Categoría: slash
Género: angst, drama
Rating: T
Advertencias: violencia, OoC
Resumen: Para los demás probablemente aquello ni siquiera podría llamarse una relación, era tan sólo algo que se limitaba a encuentros nocturnos. Pero Georg era Georg, no alguien más
Bushido citó a
Georg a las tres en punto el tercer martes de otoño. No dijo gran cosa tras abrir la puerta de la
habitación del hotel salvo “Toca para mí”.
Georg acudió a la
cita, con exactamente veinte minutos de retraso.
“Ellos no te
aprecian” “El bajo no es un instrumento realmente” “Ni siquiera se notaría si
no estás ahí” “No eres necesario para la banda”. Ese era el tipo de cosas que
Anis le decía usualmente a Georg mientras hacían el amor.
Hacían el amor. Difícilmente alguien mas podría entender aquel
término en esa relación; una relación que, con todo, parecía destructiva, lo
consumía.
Pero Georg era
Georg, no alguien fuera de la relación, y él incluso más que Bushido sabía que
lo que ellos hacían, de esa forma salvaje, violenta y arrebatada, entre
insultos y palabras hirientes, entre frases despectivas, era “hacer el amor”.
Lo sabía cuando aquel hombre que pretendía ser fuerte y superior se abrazaba a
él con desesperación, en medio de piel desnuda y sábanas calientes. Cuando gemía bajo en un sonido meramente
gutural y se enterraba en su cuerpo hasta el fondo, llenando su cuerpo por
completo.
Lo sabía cuando
acariciaba su cabello con extraña delicadeza y confort y le susurraba en voz
ronca “Quédate hasta la mañana y toca algo para mí”.
Para los demás probablemente aquello ni siquiera podría
llamarse una relación, era tan sólo algo que se limitaba a encuentros
nocturnos. Pero Georg era Georg, no alguien más, y él sabía que no sólo era
sexo, que había cenas privadas en hoteles caros y discretos, regalos exóticos y
veladas ambientadas por piano, bajo y guitarra.
El día que se
conocieron, aquella ocasión que reunieron artistas y fue arrastrado por ser el
único del grupo con licencia, Georg no se estaba divirtiendo pero Bushido sí.
Sonreía, saludaba y lo molestaba de forma sutil, suave y descarada, con
aparentes gestos de camaradería.
“¿Qué instrumento
tocas tú, chico?” le había preguntado como si nada. Georg respondió por
cortesía, porque en realidad no tenía nada contra aquel hombre. “El bajo”, le
dijo y Bushido se burló de él, muy en broma pero de forma grosera “¿Sus
canciones llevan bajo?” Georg sonrió y Bushido paró de reír.
Cuando el evento
terminó, un bajo nuevo, increíble y reluciente esperaba a Georg en su camerino
y la grave voz del rapero desde la puerta: “Toca algo para mí”, demandó. Georg
tocó, no porque quisiera complacerlo, sino porque aquel era un instrumento
hermoso. Bushido escuchó hasta el final de la absurda e improvisada melodía y,
con una expresión neutral, se marchó tal cual había llegado.
Después de
aquella ocasión, lo buscó de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, siempre pidiendo
que tocara para él, siempre entregándole un instrumento.
La primera vez
que Anis le dijo algo despectivo a Georg, fue la primera vez que se besaron.
En la media luz
del estudio de grabación del rapero la frase “Tú no deberías estar en la banda,
ni siquiera necesitan un bajo” fue dejada en aire amargo, seguida de fibrosos
dedos poniendo un mechón de cabello castaño detrás de la oreja y un bajista
jalado de la nuca con brusquedad.
Las palabras
despectivas tan sólo aumentaron con el tiempo; todas referidas a su “falta de
talento”.
No era realmente
que el hombre quisiera herirlo, sino su forma de intentar poseerlo por
completo; que interpretara que nadie donde estaba valoraría su trabajo como lo hacía él. Georg
lo sabía, y si sonreía de forma amarga, suspiraba en exceso y sis ojos se
nublaban, no era porque se sintiera infravalorado, sino porque sabía
perfectamente que una relación como aquella no llegaba a ningún lado.
El tercer martes
de otoño a las tres de la tarde en aquella habitación de hotel, Georg tocó una
melodía compuesta por él especialmente para la ocasión, Anis dijo un par de
palabras hirientes al final de su concierto personal y empujó al bajista con
lentitud a la cama.
Georg sabía a lo
que Anis se aferraba; también sabía que él no tenía nada a qué aferrarse.
Aquel hombre
fuerte y poderoso que se saciaba de su cuerpo sin delicadeza, le acariciaba la
espalda con fervor, empujando su cara contra la almohada sin tacto alguno;
aquel que enterraba sus dedos con fuerza
alrededor de aquellas dolidas caderas, que jadeaba alto y profundo mientras
profería insultos incoherentes y, cuando estaba a punto de llegar al clímax se
recostaba despacio para poder acariciar con todo el cuidado que no había tenido
antes, la larga y desalineada cabellera castaña.
Los choques se
volvían más lentos pero más profundos y el muchacho gruñía con la almohada
entre los dientes y los ojos apretados.
Aquel hombre que
se corría antes de salir de su interior, al que tuvo que decirle con otra
sonrisa amarga “Se terminó”, mientras tocaba desnudo la última composición en
bajo escrita en notas de despecho y añoranza.
Porque Georg no
era sólo uno más sin importancia, y eso era algo que también Bushido sabía.
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