Categoría: slash
Género: angst
Rating: K+
Resumen: Quería que la vida fuese tan sencilla como para ponerse de pie a la mitad del mundo y gritar con toda la fuerza de los pulmones de mil hombres que estaba perdida, completa y correspondidamente enamorado de su propio hermano.
En muchas
ocasiones, sentía que estaba por rendirse. Se sentía asfixiar.
Estaba sofocado;
sentía que, de un momento a otro cada palabrería que habían soltado por sus
bocas iba a ser desmentida por esta misma.
Se sentía presionado,
estaba cansado, y quería libertad.
El pensamiento le
recorrió como lo más estúpido que hubiese pensado. Porque si tenía más
libertad, literalmente sería un pecado.
Quería pecar,
porque ya no quería estar callado. Si de cualquier manera lo que estaba
haciendo seguiría estando “mal” para los demás. Si de cualquier forma, ya había
quienes lo sospechaban con seriedad, y les lanzaban unas miradas
indescifrables. Así como había a quienes no les interesaba en lo más mínimo.
Como Gustav y Georg.
Quería que la
vida fuese tan sencilla como para ponerse de pie a la mitad del mundo y gritar
con toda la fuerza de los pulmones de mil hombres que estaba perdida, completa
y correspondidamente enamorado de su propio hermano.
Quería que no
importaran las miradas de asco.
Quería dejar de
sentirse sofocado.
La fama no le
asfixiaba, le asfixiaba saberse rechazado. Porque había tenido que luchar
contra el rechazo toda su vida, y aun cuando había aprendido a superarlo, jamás
había dejado de sentirse asfixiado.
Las personas que
no lo aceptaban le importaban muy poco; lo que le asfixiaba era tener que
luchar contra sí mismo.
“Tú eres tu
propio y peor enemigo. Nadie más.”
Porque el rechazo
que recibiría por un hecho de aquella magnitud no era cualquier rechazo. No era
como el rechazo a su aspecto, a sus gustos, a su persona… Era un rechazo a su
alma, a su existencia, a su convicción. Era un rechazo rotundo al amor.
Porque existe
algo más allá del morbo. Porque él no conoció el morbo en sus acciones hacia su
hermano hasta que se lo restregaron por cara. Aquello era morboso para los
demás. Aquello era enfermizo para los demás. Era incuestionable, indiscutible,
imposible. No era aceptable; más que ninguna de las otras cosas que no eran
aceptables en su persona.
Era el silencio.
Debía mantenerse en silencio, todo debía mantenerse guardado y no ver la luz
jamás. El silencio le asfixiaba.
Se sentía
retraído en un silencio que nunca había funcionado. Se sentía molesto.
Cada vez que lo
pensaba llegaba a la misma concusión: Quería estar en la cima del mundo y
gritar. Gritar tan fuerte que ni una sola alma en lo más recóndito y oscuro del
mundo se quedara sin escucharle.
No sabía con
exactitud qué era lo que quería gritar; tan sólo sabía que quería dejar de
sentir aquella asfixia. Quería que todo el mundo lo supiera y lo dejara en paz.
Que si tocaba el
cuerpo de su hermano con devoción y anhelo las personas no escupieran con
repulsión sobre su cara. Porque su hermano era lo más cercano a la felicidad.
Que si le miraba
completamente perdido, la incertidumbre ajena y morbosa no le golpeara el
rostro con frialdad.
Que si de sus
labios salían palabras de amor con la más completa sinceridad, las lenguas
soeces no le hirieran más. Porque Tom era su definición de amor.
Sí, estaba
cansando; pero no estaba dispuesto a ceder.
Aun cuando el
oxígeno se terminara. Cuando la asfixia se expandiera por su cuerpo de tal
forma que no le dejara respirar más, tomaría el rostro de su hermano, y su
sonrisa le haría continuar sin aire. Aun sin aire.
Porque si tenía
que correr y esconderse de las masas, lo haría porque tenía a Tom a su lado.
Y si las personas
no podían entender que no necesitaba nada más, que le bastaba escuchar su
nombre para suspirar, que no había ni un gramo de morbo en su ser. Que no
estaba dispuesto a ceder. No le importaría más.
No podía subir a
la cima del mundo y gritar que amaba a su hermano… no podía hacerlo y sentía
que la asfixia lo mataría por ello.
Había una sola
cosa que lo salvaba de ahogarse por completo; de sucumbir ante la mierda del
mundo. Una sola cosa que lograba revivir a sus pulmones, cansados y a punto de
colapsar: Era Tom.
Cuando quería
correr y gritar; cuando estaba a punto de colapsar. Cuando ya no podía respirar
y se sentía incapaz de continuar; entonces sentía que sujetaban su mano y un
sopor increíble le invadía de vuelta. Las fuerzas regresaban y tomaba una gran
bocanada de aire, llenando sus pulmones antes de ahogarse por completo.
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