domingo, 10 de junio de 2012

Asfixia. {Tokio Hotel}

Pairing: Bill/Tom
Categoría: slash
Género: angst
Rating: K+
Resumen: Quería que la vida fuese tan sencilla como para ponerse de pie a la mitad del mundo y gritar con toda la fuerza de los pulmones de mil hombres que estaba perdida, completa y correspondidamente enamorado de su propio hermano.






En muchas ocasiones, sentía que estaba por rendirse. Se sentía asfixiar.
Estaba sofocado; sentía que, de un momento a otro cada palabrería que habían soltado por sus bocas iba a ser desmentida por esta misma.
Se sentía presionado, estaba cansado, y quería libertad.

El pensamiento le recorrió como lo más estúpido que hubiese pensado. Porque si tenía más libertad, literalmente sería un pecado.
Quería pecar, porque ya no quería estar callado. Si de cualquier manera lo que estaba haciendo seguiría estando “mal” para los demás. Si de cualquier forma, ya había quienes lo sospechaban con seriedad, y les lanzaban unas miradas indescifrables. Así como había a quienes no les interesaba en lo más mínimo. Como Gustav y Georg.

Quería que la vida fuese tan sencilla como para ponerse de pie a la mitad del mundo y gritar con toda la fuerza de los pulmones de mil hombres que estaba perdida, completa y correspondidamente enamorado de su propio hermano.
Quería que no importaran las miradas de asco.
Quería dejar de sentirse sofocado.

La fama no le asfixiaba, le asfixiaba saberse rechazado. Porque había tenido que luchar contra el rechazo toda su vida, y aun cuando había aprendido a superarlo, jamás había dejado de sentirse asfixiado.
Las personas que no lo aceptaban le importaban muy poco; lo que le asfixiaba era tener que luchar contra sí mismo.
“Tú eres tu propio y peor enemigo. Nadie más.”

Porque el rechazo que recibiría por un hecho de aquella magnitud no era cualquier rechazo. No era como el rechazo a su aspecto, a sus gustos, a su persona… Era un rechazo a su alma, a su existencia, a su convicción. Era un rechazo rotundo al amor.
Porque existe algo más allá del morbo. Porque él no conoció el morbo en sus acciones hacia su hermano hasta que se lo restregaron por cara. Aquello era morboso para los demás. Aquello era enfermizo para los demás. Era incuestionable, indiscutible, imposible. No era aceptable; más que ninguna de las otras cosas que no eran aceptables en su persona.

Era el silencio. Debía mantenerse en silencio, todo debía mantenerse guardado y no ver la luz jamás. El silencio le asfixiaba.
Se sentía retraído en un silencio que nunca había funcionado. Se sentía molesto.
Cada vez que lo pensaba llegaba a la misma concusión: Quería estar en la cima del mundo y gritar. Gritar tan fuerte que ni una sola alma en lo más recóndito y oscuro del mundo se quedara sin escucharle.
No sabía con exactitud qué era lo que quería gritar; tan sólo sabía que quería dejar de sentir aquella asfixia. Quería que todo el mundo lo supiera y lo dejara en paz.
Que si tocaba el cuerpo de su hermano con devoción y anhelo las personas no escupieran con repulsión sobre su cara. Porque su hermano era lo más cercano a la felicidad.
Que si le miraba completamente perdido, la incertidumbre ajena y morbosa no le golpeara el rostro con frialdad.
Que si de sus labios salían palabras de amor con la más completa sinceridad, las lenguas soeces no le hirieran más. Porque Tom era su definición de amor.
Sí, estaba cansando; pero no estaba dispuesto a ceder.
Aun cuando el oxígeno se terminara. Cuando la asfixia se expandiera por su cuerpo de tal forma que no le dejara respirar más, tomaría el rostro de su hermano, y su sonrisa le haría continuar sin aire. Aun sin aire.
Porque si tenía que correr y esconderse de las masas, lo haría porque tenía a Tom a su lado.
Y si las personas no podían entender que no necesitaba nada más, que le bastaba escuchar su nombre para suspirar, que no había ni un gramo de morbo en su ser. Que no estaba dispuesto a ceder. No le importaría más.

No podía subir a la cima del mundo y gritar que amaba a su hermano… no podía hacerlo y sentía que la asfixia lo mataría por ello.
Había una sola cosa que lo salvaba de ahogarse por completo; de sucumbir ante la mierda del mundo. Una sola cosa que lograba revivir a sus pulmones, cansados y a punto de colapsar: Era Tom.

Cuando quería correr y gritar; cuando estaba a punto de colapsar. Cuando ya no podía respirar y se sentía incapaz de continuar; entonces sentía que sujetaban su mano y un sopor increíble le invadía de vuelta. Las fuerzas regresaban y tomaba una gran bocanada de aire, llenando sus pulmones antes de ahogarse por completo.


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