miércoles, 13 de junio de 2012

Jörg. {Tokio Hotel}

Pairing: Jörg/Georg
Categoría: slash
Género: drama
Rating: T
Advertencias: crack!pairing, underage
Resumen: Jörg era un hombre extraño. El extraño padre de sus mejores amigos. El extraño hombre que lo miraba con una sonrisa que no señalaba buenos presagios.





Bill y Tom no se parecían a su mamá, eran idénticos a su padre.
Había pocas personas fuera de la familia de los gemelos que habían tenido el honor (o la desgracia) de conocer a Jörg, su padre biológico, el hombre que había puesto la genética y dejado de lado la crianza.

Georg era uno de esos “afortunados”.

Un viernes en que Gustav enfermó y no pudo asistir a la práctica, Georg se quedó la tarde entera con los gemelos, haciendo charlas largas sin sentido y riendo por cualquier estupidez; Bill y Tom le habían parecido interesantes desde la primera vez que los vio, arriba del escenario, dando un concierto insignificante con sólo voz y teclado frente a un montón de personas que realmente no los escuchaban. Supo que eran “especiales”. Pero fue hasta que conoció a Jörg que entendió un poco de lo que los hacía especiales.

Jörg era un hombre al que el apelativo “peculiar” le quedaba bastante corto. Aquel viernes fue a recoger a sus “hijos” cuando no habían siquiera dado las cinco; irían a dar una vuelta al lago y después a comer hamburguesas y ambos gemelos insistieron en llevar a Georg con ellos. No miró al hombre a los ojos ni siquiera cuando accedió, o cuando le abrió la puerta del auto para que subiera antes que Bill y Tom; Georg sólo lo analizaba de reojo, como una cosa extraña e intrigante a la que no puedes dejar de mirar. Jörg era alto, alto como no había visto a ningún hombre en persona antes y sus facciones eran tan finas, sofisticadas y bien definidas que parecía que parecía casi irreal.

Bill y Tom no se parecían en nada a su mamá, y Jörg era toda la mala influencia que Simone solía decir cuando era imposible que, por rabia, no se le escapara de los labios.

Bill y Tom comenzaron con una discusión que desembocó en una carrera de orilla a orilla, Georg estaba de pie junto aquel hombre al que no le había dirigido más de tres palabras cuando los gemelos arrancaron. Le miró de reojo una vez más y, sin quererlo sus ojos conectaron en un gesto que el mayor obviamente había buscado. Y le sonrió.
Le sonrió de una forma que le supo falsa, contenida e incluso un poco perversa y se quedó paralizado un segundo, tiempo suficiente para que el hombre colocara la palma sobre sus cabellos castaños, en una caricia suave, se acercara a él hasta rozar la nariz en su oreja y aspirar despacio. Georg se estremeció, un escalofrío desagradable recorriendo todo su cuerpo cuando Jörg se alejó sin decir nada, a pasos lentos mientras llamaba a sus hijos en gritos calmados.

Después de aquel día, Georg no tuvo la desgracia (o la suerte) de volver a estar cerca de Jörg.
Había días, sin embargo, en que miraba a Bill y a Tom y no podía evitar preguntarse qué era lo que, con los Kaulitz estaba mal.

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