpo hasta el fondo, llenando su cuerpo por completo.
Lo sabía cuando acariciaba su cabello con extraña delicadeza y confort y le susurraba en voz ronca “Quédate hasta la mañana y toca algo para mí”.

Para los demás  probablemente aquello ni siquiera podría llamarse una relación, era tan sólo algo que se limitaba a encuentros nocturnos. Pero Georg era Georg, no alguien más, y él sabía que no sólo era sexo, que había cenas privadas en hoteles caros y discretos, regalos exóticos y veladas ambientadas por piano, bajo y guitarra.

El día que se conocieron, aquella ocasión que reunieron artistas y fue arrastrado por ser el único del grupo con licencia, Georg no se estaba divirtiendo pero Bushido sí. Sonreía, saludaba y lo molestaba de forma sutil, suave y descarada, con aparentes gestos de camaradería.
“¿Qué instrumento tocas tú, chico?” le había preguntado como si nada. Georg respondió por cortesía, porque en realidad no tenía nada contra aquel hombre. “El bajo”, le dijo y Bushido se burló de él, muy en broma pero de forma grosera “¿Sus canciones llevan bajo?” Georg sonrió y Bushido paró de reír.
Cuando el evento terminó, un bajo nuevo, increíble y reluciente esperaba a Georg en su camerino y la grave voz del rapero desde la puerta: “Toca algo para mí”, demandó. Georg tocó, no porque quisiera complacerlo, sino porque aquel era un instrumento hermoso. Bushido escuchó hasta el final de la absurda e improvisada melodía y, con una expresión neutral, se marchó tal cual había llegado.

Después de aquella ocasión, lo buscó de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, siempre pidiendo que tocara para él, siempre entregándole un instrumento.

La primera vez que Anis le dijo algo despectivo a Georg, fue la primera vez que se besaron.
En la media luz del estudio de grabación del rapero la frase “Tú no deberías estar en la banda, ni siquiera necesitan un bajo” fue dejada en aire amargo, seguida de fibrosos dedos poniendo un mechón de cabello castaño detrás de la oreja y un bajista jalado de la nuca con brusquedad.

Las palabras despectivas tan sólo aumentaron con el tiempo; todas referidas a su “falta de talento”.
No era realmente que el hombre quisiera herirlo, sino su forma de intentar poseerlo por completo; que interpretara que nadie donde estaba  valoraría su trabajo como lo hacía él. Georg lo sabía, y si sonreía de forma amarga, suspiraba en exceso y sis ojos se nublaban, no era porque se sintiera infravalorado, sino porque sabía perfectamente que una relación como aquella no llegaba a ningún lado.

El tercer martes de otoño a las tres de la tarde en aquella habitación de hotel, Georg tocó una melodía compuesta por él especialmente para la ocasión, Anis dijo un par de palabras hirientes al final de su concierto personal y empujó al bajista con lentitud a la cama.

Georg sabía a lo que Anis se aferraba; también sabía que él no tenía nada a qué aferrarse.
Aquel hombre fuerte y poderoso que se saciaba de su cuerpo sin delicadeza, le acariciaba la espalda con fervor, empujando su cara contra la almohada sin tacto alguno; aquel que  enterraba sus dedos con fuerza alrededor de aquellas dolidas caderas, que jadeaba alto y profundo mientras profería insultos incoherentes y, cuando estaba a punto de llegar al clímax se recostaba despacio para poder acariciar con todo el cuidado que no había tenido antes, la larga y desalineada cabellera castaña.
Los choques se volvían más lentos pero más profundos y el muchacho gruñía con la almohada entre los dientes y los ojos apretados.

Aquel hombre que se corría antes de salir de su interior, al que tuvo que decirle con otra sonrisa amarga “Se terminó”, mientras tocaba desnudo la última composición en bajo escrita en notas de despecho y añoranza.
Porque Georg no era sólo uno más sin importancia, y eso era algo que también Bushido sabía. 

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